Bob Taylor seated on stack of mahogany wood

Habla Bob

Mi primera bifurcación

Bajar

Bob recuerda a Mike Broward, su amigo de la infancia que prendió en él la chispa de la pasión por las guitarras.

Estos días he estado reflexionando. A veces, parece que la vida está compuesta de hitos aparentemente insignificantes que se cruzan en tu camino, pero solo te das cuenta de su importancia cuando miras atrás. Hace un mes se fue uno de esos hitos que han sido vitales para mí. Y he estado pensando en ello. O, más que en ello, en él.

Mike Broward.

He aquí una serie de preguntas que me hacen una y otra vez: “Bob, ¿cuál fue el día en que supiste que te dedicarías a construir guitarras?”. “¿Cuándo llegó tu gran oportunidad?”. “¿Qué acontecimiento lo cambió todo para ti?”. “¿Siempre supiste que Taylor Guitars alcanzaría el tremendo éxito que ha tenido?”.

Yo siempre respondo: “ninguna de las anteriores”. Nunca he sentido que hubo un día concreto en el que “todo empezó” o “todo cambió”. Esto ha sido una progresión que, de hecho, muchas veces parecía más bien una regresión. O, como mínimo, una progresión hacia atrás, si es que existe tal cosa.

Antes, yo intentaba darles a las personas que me entrevistaban ese gran momento que, como periodistas, esperaban escuchar y transmitir en sus artículos. Con el tiempo, dejé de exagerar la importancia real que habían tenido esos supuestos hitos. Pero tenía que hacerlo evitando caer en la descortesía o restarle interés a la historia, así que opté por resaltar los hitos que se cruzan en tu camino que habían resultado cruciales: esos empujoncitos que, de una forma u otra, impulsaron nuestro avance. Y me di cuenta de que Mike Broward supuso el primero, porque, sin él, es muy probable que Taylor Guitars no hubiera existido.

Cuando tenía unos 8 años, enfrente de mi casa vivía un niño que tocaba la guitarra. Se llamaba Mike. Tenía una eléctrica y un amplificador con un micrófono conectado. Se ponía delante del garaje de su casa y tocaba y cantaba orientado hacia la calle. Debería tener unos 11 o 12 años; lo que es seguro es que era mayor que yo. Me acuerdo de las canciones que tocaba: temas de surf, rock ‘n’ roll británico de principios de los 60… Cantaba “Mrs. Brown, you’ve got a lovely daughter” imitando el acento british. Yo me quedaba mirándole hasta que dejaba de tocar o mi padre me llamaba para cenar.

Una vez, le compré una guitarra acústica de saldo por tres dólares y me enseñó a tocar “Green Onions”. Solo las notas de la melodía, sin los acordes. Eso llegó más tarde, cuando me mostró la progresión de “Michael, Row the Boat Ashore”.

Aquella guitarra me fascinaba. ¿Cómo estaba hecha? Tenía que saberlo. Los perfiles estaban pintados; los lijé y repinté. Poco después serré y separé el mástil porque quería usarlo para construirme una guitarra eléctrica como la de Mike. La cosa se quedó en el intento.

Mike fue un buen amigo de la infancia que me hizo descubrir el amor por las guitarras, y puedo decir a ciencia cierta que no habría encontrado esa pasión en ningún otro lugar ni en ningún otro momento. Cuando lo pienso, si me atreví a lijar, pintar y cortarle el mástil a aquella guitarra de tres dólares, fue porque era lo bastante barata como para que me importara hacerlo. Pero, ¿y si hubiera sido una buena guitarra? Mi vida podría haber sido muy distinta.

Sin Mike, es muy probable que Taylor Guitars no hubiera existido.

Dos años después de conocer a Mike, nos mudamos a otro barrio. Cuando recuperamos el contacto, yo ya llevaba dos décadas en el negocio. A partir de ahí, durante los últimos 30 años, nos fuimos escribiendo, saludando y encontrando.

Mike nunca dejó la guitarra. Fue músico y cantante profesional durante toda su vida. Componía, tocaba y cantaba música caribeña, playera, de fiesta. Y era bueno. Su acústica era una Taylor, lo cual me hacía sentir muy orgulloso. Nos dejó muy rápido: se puso enfermo y murió en un par de semanas; todos nos quedamos en shock.

Doy gracias a Mike Broward por haber sido un hito tan positivo e importante en mi camino. Aunque he escrito sobre Mike muchas veces, no lo había visto tan claro hasta ahora que lo pienso en retrospectiva. Con la desaparición de Jimmy Buffett apenas unas semanas después de la de Mike, hemos perdido a dos “Parrot Heads”. Les quería mucho a ambos; nos regalaron una música estupenda. Pero Mike me dio algo más.

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