Ultimamente, he estado haciendo algunos arreglillos en varias guitarras que había construido ya hace tiempo. Una vez superada la bofetada de entender que ya no soy tan joven (las fechas de finalización escritas en las etiquetas de las guitarras lo dejaban bien claro), me lo pasé muy bien reparando piezas envejecidas y devolviendo los instrumentos a las condiciones de uso para las que fueron creados. Cuando los construí, ya contaba con que necesitarían algunos cuidados trás ser tocados durante un tiempo. Y me gustó encontrarme trastes desgastados y cejuelas que había que restaurar, porque eso significaba que los instrumentos estaban haciendo bien su trabajo.
Más o menos por aquellos días, mi mujer y yo estábamos buscando una secadora de ropa. Yo no compro secadoras a menudo, e intentaba que la cantidad de opciones disponibles no me abrumara. Unas costaban más, otras menos, y algunas de ellas tenían un montón de funciones que seguramente nunca llegaríamos a usar. Estaba a punto de elegir el modelo más barato cuando mi esposa hizo la siguiente reflexión: “¿qué secadora preferirías volver a comprar después de comprobar que no se puede reparar?”. ¡Qué buena observación! (Sí, acerté de pleno al casarme).
El contraste entre las dos experiencias me hizo pensar. Por un lado, un objeto es un objeto, ya sea una guitarra o una secadora de ropa. Pero, por el otro, estas guitarras tienen un aura de valor duradero porque nacieron destinadas a vivir mucho tiempo gracias al mantenimiento, mientras que la secadora barata está pensada para usarse solo hasta que falle el primer componente (en ese momento, lo más fácil es que haya que remplazar la máquina al completo).
Muchas veces, la vida útil de un instrumento de madera bien construido supera a la de una persona.
Lo que pasa con los objetos es que hay mucha cantidad. Con esto quiero decir que hay muchas opciones. Y, dentro de esas opciones, es una suerte encontrar algo que pueda asegurar un buen rendimiento durante un período largo. Una cosa que cumple su función y ofrece la ventaja de poder darle mantenimiento o repararla cuando algo falla tiene un plus especial.
A mí me encanta esa cualidad en un instrumento musical bien hecho, especialmente cuando es de madera. Si le pones cariño y dedicación desde el principio y lo diseñas con la previsión de que un día necesitará una manita, adquiere un valor inherente que será muy satisfactorio para el propietario. Así es: un instrumento crece y se desarrolla junto con el intérprete a medida que su madera va envejeciendo y ganando resonancia a lo largo de los años. Este rasgo es muy poco frecuente en el mundo de los objetos, y experimentarlo de primera mano es algo muy gratificante.
Aparte de la maduración constante del sonido y la respuesta, un instrumento irá acumulando rayones, muescas y mellas debido al uso. A mí me gusta pensar que va creciendo en experiencia y no en desgaste. Aunque muchos músicos admiran la riqueza del sonido que se va gestando en su instrumento con la edad y el uso, también vale la pena recordar que algunas cosas, como una guitarra bien hecha, merecen ser reparadas por el simple hecho de que se puede hacerlo. Al fin y al cabo, un gran paso en la senda de la sostenibilidad es reutilizar lo que ya tenemos.
Un instrumento crece y se desarrolla junto con el intérprete a medida que su madera va envejeciendo y ganando resonancia a lo largo de los años.
Otro aspecto que aprecio en un objeto bien elaborado es la capacidad de adaptarlo a un uso diferente. Por ejemplo: uno de los instrumentos que estaba reparando había sido ajustado por su dueño para generar una sensación y una paleta de sonidos que encajaran con la música de la banda en la que tocaba en aquel momento. Ahora, años más tarde, esa misma guitarra se estaba utilizando en otro contexto. Todo era distinto: el estilo de música, el enfoque interpretativo, los escenarios de presentación. Por lo tanto, fue modificada para adecuarla al nuevo marco musical, como si le cambiaras el vestuario para el segundo acto de una obra de teatro. Para mí, ese nivel de adaptabilidad es un elemento esencial de un buen diseño. Muchas veces, la vida útil de un instrumento de madera bien construido supera a la de una persona. Por lo tanto, parece lógico limitar las alteraciones permanentes que solo pueden responder a determinadas tecnologías cuya vida es mucho más corta que la del instrumento en sí.
Mira el caso de nuestras pastillas Expression System: el sistema se ha actualizado muchas veces desde que empezamos a instalarlo. Pero, con cada cambio, hemos tratado de mantenernos fieles a un mismo formato de potenciómetros para que las guitarras no quedaran obsoletas. La posibilidad de sustituir un componente por otro que funcione mejor en el futuro es una característica maravillosa y una excelente manera de adaptar un instrumento al uso de cada momento. Solo de vez en cuando podemos predecir las variaciones que un día podríamos incorporar a un diseño existente, pero el hecho de dejar esas opciones abiertas es un regalo por el que estaremos agradecidos como usuarios cuando llegue el momento.
Mi impresión es que esos mismos rasgos que me encantan en las guitarras (la capacidad de mantenimiento, reparación y adaptación) también son aplicables al mundo corporativo. Cuando se construye con dedicación y previsión de cara al futuro, una empresa puede funcionar en buenas condiciones durante mucho tiempo. Si algo va mal, los componentes se pueden arreglar y reemplazar. Las mejores empresas tienen esa durabilidad que les permite mantenerse en forma y continuar aportando valor. Son capaces de amoldarse a las necesidades de la época y a sus parámetros operativos para seguir siendo relevantes. Esas cualidades evitan que una empresa se quede estancada o llegue a caducar.
Esta temporada, estamos entusiasmados con el estreno de unos cuantos instrumentos recién salidos de nuestros talleres. Cada uno de ellos tiene su propio lugar en nuestro catálogo, que quiere servir a las necesidades de una enorme variedad de músicos por muchos, muchos años. Por más maravilloso que sea cada uno de estos instrumentos a día de hoy, yo me siento especialmente agradecido por poder diseñarlos y construirlos sabiendo que estarán al pie del cañón durante décadas, y que posiblemente me sobrevivirán. En esta temporada en la que Taylor Guitars se acerca a su 49.º aniversario, también quiero dar las gracias a Kurt y Bob por fundar y diseñar una empresa capaz de ofrecer un valor muy duradero en beneficio de toda la comunidad musical sin dejar de fortalecerse por el camino. Para mí es un honor seguir guiando a Taylor en esta aventura.