Tal como comentábamos hace poco en Wood&Steel (edición 2 del 2021), en Taylor Guitars hemos empezado a analizar muy seriamente nuestro uso de materiales plásticos. Y, cuanto más indagamos en el asunto, más abrumador parece el problema. La verdad es que este es un viaje que acabamos de iniciar, pero queríamos explicar en qué punto estamos, qué hemos aprendido hasta ahora y qué estamos intentando hacer al respecto.
Todo empezó el año pasado cuando Bob Thorp, de nuestro equipo de instalaciones, se enteró de que las balas de envoltorio elástico usado que generábamos ya no se reciclaban como nosotros suponíamos, sino que se enviaban a vertederos. Por «envoltorio elástico» me refiero al film transparente que utilizamos para asegurar las guitarras apiladas (dentro de sus estuches) en plataformas de carga o para envolver la madera que transportamos por la fábrica en palés. En prácticamente todos los almacenes de cualquier parte del mundo se usan envoltorios elásticos para asegurar los palés. Si te compras un sofá nuevo, probablemente estará envuelto en plástico. Si alquilas un camión de mudanzas, vendrá con cajas y mantas para proteger tus pertenencias.
Bien, a lo que íbamos: un día, Bob Thorp, Bob Taylor y yo fuimos hasta la esquina del campus de Taylor en la que dejamos nuestros residuos antes de que vengan a llevárselos. Estábamos contemplando varias balas de envoltorio elástico que, tal como acabábamos de saber, iban a terminar en un vertedero. Pasados unos minutos, Bob Taylor dio la orden de cancelar la recogida y eliminación hasta que encontráramos una solución más responsable. Acordamos que, mientras ese momento no llegara, Bob Thorp iría apilando las balas en el lugar más visible del campus: justo en medio del aparcamiento. La idea me encantó. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y yo veía desde la ventana de mi despacho cómo iba creciendo la pila de plástico, confieso que comencé a preocuparme. La cuestión era que, cuanto más nos esforzábamos por comprender el problema y encontrar soluciones, más confusa (y deprimente) parecía la situación.
El atolladero global del plástico
En la película clásica El graduado, el señor McGuire daba un consejo muy claro para Benjamin Braddock (Dustin Hoffman), un recién graduado en la universidad que no sabía muy bien hacia dónde dirigir su vida. «Plásticos», le sugería. «Los plásticos tienen mucho futuro. Piénsatelo». Ciertamente, en 1967 el futuro de los plásticos parecía muy prometedor: aquel material liviano sintético o semisintético podía moldearse en muchos productos útiles. Hoy, poco más de 50 años después de que Benjamin hiciera caso omiso de la recomendación del señor McGuire, la contaminación por plásticos está asfixiando al planeta.
Según datos de la ONU, en los años 90 los residuos plásticos triplicaron con creces el volumen de las décadas de los 70 y 80. Y, a principios de los 2000, la generación mundial de residuos plásticos había superado el nivel de los 40 años anteriores. La gran mayoría de nuestros residuos plásticos no tiene ningún valor ni mercado, así que alrededor del 90 % se quema, se desecha en vertederos o se envía a otros países. En última instancia, una enorme cantidad de ese plástico termina en el mar, formando lo que comúnmente se conoce como islas de basura que se acumulan en uno de los cinco giros oceánicos del planeta. Y ahí se queda el plástico, flotando y degradándose en esos gigantescos sistemas circulares de corrientes marinas.
El mito del reciclaje
Hasta hace muy poco, muchos ignorábamos la magnitud de nuestro problema con el plástico. Dormíamos en paz pensando que los programas de reciclaje convertían nuestros residuos plásticos en productos reciclables útiles que comprábamos, usábamos por muy poco tiempo y reciclábamos nuevamente en un sistema tan eficiente como el que sugiere el descriptivo símbolo de la cinta de Moebius. Si no le dabas muchas vueltas, tenía sentido. En realidad, Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Japón, por nombrar solo algunos territorios, no reciclan la mayoría de sus residuos plásticos, sino que los envían a otro sitio. Ojos que no ven, corazón que no siente.
Sin embargo, en 2017, el gobierno de China hizo saltar las alarmas cuando comunicó a la Organización Mundial del Comercio que ya no importaría gran parte de los residuos plásticos generados en todo el mundo. El impacto pasó desapercibido para el público general, pero la realidad es que no sabemos qué hacer con los desorbitados volúmenes de plástico que consumimos en la actualidad. Como compradores, se nos hace sorprendentemente difícil prescindir del plástico, ya que está presente en muchas de las cosas que utilizamos en el día a día.
Según el Foro Económico Mundial, el 32 % de los envases de plástico acaba contaminando el medioambiente en algún lugar del mundo.
En la práctica, casi todo el plástico que consumimos y desechamos tiene un valor económico negativo: cuesta más clasificarlo y procesarlo que fabricar nuevos productos con plástico virgen. En Estados Unidos, por ejemplo, solo se recicla un pequeño porcentaje de productos de plástico con más valor, como las botellas y garrafas de PET o HDPE. La inmensa mayoría del plástico que consumimos tiene un valor negativo y nunca llega a las plantas de reciclaje.
Jan Dell, ingeniera química independiente y fundadora de The Last Beach Cleanup (una ONG que combate la contaminación por plásticos), afirma que solo alrededor del 9 % de los residuos plásticos se recolecta para reciclaje. Y, hasta el 2017, aproximadamente la mitad de ese volumen se enviaba a China para ser clasificado, en muchos casos a mano. Aun así, gran parte del plástico transportado a China terminaba quemado o volcado en vertederos, lejos de la vista de las personas que lo habían comprado, usado y tirado. Según el Foro Económico Mundial, el 32 % de los envases de plástico acaba contaminando el medio ambiente en algún lugar del mundo, y mucho de ese plástico llega a nuestros océanos, ríos y costas, o bien se queda flotando en el aire. Otro 40 % se deposita en vertederos, y un 14 % se incinera.
Para simplificar: durante décadas, el consumo mundial de plásticos fue aumentando de manera desmesurada y exponencial, pero el sistema funcionaba porque los países occidentales importaban contenedores llenos de productos de China y, a su vez, exportaban poco volumen. En consecuencia, el precio [RF1] de los envíos a China era mucho más bajo que el de los envíos desde China. Una vez allí, y gracias en parte al bajo coste de la mano de obra, a algunas empresas chinas les resultaba rentable clasificar una fracción del material y convertirla en pellets para revenderla. El porcentaje que no generaba ninguna ganancia se volcaba en vertederos o se incineraba. Así estuvo operando la infraestructura global del «reciclaje» durante muchos años… hasta que el gobierno chino tomó conciencia de los costes externos asociados a esas prácticas, como la salud humana y la contaminación. Y, en 2017, China notificó a la Organización Mundial del Comercio que el juego había terminado. Por supuesto, todavía se siguen enviando residuos plásticos con regularidad a lugares como Tailandia, Indonesia, Vietnam o la India, en los que el material se clasifica y se limpia (en gran parte a mano) de cara al reciclaje. El plástico que se considera que tiene valor negativo se tira o se quema allí mismo. Los consumidores de todos los países adquieren y desechan productos de plástico a un ritmo alarmante, pero la mayoría de ellos compra lo que quiere/necesita/puede pagar, y no suele haber muchas opciones para evitar esos artículos o envases de plástico que el propio mercado comercializa de forma tan agresiva. Por su parte, a los productores y fabricantes raramente se les responsabiliza del tratamiento o la eliminación de sus artículos una vez que han pasado a las manos del consumidor.
Mientras tanto, en Taylor Guitars…
Durante varios meses, al mirar por la ventana de mi despacho veía cómo iba creciendo nuestro cubo de envoltorio de plástico. Publicamos una imagen en las redes sociales, escribimos sobre ello en el boletín interno de Taylor, leímos informes, nos pusimos en contacto con otras empresas y consultamos con expertos en medio ambiente, como John Hocevar de Greenpeace y Jan Dell de The Last Beach Cleanup. También empezamos a investigar otros casos de uso de plástico en fábricas. Mientras tratábamos de separar el trigo de la paja y desenmarañar diversas contradicciones, sucedió algo curioso. Al parecer, el cubo gigante de plástico, esa piedra en el zapato de la que no se libraba nadie que buscara una plaza para aparcar, espoleó muchas conversaciones a lo largo y ancho del campus de Taylor, y acabó conduciendo a la implementación de diversas soluciones y alternativas para usar menos plástico. Por ejemplo: los palés de mástiles de guitarra que desplazamos en montacargas de un edificio a otro aquí en El Cajón, o que enviamos desde El Cajón hacia nuestra fábrica de Tecate (México), ya no se aseguran con envoltorios de plástico, sino que ahora se transportan en recipientes de cartón con bordes metálicos. Lo mismo hemos hecho con los contenedores llenos de piezas de guitarra que movemos de aquí para allá. También estamos explorando nuevos diseños para evitar el plástico en los envases de nuestros slides de ébano, y queremos recurrir al papel para la protección de los envíos de nuestros artículos TaylorWare (camisetas, gorras, tazas de café, etcétera). Aun así, podrías estar pensando que todo eso ya lo deberíamos haber pensado hace años… y tendrías toda la razón.
¿Y qué pasó con el gran cubo de plástico?
Cuando hablábamos con otras empresas para encontrar la forma más responsable de deshacernos de nuestros envoltorios elásticos (unas decían que tendríamos que pagar para que se los llevaran; otras, que nos pagarían por ello), siempre hacíamos lasmismas preguntas. ¿Qué haréis con ese plástico? ¿Vais a venderlo, tirarlo a un vertedero, quemarlo, reciclarlo? Si se recicla, ¿en qué se convertirá? ¿A qué distancia se transportará? ¿Lo exportaréis? No queríamos que nos dieran respuestas específicas y predeterminadas, sino entender la situación desde la premisa básica de que el reciclaje es obviamente mejor que el vertido y que el transporte a pocos kilómetros es más conveniente que a lugares lejanos. El hecho de pagar o que nos pagaran no era algo que tuviéramos en cuenta, ya que de todas formas no era mucho dinero.
De todo el plástico que ha existido en la historia, más de la mitad se ha producido en los últimos 15 años.
Actualmente, Taylor está trabajando con una empresa llamada PreZero que tiene una planta de reciclaje en Jurupa Valley (California), a poco más de 150 kilómetros de nuestra fábrica. PreZero recicla nuestro envoltorio plástico en forma de pellets que se envían a sus instalaciones de Oroville, también en California. Allí, los pellets se utilizan para producir bolsas de polietileno que se venden a tiendas de marca en centros comerciales. La planta de PreZero en Oroville es una de las pocas que hemos encontrado en las que se hacen bolsas de polietileno con material reciclado (nosotros las usamos para los envíos de guitarras, como explicaré enseguida).
Muchos de los expertos con los que hemos hablado de nuestro problema con los envoltorios elásticos nos han animado a comprar plásticos con contenido reciclado, porque entre todos tenemos que estimular el mercado del reciclaje. Pero la cruda realidad es que el plástico virgen es más barato que el reciclado y, por lo tanto, la infraestructura del reciclaje de plástico es ridículamente exigua.
La verdad sobre las bolsas de polietileno en Taylor
Como hemos explicado muchas veces en Wood&Steel, creemos que la principal amenaza para las guitarras acústicas de madera maciza es un ambiente demasiado seco o demasiado húmedo. Somos tan estrictos con el control de la humedad que no solo todas las guitarras y estuches de madera que producimos están construidos en un entorno regulado, sino que, antes de empaquetar las guitarras en nuestro almacén de envíos, colocamos los estuches o fundas que las contienen en bolsas de polietileno para proteger aún más al instrumento en su recorrido por Estados Unidos o hacia otras regiones del mundo.
Las guitarras salen de nuestra fábrica en condiciones óptimas, pero su periplo hasta llegar a su destino puede ser ajetreado. Es probable que el instrumento viaje en un camión semirremolque, o que lo carguen dentro de un contenedor de metal en un buque de carga. Antes de que la guitarra llegue a ti, es probable que haya estado guardada en un almacén y, según la época del año, puede haber viajado a través de zonas con climas y niveles de humedad muy diferentes. La exposición a cambios significativos de temperatura y humedad, especialmente cuando es baja, puede hacer que la madera se contraiga (o se hinche si la humedad es alta), lo cual tendrá un impacto negativo sobre el sonido y la sensación e incluso puede dañar al instrumento. Dicho esto, una guitarra de buena calidad que esté bien cuidada durará generaciones.
Hasta hace poco, nuestras bolsas de polietileno estaban hechas con resina 100 % virgen. Pero, gracias a esa montaña de plástico que me acechaba por la ventana de mi despacho, ya hemos completado la transición a las bolsas fabricadas por PreZero con un 60 % de contenido reciclado (que esperamos que pronto aumente a un 80 %).
Resumiendo: ahora, nuestros residuos de envoltorios de plástico (que ya estamos usando menos) se reciclan en pellets en Jurupa Valley y se envían a Oroville, donde se convierten en bolsas de polietileno sin salir de California. Y nosotros compramos esas bolsas para proteger nuestras guitarras en lugar de las unidades de fibra de polietileno virgen que utilizábamos anteriormente. No es una solución ideal, pero es mejor que lo que teníamos hasta el momento. Esta es una de las razones por las que en Taylor evitamos proclamar que somos una empresa sostenible o que nuestras guitarras son sostenibles, porque (a) si analizamos todo el proceso de fabricación, nosotros no lo somos y nuestros instrumentos tampoco, y (b) la sostenibilidad debe ser entendida como un viaje sin final.
Y, solo para dejarlo claro: nuestra intención al comentar todo esto no es ganarnos una palmadita en la espalda. Tenemos otros problemas relacionados con el plástico que debemos abordar. Con toda sinceridad, hace muy poco que hemos empezado a adentrarnos en todo esto, y a mí me corresponde disculparme por ello. Sencillamente, queremos ser transparentes y explicar dónde estamos y qué estamos haciendo. Sabemos que el camino es muy largo; de hecho, hemos tenido suerte de habernos cruzado con PreZero para reciclar nuestro film transparente a un nivel razonablemente «local». También nos ayuda el hecho de que nuestros residuos plásticos son de una sola clase industrial relativamente limpia y tienen suficiente calidad y volumen como para recolectarlos en balas. (Nota: no coloques este tipo de residuos plásticos blandos en los contenedores de reciclaje de tu casa, ya que las infraestructuras municipales no tienen capacidad para clasificarlos, limpiarlos y procesarlos).
Así que aquí estamos. De todo el plástico que ha existido en la historia, más de la mitad se ha producido en los últimos 15 años. Como ciudadanos individuales, podemos fijarnos el objetivo de reducir la generación de residuos plásticos y consumir menos y con más discreción. Pero la verdad es que lo mejor que podemos hacer es responsabilizar a las empresas, votar, aprobar leyes y denunciar la falacia del greenwashing allá donde la veamos. Y eso incluye a Taylor Guitars; por lo tanto, si hay algo que te preocupe en este sentido, puedes trasmitírmelo directamente a mí. Ya tenemos una lista de temas a tratar. Está claro que los pasos que hemos dado en Taylor con los envoltorios plásticos y las bolsas de polietileno tienen un efecto positivo, pero ahora mismo son más una atenuación de daños que una solución. Todos podemos hacer mucho más para limpiar nuestra casa. Que no se nos olvide: la sostenibilidad es una travesía que no acaba nunca, y no podemos bajar el ritmo.