Ciertamente, la efeméride de los 50 años de Taylor invita a mirar en retrospectiva y estimula muchos comentarios por parte de guitarristas y seguidores de nuestra empresa. A Bob y Kurt les han preguntado unas cuantas veces si, cuando empezaron, se imaginaban cómo sería llevar 50 años en el negocio. Ambos tienen su forma de verlo, como muestran sus columnas en este número de Wood&Steel. Como yo no estaba allí en aquel momento, solo puedo hablar desde mi propia experiencia. Y la verdad es que, cuando empecé a trabajar por mi cuenta con otros músicos y sus instrumentos hace más de 30 años, era demasiado joven para imaginar un futuro tan lejano.
Es posible que algunos adolescentes tengan la capacidad de proyectarse 20, 30, 50 años o más en un futuro no escrito, pero está claro que ese no era mi caso. Ni siquiera me parecía que tratar con instrumentos fuera algo que entrara dentro de la categoría de “trabajo”. Para mí, las guitarras y la música eran un juego y una diversión de primera. Cuando tenía un encargo, me limitaba a considerar qué podía hacer para que el instrumento funcionara bien para su dueño; el futuro me preocupaba muy poco o nada. Y hoy en día tiendo a mantener ese mismo patrón de pensamiento. Me cuesta mirar más allá cuando tengo una guitarra entre manos. Y, por lo tanto, los hitos como este aniversario suelen agarrarme por sorpresa.
El ritmo diario de trabajo concentrado implica una cierta dirección que en la práctica delinea el contorno de un futuro. Y, aunque rara vez he pensado en cómo podría ser una empresa de 50 años de edad, casi todos los días me he dicho: “si vas a hacer una guitarra, intenta que sea buena”. Esa idea de esfuerzo me guía en cada tarea individual: dejar un traste bien colocado, ajustar la acción de las cuerdas más adecuada para una guitarra en concreto, o cualquiera de las otras mil cosas que intervienen en la creación de un buen instrumento para un músico. Y, con la perspectiva del tiempo, ese tipo de pequeñas decisiones cotidianas acaban dando forma a tu actividad en un sentido más amplio. En otras palabras, el simple hecho de intentar construir guitarras mejores cada día ayuda a marcar el camino del tipo de empresa que somos.
No quiero decir que las grandes cosas sucedan por accidente: ninguna compañía llega a estas edades por casualidad, sino que hace falta voluntad, esfuerzo y perseverancia para consolidarla. Pero eso se consigue a través de labores individuales que se llevan a cabo en un día, o incluso en una hora, pero siempre con la intención de lograr un buen resultado.
Nuestro deseo es construir las mejores guitarras que podamos, y espero que nuestros instrumentos transmitan esa intención.
Si llevas un tiempo leyendo Wood&Steel, sabrás que a Bob le gusta mucho ir de acampada. Hace unos años, Bob decidió comprarse un pequeño remolque para llegar a lugares remotos y disfrutar de algunas comodidades domésticas. Cuando le llegó el remolque, lo estuvimos examinando durante un rato y ambos tuvimos una callada sensación de decepción. Bob rompió el silencio para comentar que parecía como si lo hubiera construido alguien que odiaba su trabajo. O, como mínimo, alguien a quien le daba igual hacerlo bien o mal. Y tenía toda la razón. El objeto estaba ahí y era el remolque de camping que decía ser, pero algo fallaba. Inmediatamente, Bob empezó a hacer planes para reconstruirlo y convertirlo en lo que él quería que fuera.
Yo interpreto ese remolque mal hecho como una metáfora de mi forma de pensar en las guitarras. Los músicos sabemos ver que algo falla en un instrumento aunque no podamos identificar claramente ningún defecto en particular. Es como si tuviéramos una antena que, al tocar, nos permitiera detectar en el instrumento tanto la capacidad como (muy importante) la intención de su creador. En Taylor, ponemos toda nuestra intención en construir una buena guitarra. No siempre nos sale todo redondo; muchas veces, se nos pasa por alto un detalle o cometemos algún error. Esos fallos me molestan profundamente y nos motivan a hacer mejor nuestro trabajo. Aunque en ocasiones nos equivoquemos, nuestro deseo es construir las mejores guitarras que podamos y esforzarnos día a día para lograrlo. Y espero que los instrumentos que creamos transmitan esa intención.
Ahora que estamos haciendo balance de todo el tiempo y el trabajo que han llevado a Taylor Guitars a su quincuagésimo año de carrera, se nos presenta una muy buena oportunidad para preguntarnos qué clase de empresa queremos ser en el futuro. Personalmente, a mí me gustaría ser una de esas compañías que siempre quiere dar el máximo en todo lo que hace. El objetivo es tratar lo mejor posible a la guitarra que tenemos en el taller, a su intérprete, a los recursos forestales disponibles o a cualquier cosa que se nos confíe. Para lograrlo, seguiremos cada día al pie del cañón hasta que alcancemos nuestro próximo hito.
Kurt y Bob merecen que todos les felicitemos por la compañía que han creado y guiado durante cinco décadas. Para mí, es un honor formar parte de ese legado y aportar mi contribución al instrumento que amamos y a la comunidad de músicos que disfrutan de las guitarras que construimos. Estoy ansioso por continuar con esta aventura que nos llevará a cumplir 50 años más. Y, para ello, seguiremos avanzando día a día.