La alegría es para compartirla
Hace no mucho, mi padre se compró una guitarra Taylor [una T5z Classic Koa LTD] que le encantaba. El día que le llegó, estaba como un niño chico en la mañana de Reyes. La tocaba siempre que podía. ¡Incluso se saltaba horas laborales (trabajábamos en el mismo sitio) para darle a las cuerdas!
Yo soy fotógrafa aficionada, así que un día me preguntó si podía hacerle unas fotos a su flamante y querida guitarra para enviároslas. Por supuesto, le dije que sí. Pero con una condición: él tenía que salir en las fotos tocándola. Lamentablemente, una enfermedad truncó nuestros planes. Cuando falleció, quise honrarle haciendo las fotos que él había imaginado en un principio.
Mi padre fue una persona increíble en muchos sentidos. Cada vez que a sus hijos o nietos nos daba por una nueva afición, siempre nos decía que lo hacíamos muy bien (aunque en realidad no fuera así).
Muchas gracias por ofrecer un producto fabuloso que le dio tanta alegría a mi padre.
Jess Goins En memoria de Bill Goins | 12/08/50 – 11/08/21Amor eterno
En la contraportada del último número de Wood&Steel vi vuestra Grand Auditorium de nogal y secuoya roja personalizada. Siguiendo un impulso, busqué en Internet por si había alguna disponible. Efectivamente: la tienda Mojo’s Music de la zona sur de Illinois tenía una a la venta. Llamé por teléfono y organicé la compra con el propietario del comercio, Thomas Pullen, que fue extraordinariamente atento y profesional. Y me quedó claro que aquella Taylor estaba destinada a ser mía cuando, solo dos horas después de comprarla, recibí un cheque de reembolso de mi seguro médico por un importe que coincidía casi exactamente con el precio de la guitarra. Muy de vez en cuando pasan estas cosas maravillosas. En cualquier caso, desde que me llegó esta bellísima obra de arte la he estado tocando prácticamente sin parar. Cada detalle de este instrumento irradia una calidad y una artesanía indescriptibles, ¡incluido el estuche! El sonido es rico y cálido con un rango amplio y expansivo. Yo tengo una magnífica 314, una GS Mini de koa y una vieja Nagoya hecha de palosanto de Brasil antes de la prohibición de esta madera; un auténtico tesoro. Pero debo decir que mi nueva GA es la estrella de la colección y que, además, supera a todas mis eléctricas en cuanto a puesta a punto y acabado. Esta es la compra de mi vida, así que me gustaría transmitiros a todos en Taylor mi más sincero agradecimiento y mis felicitaciones por un trabajo tan exquisito. Disfrutaré de este instrumento de ensueño hasta el fin de los días.
Charlie Levy Suffolk, VirginiaMejor en las distancias cortas
Solo quería deciros que estoy entusiasmadísima con mi nueva Taylor 326ce. Me encanta poder rasguear acordes con cuerdas de calibre fino en una guitarra de caja grande y escala corta. Yo tengo las manos pequeñas y siempre he tocado instrumentos de escala corta (como las Gibson de hombros redondeados), de manera que la 326ce es el tipo de modelo que llevaba años deseando encontrar en la gama de Taylor. Si algún día os da por construir una guitarra de caja grande y escala de 628,6 mm que permita rasguear con cuerdas de calibre fino, os prometo que seré la primera en la cola para comprármela.
¡Gracias por esta guitarra tan genial!
Emily BarracanoUn legado duradero
Hace poco, leí una columna de Andy Powers en Wood&Steel que me conmovió [«Valor duradero», en el número 101/edición 3 de 2020].
Andy, ahí dejabas caer muchas ideas, pero la que realmente me impactó fue la que tenía que ver con las guitarras viejas: la importancia de apreciar algo que mejora a medida que envejece, que no depende de «una tecnología nueva y más sofisticada» y que desafía el principio según el cual «es mejor tirar una cosa vieja y subirse al carro de la última novedad, sea cual sea».
Igual que tú, yo también me ganaba la vida trabajando con las manos. Me dedicaba a reconstruir dentaduras, máquinas de masticar que se habían desgastado con el tiempo. Ya desde pequeño usaba las manos para hacer maquetas de aviones. Buscaba piezas de madera maciza desechada entre los residuos de una tienda de muebles que había cerca de mi casa y las reciclaba para transformarlas en juguetes. ¡Qué divertido era construir mis propios objetos! Más tarde, me hice dentista y seguí con mis proyectos, en este caso creando belleza con las sonrisas de la gente.
Por el camino, descubrí la música, me compré mi primera guitarra en la tienda McCabe’s y empecé a tomar clases. Eso fue hace 50 años. La guitarra se convirtió en una amiga que me esperaba después de un día de estrés en el trabajo. Y, aunque mi nivel no pasa de intermedio, nunca he dejado de aprender. Fui acumulando instrumentos hasta que conocí las guitarras Taylor. Ahora tengo cuatro: una 314, una 614, una 814 y una T5. ¡Parece que la GA es mi talla!
No tengo palabras para expresar lo mucho que disfruto tocando vuestras guitarras en esta etapa de mi vida. Hago música con otras personas, aprendo nuevas canciones sin parar, me invento solos, toco melodías con acompañamiento de acordes…
Mi propia madurez (80 años) va en línea con la de la madera. El sonido, el timbre, el veteado, la sensación de tocar un instrumento hermoso y saber que puedo sacar algo igualmente hermoso de él me aportan un placer inmenso a mí y a los que me rodean. Mis dos hijas, mi hijo y varias de mis nietas también se dedican a la música, y sé que escuchar canciones en su entorno directo mientras crecían fue una influencia para sus aspiraciones artísticas. Al leer las palabras de Andy sobre lo «duradero», yo pensaba en el legado que les dejamos a quienes se emocionan con la música y quieren que eso forme parte de sus vidas. Cuando yo ya no esté aquí, la música seguirá presente.
Mike Lerner