Bob Taylor está en su despacho navegando mentalmente por el medio siglo de historia del diseño de incrustaciones en Taylor, cuyo inicio se remonta a sus lejanos días como luthier adolescente. En un momento de la conversación, hablamos de la incrustación más reconocible de la empresa: el logo que lucen todas las guitarras Taylor en el clavijero. La versión original se inspiró en el logotipo de un termómetro colgado en la pared de la tienda de Lemon Grove (California) en la que nació la compañía en 1974.
«Corté cientos y cientos de esas incrustaciones con una sierra y una lima. Las dibujaba empezando por la parte inferior izquierda», recuerda Bob mientras se dirige hacia una pizarra en la pared y bosqueja el contorno del logotipo. Lo hace de memoria, aunque no ha cortado esas incrustaciones desde hace décadas. «Lo tengo tan grabado en la mente que podría empezar por esa esquina y dar toda la vuelta con los ojos cerrados».
El diseño de incrustaciones para guitarra da para una charla muy interesante: es una forma artística por derecho propio, literalmente engastada en otro arte como es la fabricación de guitarras. Aunque el enfoque estético puede ser elegantemente minimalista para que los refinados contornos y maderas de una guitarra hablen por sí mismos, la mayoría de los relatos sobre el «arte de la incrustación» gravitan en torno a imágenes altamente pictóricas, narrativas o personalizadas que demuestran una habilidad artesanal fuera de lo común. Si te interesa ese tipo de trabajo, es posible que conozcas la obra de maestros como Grit Laskin, Harvey Leach, Larry Robinson, Wendy Larrivée o el ya fallecido Larry Sife.
«Hace muchos años, vi a Wendy grabando una de sus figuras de bufones hecha de bloques de perla», dice Bob, aún hoy maravillado por su talento. «Ese tipo de trabajo se ha convertido en una especie de arte perdido».
Es muy difícil resumir en un solo artículo 50 años del diseño de incrustaciones en Taylor, que merecería un libro ilustrado de gran formato. Más allá del sinfín de incrustaciones que Taylor ha creado a lo largo de los años, hay muchas historias que vale la pena explorar. Un tema interesante sería la evolución de nuestros métodos artesanales, desde los primeros días en que Bob cortaba a mano la perla con una sierra de joyería hasta la integración de tecnología CAD/CAM, CNC y láser en nuestro desarrollo de productos. Otro podría ser la cronología de las sensibilidades estéticas que han ido tomando forma en Taylor y los estilos que han cambiado con el paso del tiempo o por decisión estratégica. Y, por supuesto, ahí están las personas que durante todos estos años han aportado sus capacidades y perspectivas artísticas únicas al equipo de diseño de Taylor. En ese desfile estarían desde el longevo tándem formado por Bob y su socio creativo Larry Breedlove hasta el portentoso diseñador Pete Davies Jr. (creador de algunas de las incrustaciones más impactantes de Taylor) pasando por nuestro actual «arquitecto» de guitarras Andy Powers, cuyos minuciosos detalles visuales armonizan la personalidad musical del instrumento con sus rasgos estéticos.
La apasionante historia del arte de la incrustación
Para poner en perspectiva las particularidades del diseño de incrustaciones en Taylor, es bueno ofrecer un poco de contexto sobre la historia de este arte en la construcción de instrumentos musicales. El legado de esta disciplina aplicada a las guitarras acústicas con cuerdas de acero refleja una fascinante polinización cruzada de diferentes tradiciones que se remontan a medio milenio. A lo largo de los siglos, el mundo del violín pasó por varias idas y venidas en cuanto a ornamentación. Durante el período barroco, por ejemplo, la mayoría de los violines presentaban muchos elementos decorativos. Pero, con el tiempo, ese enfoque se fue destilando hasta llegar a un punto en que ya no se incluían incrustaciones en el diapasón. En lugar de ello, los luthiers empezaron a centrarse en complementos específicos como el fileteado con incrustaciones.
«El tratamiento de los filetes y los bordes era el vehículo a través del cual un constructor podía mostrar sus habilidades», explica Andy Powers, diseñador jefe de Taylor. «La cuestión era exhibir la perfección del fileteado y lucir el talento artístico en el corte y la unión de las partes teniendo en cuenta el tamaño, la proporción y el aspecto de las juntas».
En el caso de la guitarra, si retrocedemos hasta la tradición de los laúdes o ouds encontraremos piezas extremadamente ornamentadas, aunque también había instrumentos modestos para los músicos «callejeros» de cada época.
Los constructores de guitarras clásicas siguieron el ejemplo del violín: prescindieron de adornos en el diapasón y, para demostrar su refinamiento, se centraron en el fileteado y en los hermosos y detallados mosaicos de las rosetas.
En Estados Unidos, los fabricantes de banyos (y especialmente los de la época del Dixieland de los años 20) adoptaron un estilo más llamativo con incrustaciones elaboradas incluso en el diapasón. Y, poco después, los constructores de guitarras acústicas con cuerdas de acero también se apuntaron a esta estética para atraer a los intérpretes de banyo. A la vanguardia de esa tradición estaban Gibson y Epiphone, que hacían banyos y guitarras.
«Si te fijas en los primeros banyos y mandolinas Gibson con incrustaciones elaboradas, no es difícil ver que solo faltaba un pequeño paso para empezar a añadir esos tratamientos a las guitarras», comenta Andy. «Esas incrustaciones se aplicaron a algunas guitarras con tapa plana, pero tanto Gibson como Epiphone se volcaron en la construcción de guitarras con tapa curvada, que eran más utilizadas por los músicos que venían del mundo del banyo. Muchas veces, esos instrumentos presentaban los elementos visuales Art Déco que eran populares en aquel momento y que remitían a la estética vibrante y ostentosa de la era del jazz. Y, en última instancia, esa prominencia visual quería enfatizar aún más la creciente importancia de la guitarra en una banda».
Breve historia de las incrustaciones en Taylor
Bob Taylor cuenta que, en los albores de la empresa a mediados de los años 70, la aplicación de incrustaciones a las guitarras le resultó muy gratificante a dos niveles: no solo era una forma de afinar sus habilidades como joven artesano de la madera, sino que también le servía para sacar un poco de dinero extra para pagar el alquiler del local.
«Si añadía una tapa con bordes de abulón y otras incrustaciones, podía subir el precio de una guitarra de 600 dólares a 900», dice.
Una de las primeras influencias artísticas de Bob en el diseño de incrustaciones fue el fabricante de banyos Greg Deering. Le conoció en la tienda de guitarras American Dream, en la que Deering trabajaba como reparador cuando Bob empezó. Deering también desempeñaría la misma función durante un corto período en la primera etapa de Taylor Guitars, antes de establecerse por su cuenta para fundar Deering Banjos.
«Para mí, fue un golpe de suerte que Greg trabajara en la tienda y luego montara su propio negocio, porque es un diseñador de incrustaciones fabuloso».
Muchas de las primeras ideas de Bob se inspiraron en elementos visuales de la vida cotidiana («como un azulejo mexicano») o en diseños tradicionales que tienden a funcionar bien en guitarras, como hojas, enredaderas y otros motivos vegetales.
«Las hojas pueden quedar muy bonitas tanto grabadas como cortadas. En nuestros inicios, cuando trabajábamos a mano, podíamos hacer cortes profundos en las hojas. Pero cuando empezamos con la tecnología CNC eso no era posible, porque no había cortadores lo suficientemente buenos para ese tipo de cosas: tenían un diámetro bastante grande y se perdía mucho detalle. Más adelante, los cortadores fueron mejorando y recuperamos algo de ese trabajo fino».
Larry Breedlove deja su huella
En 1983, un hábil artesano y luthier llamado Larry Breedlove empezó a trabajar en Taylor. Su colaboración con Bob durante los siguientes 30 años definiría la estética elegante que el público asocia directamente con nuestras guitarras, desde las suaves curvas de la familia de estilos de caja Taylor hasta el contorno de nuestro emblemático puente y muchas de las incrustaciones que nos han identificado. Breedlove aportó una sensibilidad orgánica, arquitectónica y escultórica muy personal a la forma de la guitarra. Su amor por la madera y la creación de muebles innovadores inspiró su enfoque del diseño de guitarras acústicas.
«Larry era como un constructor de muebles moderno», rememora Bob. «Hacía muebles más bien angulares, pero al estilo del modelo de mecedora de Sam Maloof. Su obra tenía el toque natural de un Gaudí, pero no hacía pensar en un árbol o una rama. Era algo más esculpido y refinado, entre lo orgánico y lo mecánico. Sus ideas en cuanto a la forma eran muy hermosas, y esa estética funcionaba perfectamente para los tipos de incrustaciones que diseñábamos. En cierto sentido, lo que hicimos fue modernizar algunas de las antiguas incrustaciones para banyo».
Breedlove también asumió gran parte del diseño de incrustaciones personalizadas que empezó con la serie Artist de Taylor a mediados de los años 80. Entre otras cosas, esa serie introdujo tratamientos de color revolucionarios para artistas como Prince, Kenny Loggins o Jeff Cook, de la banda Alabama. Y, por el camino, Breedlove fue adoptando materiales alternativos para ampliar la paleta cromática de sus incrustaciones.
Nuevas herramientas, nuevos diseños
La década de los 90 fue una época de transformación para Taylor Guitars en muchos sentidos. En primer lugar, la popularidad de las guitarras acústicas revivió después de diez años de letargo comercial, gracias en parte al programa de televisión por cable MTV Unplugged. Después de una era dominada por los sintetizadores, las baterías electrónicas y el hair metal, unas cuantas estrellas del rock reconvirtieron algunos de sus éxitos a interpretaciones intimistas, y las guitarras acústicas volvieron a ponerse de moda. De hecho, muchos rockeros se llevaron la grata sorpresa de que el cómodo y estilizado mástil Taylor no estaba para nada alejado del tacto de una guitarra eléctrica. Otros grupos emergentes, como la Dave Matthews Band, le dieron a la guitarra acústica un lugar capital en su música (y el hecho de que las Taylor se convirtieran en un pilar de las actuaciones en directo de Matthews desde los años 90 no nos molestó para nada…).
Durante ese resurgimiento de nuestras guitarras, Taylor fue incorporando herramientas y tecnologías de vanguardia a los procesos de diseño, desarrollo de productos y fabricación. Las fresadoras controladas por ordenador y la tecnología láser permitieron trabajar a otro nivel de precisión y consistencia en la producción de guitarras, y también cambiaron las reglas del juego en la creación de incrustaciones. Las piezas de perla o abulón (y las cavidades en las que se encajaban) se podían cortar con más exactitud gracias a las fresadoras CNC.
«La llegada del CNC nos permitió diseñar incrustaciones más atractivas para nuestras guitarras de gama alta», explica Bob. «Podíamos encargar el corte de las incrustaciones a proveedores independientes, porque sabíamos que siempre encajarían en una cavidad tallada con CNC. Era como comprar un carburador para el coche: al sacarlo de la caja, sabes que podrás instalarlo sin problemas. Hasta aquel momento, cada incrustación era prácticamente un trabajo empezado desde cero».
La tecnología láser también abrió la puerta a nuevos materiales más allá de la concha tradicional, entre ellos diversas maderas y productos sintéticos como Formica® o ColorCore®. Gracias al minúsculo diámetro de un rayo láser (0,20 milímetros) y a la precisión del movimiento, esta herramienta también se podía utilizar para grabar detalles más refinados en ciertos materiales como la madera o el acrílico.
A mediados de los 90, Taylor avanzaba a un ritmo imparable impulsada por el exitoso lanzamiento de la Grand Auditorium, y se decidió destinar más recursos creativos al diseño personalizado y al trabajo de las incrustaciones. Hacia el final de la década, la capacidad de la empresa para aplicar diseños visualmente atractivos a modelos estándar, personalizados y de edición limitada ya había aumentado notablemente. Por otro lado, las relaciones con artistas populares que Taylor había ido cultivando activamente estimularon la adopción de nuevas herramientas de diseño. La idea era crear una serie de incrustaciones con un carácter más pictórico para guitarras personalizadas y otros modelos especiales con motivos visuales exclusivos.
Uno de los diseños temáticos más elaborados de aquella época fue el de la guitarra Cujo (estrenada en 1997), construida con fondo y aros de nogal veteado que procedían de un árbol traído de una granja del norte de California. La historia era que ese árbol había aparecido en varias escenas de la adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King Cujo (1983), que trataba sobre un San Bernardo al que muerde un murciélago rabioso y acaba aterrorizando a una madre y su hijo. Las incrustaciones, que incluían concha, varias maderas y otros materiales, reflejaban elementos narrativos del relato: el perro, el murciélago, un granero y el propio nogal. La coherencia de la tecnología utilizada para crear esas incrustaciones nos permitió producir una serie de 250 guitarras.
Otro artista clave durante ese período fue un joven talento llamado Pete Davies Jr. Llegó a Taylor en 1999 recién salido de la escuela de diseño, y tenía un don innato para crear imágenes fácilmente adaptables a incrustaciones pictóricas muy atractivas (los seguidores veteranos de Taylor seguro que reconocerán su trabajo). Entró por la puerta grande con el diseño de las carpas koi para la guitarra de edición limitada Living Jewels, la primera propuesta de lo que acabaría convirtiéndose en nuestra serie Gallery. Las coloridas carpas koi «nadaban» a lo largo del diapasón y alrededor de la boca de la caja de arce veteado y pícea de Sitka teñida de azul para simular el tono del agua. Para sus incrustaciones, Davies utilizaba materiales sintéticos como ColorCore, falsa perla y compuestos de turquesa, piedra y coral molidos y mezclados con resina. Las guitarras de la serie Gallery eran visualmente deslumbrantes. El modelo Sea Turtle presentaba tortugas marinas en el diapasón y una tortuga separada con una medusa en el fondo de arce claro veteado, mientras que la guitarra Grey Whale, la tercera edición limitada de la colección, lucía incrustaciones de ballenas y una increíble roseta con un galeón que navegaba por el borde de la boca.
Otra impresionante creación de Davies adornaba la guitarra Liberty Tree, construida con madera de un tulípero de 400 años que en 1776 sirvió como punto de reunión de los patriotas en Annapolis (Maryland) durante la Revolución Americana. El diseño de Davies conmemoraba el significado histórico del árbol con una imagen de la primera versión de la bandera estadounidense posrevolucionaria en el clavijero, una representación del pergamino enrollado de la Declaración de Independencia grabada con láser desde el diapasón hasta la tapa armónica, y una roseta con 13 estrellas (en referencia a las colonias originales) y un estandarte de la época colonial que comienza en el borde del diapasón y se despliega hacia la boca. La importancia histórica de la madera y la excelencia de las incrustaciones que la honraban hicieron de esa guitarra algo realmente especial.
Davies nos dejó otros diseños personalizados para modelos de edición limitada, como las incrustaciones de llamas (en madera) en el diapasón y alrededor de la boca de nuestra guitarra Hot Rod (HR-LTD) inspirada en los coches deportivos clásicos, los hermosos caballos en arce y koa para el modelo Running Horses (RH-LTD), o un pelícano elaborado con koa, nogal, madera satinada y mirto.
Después de cinco años con nosotros, en el año 2004, Davies decidió abandonar la empresa para continuar con su carrera. Lamentablemente, falleció en el 2014 a la edad de 37 años.
Un nuevo compromiso con el diseño de guitarras
En el momento de la marcha de Pete Davies Jr., Taylor había pasado por un período de importante crecimiento y había elevado el listón artístico con sus numerosas incrustaciones para músicos famosos y para otros modelos de edición limitada. Ya sin Davies en el equipo, Bob Taylor, Larry Breedlove y otros miembros del departamento de desarrollo de productos consideraron cuál debía ser el camino a seguir, sopesando los pros y los contras de continuar con aquel enfoque estético e invertir en un sólido programa de guitarras personalizadas.
«Habíamos apostado por esa estrategia, hicimos algo de negocio y en su momento fue genial, pero yo empecé a tener la sensación de que nos estábamos estancando», admite Bob. «La idea era que fuera algo rentable. Siempre había un par de clientes que querían guitarras auténticamente excepcionales sin siquiera mirar el precio. Pero, incluso con lo que les cobrábamos, la verdad es que no nos salía a cuenta. Además, el coste de oportunidad era muy alto, porque teníamos que dejar a Larry encadenado a un trabajo de diseño personalizado durante varios meses».
«No quería que a Andy se le conociera en Taylor como a un crack de las incrustaciones, sino como a alguien consagrado a potenciar las posibilidades del instrumento».
Bob Taylor
Entretanto, Taylor seguía innovando con sus diseños de guitarra. En el 2005, la empresa lanzó la acústica/eléctrica de cuerpo hueco T5. Un año después llegó el estilo de caja Grand Symphony diseñado por Bob y Larry Breedlove, luego vinieron otros nuevos modelos como una guitarra barítono de 8 cuerdas, y en el 2010 nació la GS Mini, también obra de Bob y Larry.
Por aquella época, Bob estaba en conversaciones con un prometedor luthier local llamado Andy Powers sobre la posibilidad de su fichaje como diseñador de la nueva generación de guitarras Taylor. Andy firmó con la empresa y empezó oficialmente en enero de 2011.
«Con la llegada de Andy, tomamos la decisión consciente de no concentrarnos en hacer negocio con guitarras personalizadas con muchas incrustaciones», declara Bob. «Andy es un constructor extraordinario, y yo tenía la intención de reenfocar nuestro concepto de calidad hacia la guitarra como instrumento musical más que como una pieza de orfebrería. Para crear unas incrustaciones tan artísticas hay que ponerle mucha energía a la gestión del talento y los recursos necesarios. En aquel momento, pensamos que lo que tocaba era optar por un estilo elegante y alejarnos de las temáticas que habíamos trabajado en años anteriores».
Bob señala que, irónicamente, Andy no solo es un magnífico luthier, sino que también es capaz de crear incrustaciones muy pictóricas.
«Hacía cosas increíbles, como tigres caminando por la guitarra. Pero yo no quería que a Andy se le conociera en Taylor como a un crack de las incrustaciones, sino como a alguien que construía guitarras mejores que las que hacíamos en Taylor antes de su llegada y que estaba consagrado a potenciar las posibilidades y la durabilidad del instrumento. Los dos creíamos que eso era lo mejor que les podíamos ofrecer a nuestros clientes».
La epifanía de Andy
Andy está orgulloso de las incrustaciones personalizadas que hizo para sus guitarras antes de entrar en Taylor. Y tiene razones para ello. Su catálogo no solo es visualmente asombroso, sino que todas sus obras fueron dibujadas y cortadas exclusivamente a mano.
«Yo siempre había admirado la tradición de la incrustación manual. Me encantaba trabajar con una sierra de joyero y limas pequeñas; perfectamente podría haberlo hecho igual en el siglo XVIII».
Andy aprecia paralelismos entre el tipo de ornamentación que sus clientes le encargaban y el arte del tatuaje contemporáneo.
«Solo tienes que pensar en la variedad de los tatuajes que la gente se hace. Se ve de todo, desde los nombres de los hijos hasta representaciones de historias de vida, inspiraciones, lemas, creencias… Muchas personas se acercan al arte de la incrustación de una forma parecida: quieren que ese instrumento único cuente su historia, una experiencia, un momento difícil, un éxito, un fracaso. A mí eso me gustaba mucho, porque me interesa la parte humana de este trabajo».
A Andy también le estimulaba el desafío artístico de encontrar una manera de representar gráficamente una historia personal dentro de las limitaciones del medio y de los materiales aptos para la labor manual. Pero, después de recibir en su tienda la visita de nada menos que el ya desaparecido Bill Collings, de Collings Guitars, empezó a reevaluar su concepción de las incrustaciones.
«El diseño de las incrustaciones ya debería dar una idea de la sensación y el sonido de la guitarra».
Andy Powers
«Bill se quedó mirando una guitarra que estaba construyendo para un cliente», evoca Andy. «Había pasado semanas trabajando en un motivo de incrustaciones muy elaborado y del cual estaba muy orgulloso. Entonces, Bill se gira hacia mí y me dice: ‘esto es precioso. Pero, si yo fuera tú, empezaría a pensar en quién heredará esta guitarra después de su primer dueño, porque los músicos querrán tocar este instrumento durante mucho más tiempo del que crees’. Me quedé reflexionando durante un largo silencio antes de responder. Le dije: ‘en otras palabras, el tema es que no querrías tener tatuado en tu brazo el nombre de la madre de otra persona, ¿no?’. Y él contestó: ‘exactamente’».
En los años siguientes, Andy tuvo ocasión de corroborar el acierto de esa observación, ya que vio cómo algunas guitarras que había construido pasaban de sus clientes a sus hijos.
«Una vez, la persona que recibió uno de esos instrumentos me dijo: ‘la guitarra me encanta, pero esta es la historia de mi padre, no la mía’. Después de esa experiencia, me incliné hacia el lado tradicional del arte de la incrustación y me centré en ciertos diseños que tienen un atractivo más universal. Y, por supuesto, los temas clásicos (motivos vegetales, formas más impresionistas, etcétera) nunca dejan de funcionar».
Hace unos años, Andy viajó a la ciudad italiana de Cremona, donde tuvo el privilegio de ver de cerca un bellísimo violín Stradivarius.
«Tenía mucha ornamentación, lo cual no era habitual», recuerda. «Había partes pintadas a mano y otros elementos tallados y rellenados con masilla contrastante. Aunque estrictamente no eran incrustaciones, el efecto visual era parecido. Se trataba de un motivo vegetal con unas líneas que resultan tan elegantes hoy como en el siglo XVIII. Y pensé: ‘vaya, esto sí que es un concepto hermoso de la ornamentación’».
La filosofía de Andy en Taylor
Andy se alinea totalmente con la idea de Bob Taylor de que la estrategia creativa de la empresa debe centrarse en mejorar las guitarras desde sus cimientos en lugar de dedicarse a la personalización extrema. En la práctica, ese planteamiento ha llevado a la creación de una serie de cuidados diseños de incrustaciones para la línea de guitarras estándar de Taylor.
Desde su llegada como diseñador jefe hace una década, Andy ha revolucionado el catálogo de instrumentos Taylor refinando la sensación, el sonido y el aspecto de la mayoría de nuestros modelos e introduciendo muchas ideas nuevas. Independientemente del tipo de guitarra, la filosofía esencial es la misma: la búsqueda de un diseño holístico en el que la personalidad musical y el tratamiento estético compartan una identidad cohesionada.
«El diseño de las incrustaciones ya debería dar una idea de la sensación y el sonido de la guitarra», argumenta. «Las formas son importantes, los materiales son importantes. El peso visual, es decir, la fuerza o la sutileza del diseño, es importante».
Como ejemplo, se refiere a la Grand Concert 912ce Builder’s Edition.
«La caja más pequeña tiende a darle a la guitarra un carácter íntimo y elegante. Ahora, imagínatela con unas incrustaciones de madreperla en bloques grandes en cada posición. El resultado sería un diapasón exageradamente brillante y reflectante, y tendría tanto peso visual que daría la sensación de que la guitarra podría caerse del soporte en cualquier momento. El contenido visual no estaría equilibrado. Sin embargo, la incrustación Belle Fleur transmite un balance adecuado de fuerza y delicadeza con un poco de Art Nouveau, un poco de Art Déco y un poco de impresionismo estilizado. Al mirar ese diseño, me encaja con el resto de la guitarra. No hay ningún elemento que domine sobre otro. Las curvas de las incrustaciones sugieren los contornos del apoyabrazos y el cutaway biselado y de la silueta general de la guitarra. Todos los componentes reman en la misma dirección».
A veces, esta concepción estética puede presentar imprevistos en el marco de la línea Taylor. Tradicionalmente, cada serie ha compartido un conjunto de complementos (y, en la mayoría de los casos, también las maderas para el fondo y los aros), pero la diversidad de estilos de caja dentro de una misma serie puede dar lugar a personalidades sonoras muy diferentes.
En algunas situaciones, Andy se ha tomado licencias creativas para proponer diseños fuera de esas restricciones. Su colección Builder’s Edition le abrió nuevos caminos para desviarse de los parámetros de cada serie y crear piezas de tipo «montaje del director». Por ejemplo: con el estreno de la Grand Pacific, Andy decidió aplicar a los modelos 517 y 717 Builder’s Edition un esquema de complementos que quería reflejar tanto el legado de las guitarras clásicas de estilo dreadnought como la novedad de una voz musical diferente en el universo Taylor. Por esta razón, esos dos modelos compartían una sensibilidad estética y un diseño de incrustaciones que no coincidían con los rasgos de la Serie 500 o la Serie 700.
Otro caso parecido (aunque ajeno al contexto Builder’s Edition) fue el rediseño en el 2020 de la Grand Orchestra, que pasó a incluir varetaje V-Class y un nuevo juego de complementos. Las dos guitarras reinventadas, la 618e y la 818e, cuentan con un diseño de incrustaciones llamado Mission que no aparece en las series 600 y 800. Andy eligió un estilo de bloques como símbolo visual de la voz rotunda, potente e intensa de la guitarra. Pero, al mirar las incrustaciones más de cerca, se aprecia otra capa de refinado detallismo: en realidad, los bloques de madreperla están rodeados por un anillo exterior de marfiloide cortado con láser que añade un delicado elemento de degradado. (En la caja lateral correspondiente tienes más información sobre la ejecución técnica de este diseño).
«Me parece una buena elección para una Grand Orchestra», opina Andy. «Representa la idea que yo tengo de su sonido: es una guitarra poderosa, atrevida, dominante, pero por debajo de su imponente tamaño también emana una sensación de complejidad y refinamiento. Las incrustaciones, ya sean marcadores de posición o meros complementos decorativos, son una oportunidad de diseño para reafirmar la personalidad de la guitarra, puesto que todos los elementos cuentan una misma historia. Cuando miras el instrumento como intérprete, entiendes intuitivamente que las partes armonizan a la perfección. Y eso es para mí un diseño de incrustaciones bien hecho. Me gusta pensar que, dentro de cien años, un músico podría mirar esa guitarra y captar instintivamente que todo en ella es como debe ser».
Y seguro que el sonido también sería increíble.
En un próximo número de Wood&Steel, nuestro director de sostenibilidad de recursos naturales Scott Paul profundizará en las prácticas de abastecimiento de materiales como la madreperla y el abulón.