Me encanta escuchar historias. Relatos de victoria o de tragedia, de introspección o de llamada a la acción. Para mí, las historias crean una forma de comunicación no solo entre las personas de nuestra época, sino también entre nosotros y las generaciones pasadas y futuras.
Por maravillosas que sean las historias habladas y escritas, cuando toman la forma de una canción adquieren un significado que va mucho más allá de las palabras cantadas (si es que hacen falta palabras…). Esas canciones, esas historias musicales, son una parte muy importante de lo que nos impulsa a construir guitarras. Cuando alguien pulsa las cuerdas, se transmite una emoción canalizada por una inacabable diversidad expresiva que trasciende cualquier límite. Cada intérprete, cada historia, es algo único.
Para responder a esa variedad de canciones que se tocan, parece que haría falta una multiplicidad proporcional de instrumentos con voces igualmente únicas. Todas las guitarras que hacemos en Taylor tienen su razón de ser, ya que las infinitas emociones de la música se comunican mejor si el propio sonido apoya la canción. Las características de distintas guitarras pueden parecer similares a simple vista. Y, para ser justos, hay que decir que, a veces, las diferencias entre un instrumento y otro son sutiles. Pero, haciendo un paralelismo, eso también pasa con los temas de las historias que contamos; por ejemplo, las que hablan de amores perdidos o encontrados. Aunque un asunto sea lo bastante universal como para que todos lo reconozcamos, al mismo tiempo puede tomar un cariz tan profundamente personal como para marcar un momento decisivo en nuestra vida. Los instrumentos musicales también son un poco así. Pueden parecer similares en algunos aspectos, pero, cuando forman parte de nuestra experiencia directa, nos damos cuenta de que cada uno es único y especial.
Las guitarras pueden parecer similares en algunos aspectos, pero, cuando forman parte de nuestra experiencia directa, nos damos cuenta de que cada una es única y especial.
Hace poco, estaba leyendo un libro de Iain McGilchrist titulado «El maestro y su emisario» (The Master and His Emissary, en su versión original en inglés) que trata la naturaleza bihemisférica de la mente humana y la influencia de esta estructura en nuestra experiencia. En su descripción de la manera en que la mente tiende a organizar los objetos inanimados, el autor señala algo muy interesante, y es que existen dos categorías que se agrupan entre las correspondientes a los seres vivos: los alimentos y los instrumentos musicales. Este detalle me pareció muy llamativo, porque habla de la relación extremadamente íntima y personal que los músicos mantienen con sus instrumentos y de la evolución continua de esa conexión. Las historias que contamos a través de nuestras canciones forman parte de un relato mucho más amplio que nunca deja de desarrollarse. De alguna manera, es como si una historia explicada con una canción fuera un mensaje que nunca deja de vivir y crecer.
Las guitarras que construimos nacen para ayudar a los músicos a contar sus historias. Esa miríada de conexiones humanas que se crean a partir de las canciones es un contrapunto a las informaciones neutras con las que los medios nos apabullan cada día. Todos estamos rodeados de titulares que reclaman nuestra atención en cada esquina y que, casi siempre, lanzan información sobre un problema en alguna parte. Con este telón de fondo de comunicación impersonal, la narrativa profundamente individual de un músico es casi un valiente acto de rebeldía.
Esto me recuerda a un poema breve de Longfellow titulado The Arrow and the Song (La flecha y la canción):
Lancé una flecha al cielo azul. Cayó en la tierra, ignoro dónde. Partió tan rauda que la vista seguir su vuelo no logró. Una canción lancé a los aires. Cayó en la tierra, ignoro dónde. ¿Qué ojos pueden seguir el vuelo infinito de una canción? Mucho más tarde hallé en un roble la flecha, entera todavía; y la canción la encontré intacta en el corazón de un amigo.*
Entre otros temas, estos versos sugieren que no siempre sabemos dónde, sobre quién y de qué forma tendrán algún impacto nuestras historias. Sin embargo, frente a esta incertidumbre, los músicos encontrarán el coraje para dar un paso adelante, compartir sus canciones con quienes puedan escucharlas y seguir caminando con su arte acompañados de sus instrumentos.
Por este y otros motivos, en Taylor Guitars nos sentimos muy afortunados por poder ofrecer las guitarras de nuestra última colección, que puedes ver en nuestra guía de productos. Verás que hay propuestas muy variadas en cuanto a influencias, maderas, sonidos y sensaciones: la idea es encontrarnos con los músicos allá donde sus canciones les lleven. Algunos modelos están construidos con materiales humildes y complementos modestos; otros vienen envueltos en una estética suntuosa que embelesará a sus dueños. Sea cual sea el lugar hacia el que te guíe tu música, esperamos estimularte para que toques, compartas tus canciones y cuentes tus historias.
*Traducción de Agustí Bartra: Antología de la poesía norteamericana, UNAM, 1959