Raíces nativas

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El guitarrista Stevie Salas, RUMBLE y los músicos nativos americanos que contribuyeron al nacimiento del rock ‘n’ roll.

Imagínate la siguiente escena. A la izquierda, un LP gira en un tocadiscos. A la derecha, una mujer llamada Pura Fé escucha la música ataviada con prendas de ropa y pendientes que señalan de forma sutil pero inconfundible el legado tuscarora y taíno que la distingue como nativa americana. El tema que suena tiene un aire crudo y lo-fi. Es una grabación clásica de blues del cantante y guitarrista Charley Patton. Al reconocerla, Fé ríe y el rostro se le ilumina. Sigue el ritmo de la música y se pone a cantar. Esa chispa desencadena una conexión musical que, aunque se remonta a más de un siglo, es indestructible.

«Me transporta al lugar de donde vengo», dice. «Puedo identificar todas esas canciones tradicionales de los nativos americanos. Esto es música india canalizada por una guitarra».

Esta secuencia de unos dos minutos recupera generaciones de sonido que se transmiten a través de culturas y linajes: folk de los indígenas norteamericanos, blues de raíces afroamericanas y un ritmo de rock ‘n’ roll clásico. Y la música revela un vínculo tan inequívoco que incluso un oyente no iniciado lo captaría.

Esa es la fuerza del documental musical de 2017 RUMBLE: The Indians Who Rocked the World («RETUMBO: Los indios que sacudieron al mundo»), con producción ejecutiva de Stevie Salas. Esta película, cuyo título alude a aquel clásico instrumental de Link Wray (de ascendencia shawnee) marcado por un incandescente motivo de tres acordes, es una rara avis con un aura de poder restaurador. El documental reconstruye los hilos culturales que, en su momento, fueron activamente desmantelados por los poderes fácticos y los devuelve a los oídos del oyente moderno. RUMBLE ha recibido varios premios en festivales de cine independiente y es de visión obligada para todos los aficionados al rock clásico, el blues o la música tradicional de cualquier tipo.

Stevie Salas: manos alucinantes

Desde el principio, queda claro que RUMBLE está imbuida de un amor y una autenticidad que la elevan del nivel de producción estándar de la televisión pública al estatus de obra de arte sincera e inspirada. Y, teniendo en cuenta que el timón lo maneja Stevie Salas como productor ejecutivo, no es sorprendente que la película cumpla su promesa de ponerle rock ‘n’ roll a tu vida.

Salas, nacido en 1964 en Oceanside (una localidad de California que, casualmente, queda cerca de la sede de Taylor en San Diego), es el tipo de músico que en un mundo más justo sería un artista archiconocido más allá de su prestigio en los círculos especializados. Aunque no tocó su primera guitarra hasta los quince años, no perdió el tiempo y enseguida se lanzó a perseguir sus sueños rocanroleros. En 1986 empezó a trabajar como guitarrista de estudio y directo acompañando a las leyendas del funk George Clinton y Bootsy Collins. Salas creció escuchando a clásicos como Led Zeppelin, Cream, Jimi Hendrix o James Brown, pero fue su padrastro (también músico de rock) quien le despertó un auténtico interés por el mundo de la música. No tardó en hacerse un nombre entre lo más granado del circuito y, en 1988, entró en la banda de directo de Rod Stewart.

Pero, a pesar de su extensísimo currículum como músico de banda (desde Mick Jagger, Ronnie Wood, Bernard Fowler y Steven Tyler hasta el rapero TI o los iconos pop Justin Timberlake y Adam Lambert), muchos le recuerdan por su momentazo musical en la película de culto Las alucinantes aventuras de Bill y Ted. Esta obra magna del humor surrealista, protagonizada por Alex Winter y un joven Keanu Reeves, relata las tribulaciones de dos adolescentes más bien espesos cuyas aspiraciones a rock star se ven constantemente truncadas por obstáculos tan mundanos como las exigencias del instituto o su total incapacidad para tocar instrumentos. Tras recibir poderes para viajar en el tiempo de la mano de Rufus, un misterioso humano del futuro interpretado por George Carlin, los chavales van saltando de una época a otra en busca de personajes que puedan ayudarles a hacer un trabajo de historia épico para salvar el curso escolar y mantener viva la llama de sus pretensiones rockeras.

Tras muchas payasadas, Bill y Ted concluyen su periplo con una presentación musical improvisada y liderada por Rufus, que para rematar la película interpreta un solo de guitarra tan intenso como disparatado. Con el objetivo de darle algo de verdad a la escena, los productores contrataron a Salas como guitarrista, así que las manos que ves en pantalla son las suyas. Y, para lograr el sonido vertiginoso pero chapucero del solo, Salas grabó el audio tocando con la guitarra al revés, es decir, como si fuera zurdo.

Bill y Ted supuso un momento muy afortunado para un músico ya respetado, y abrió la puerta a una dilatada carrera que ha llevado a Salas a tocar por todo el mundo con una larguísima lista de grandes del rock y el funk. Su aventura en solitario arrancó con un proyecto llamado Colorcode, que en 1990 se estrenó oficialmente con un álbum homónimo producido por Bill Laswell. Tras la gira de presentación, en la que actuó como telonero de Joe Satriani, el disco registró buenas ventas internacionales y fue seguido por seis lanzamientos de estudio y dos en directo.

«Nunca utilicé mi origen como una parte de la imagen que vendía de mí mismo. El elemento nativo se limitaba a quién era yo en el plano personal».

Stevie Salas

Aparte de Colorcode, Salas también ha grabado música con su propio nombre y bajo la fuerte influencia de sus raíces indígenas. Aunque su ascendencia es apache, Salas reconoce que, durante gran parte de su carrera, el legado nativo americano penetró en su trabajo sobre todo a través de músicos no indígenas como Jimmy Page y Jeff Beck, quienes a su vez se inspiraron en los sonidos nativos que permearon el blues típicamente asociado a las comunidades afroamericanas radicadas en el sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil y en la época de la Reconstrucción.

«Nunca utilicé mi origen como una parte de la imagen que vendía de mí mismo», explica Salas. «Quería ser reconocido como uno de los grandes, y trabajar con los grandes, solo por lo que podía ofrecer como músico. El elemento nativo se limitaba a quién era yo en el plano personal».

Un retumbar en la distancia: el nacimiento de RUMBLE

El acercamiento de Salas al legado indígena fue impulsado por su colaboración con Brian Wright-McLeod, periodista musical y locutor de radio de ascendencia dakota-anishinaabe y establecido en Toronto. Gracias a Wright-McLeod descubrió a Jesse Ed Davis, un guitarrista conocido por haber tocado con Taj Mahal, Eric Clapton y John Lennon, entre otros. Por entonces, Salas decidió promover proyectos culturales que vincularan a los músicos nativos americanos con las corrientes mayoritarias de la música popular. Antes de empezar a trabajar en RUMBLE, Salas se alió con Tim Johnson (mohawk), director asociado del Instituto Smithsoniano de Washington D. C., para programar una exposición titulada Up Where We Belong: Natives in Popular Culture («El lugar al que pertenecemos: los nativos americanos en la cultura popular»).

«Como nativo americano, tenía que devolverle cosas a mi gente, dejar algo más que los saltos de un mono con una guitarra en un escenario», expresa Salas. «Sentía la necesidad de hacer algo más importante».

RUMBLE se estrenó en el Festival de Cine de Sundance en el 2017, cinco años después de que Salas propusiera la idea. La crítica la recibió con grandes elogios y ganó el premio especial del jurado a la excelencia narrativa en documentales del mundo. También se llevó galardones en otros festivales de cine independiente, entre ellos, el de mejor documental musical en el Festival Internacional de Cine de Boulder y tres premios Canadian Screen en el 2018.

Un ecosistema que conecta la música y la historia

Desde el punto de vista formal, RUMBLE sigue un canon habitual en los documentales musicales: las entrevistas se intercalan con imágenes históricas de principios del siglo XX y fragmentos de actuaciones tanto clásicas como modernas en un lenguaje audiovisual muy reconocible para el espectador medio. El punto verdaderamente diferencial de la película es la manera en que saca a la luz conexiones insospechadas entre sonidos que la gran mayoría, sea cual sea nuestro nivel de conocimiento de la historia de la música, pensaríamos que son totalmente independientes. Igual que un biólogo investiga los lazos invisibles entre especies en la larga cadena evolutiva, RUMBLE sigue el rastro de varios rasgos característicos de distintos estilos musicales. Para ello, retrocede en el tiempo desde los artistas que convencionalmente asumimos como los creadores de esos géneros hasta las influencias ocultas de las comunidades indígenas norteamericanas. Y, por el camino, la película consigue sorprender y emocionar a un espectador que quizá pensaba que ya conocía esas historias.

La muestra más poderosa de esas conexiones se remonta a más de cien años en la historia de los pueblos indígenas, las comunidades afroamericanas y los Estados Unidos como nación. Todos conocemos a Robert Johnson, el guitarrista cuya forma de tocar se considera fundacional en el nacimiento del blues y, por extensión, del rock ‘n’ roll en todas sus variedades. Sin embargo, la cosa es más complicada. Y, aunque la influencia de Johnson es un hecho, RUMBLE dirige la mirada hacia otro iniciador del sonido del blues.

Citando una conversación con su amigo, vecino y también guitarrista Charlie Sexton, Stevie Salas resume la verdadera historia tras el mito.

«Todo el mundo tiene en la cabeza a Robert Johnson porque su narrativa es irresistible», argumenta refiriéndose a la leyenda del cruce de caminos en el que Johnson vendió su alma al diablo a cambio de su talento musical. «Pero cualquiera que entienda de verdad sabe que, en realidad, la figura clave fue Charley Patton».

Patton nació probablemente en 1891 y creció en el centro y noroeste de Misisipi, cerca del territorio habitado por los indios choctaw. Y se cree que, aparte de su herencia afroamericana, podría tener ascendencia choctaw. De hecho, esa combinación era bastante común a finales del siglo XIX y principios del XX, lo cual tenía mucho que ver con la política racial de la época. Tal como se subraya en RUMBLE, las comunidades negras e indígenas interactuaban habitualmente como resultado de la huida de esclavos que buscaban refugio en las poblaciones tribales, entre otras causas. Las aldeas y comunidades nativas no solo acogieron a muchos esclavos fugitivos, sino que se convirtieron en parte integral del famoso Ferrocarril Subterráneo.

Charley Patton vivió inmerso en estas comunidades integradas por negros y nativos norteamericanos y se empapó de los estilos musicales de ambas culturas.

Después de la Guerra Civil y del fin de la esclavitud en los Estados Unidos, las relaciones entre negros y nativos se hicieron más intrincadas. En particular, las tribus cherokee, choctaw, chickasaw, seminola y creek tenían porcentajes significativos de personas de origen negro. Sin embargo, las instituciones de la Reconstrucción en el sur de Estados Unidos veían esta mezcla como una amenaza, y la discriminación racial continuó. En muchos casos, el gobierno de la época suprimió el complejo legado de los afroamericanos descendientes de esclavos liberados e indígenas norteamericanos, y los mestizos fueron categorizados como negros y no como nativos para negarles sus derechos a la propiedad de tierras. Los legisladores también utilizaron la confluencia racial como herramienta para eliminar las exenciones de impuestos para las comunidades nativas norteamericanas.

Dejando a un lado la política, Patton vivió inmerso en estas comunidades mixtas y se empapó de los estilos musicales de ambos pueblos. Era famoso por su llamativa puesta en escena, que incluía extravagancias como tocar la guitarra por detrás de la cabeza (un número que Jimi Hendrix adoptaría en el futuro). La influencia de Patton en la música rock es innegable: la leyenda del blues Howlin’ Wolf le identificó como un referente capital, y el propio Howlin’ Wolf inspiró a músicos europeos tan populares como los Rolling Stones.

Para Stevie Salas, este legado ha permanecido al margen de los focos.

«Cuando empiezas a buscar, te das cuenta de que toda la información estaba ahí», revela. «Pero no habíamos sido capaces de verla».

Las lecciones de historia de RUMBLE son de amplio alcance, ya que retratan la propagación de conceptos musicales a lo largo y ancho de todo un continente.

«La música nos sirvió para contar la historia del desarrollo de Norteamérica», sostiene Salas.

Vínculos personales en el tejido del rock

Los directores de la película (Catherine Bainbridge y Alfonso Maiorana) y los expertos que intervienen en ella conducen con maestría la trama del relato. RUMBLE refleja el legado y el potencial inspirador de la cultura nativa americana desde Link Wray hasta Jimi Hendrix pasando por Johnny Cash (que libró una larga batalla con su discográfica para publicar una colección de canciones herederas de ese patrimonio), y resitúa sonidos muy familiares para los seguidores del blues y el rock clásicos llevándolos a un punto de colisión de ideas del que nacieron esos pilares musicales. El documental también explora la carrera y la influencia de artistas menos conocidos como Jesse Ed Davis, que en la canción «Doctor, My Eyes», de Jackson Browne, se marcó un solo bluesero que le llevó a estar muy solicitado como músico de directo, o Redbone, cuyo éxito de 1974, «Come and Get Your Love», llegó a una nueva generación de oyentes 40 años después de su lanzamiento gracias a su aparición en la banda sonora de la película de Marvel Guardianes de la Galaxia, estrenada en el 2014. Y, claro, ahí está Randy Castillo, el hombre que prestó sus flameantes baquetas a Ozzy Osbourne y Mötley Crüe.

La historia de Castillo tiene todos los elementos del folclore del rock ‘n’ roll: una estética musical única que le distinguió de otros baterías de la época, una personalidad arrolladora y un final trágico. Hacia la parte final de RUMBLE, el propio Stevie Salas habla sobre Randy junto con el poeta y activista nativo americano John Trudell (santee-dakota). Salas cuenta que fue Castillo quien le acercó a su herencia indígena en los años 80, mientras vivía a tope la vida de una estrella del rock.

«Viajo en jet privado», rememora Salas. «Gano dinero a espuertas y estoy rodeado de mujeres. Pero rápidamente pierdo la perspectiva y ya no sé quién soy. Randy Castillo se aproximó a mí sabiendo que yo era nativo americano. Nos conocimos cuando yo acababa la gira con Rod Stewart; en aquel momento, me estaba hundiendo cada vez más en el alcohol y la fiesta… y él se dio cuenta de que se me estaba yendo la cabeza. Me dijo: “te voy a llevar a Nuevo México”».

Salas comenta que, durante gran parte de su carrera, no pensó en su origen indígena como una característica definitoria de su identidad como músico, ni en su propia imagen en el entorno de la música. Pero la relación con Castillo le ayudó a conectar con sus raíces.

«Randy va y me dice: “tengo que llevarte a tierra india”. Y la verdad es que yo nunca había oído esa expresión, “tierra india”».

Una idea que recorre RUMBLE de principio a fin es que existe una musicalidad especial compartida entre personas de ascendencia nativa; una forma diferente de relacionarse con el sonido que les ha permitido labrarse un lugar en la cultura dominante y filtrar su influencia por todo el árbol genealógico del rock.

«Mi sentido del ritmo nativo americano está en mi ADN», afirma Salas. «Es la forma en que sentimos los tiempos fuertes».

Esa sensación también está presente en las palabras de los invitados que los productores de RUMBLE eligieron para la película, desde personalidades de la industria musical como Quincy Jones, Steven Van Zandt, George Clinton o Taj Mahal hasta gurús culturales como Martin Scorsese y John Trudell.

En sus recuerdos de la época de Castillo con Ozzy Osbourne, el bajista Robert Trujillo cuenta que Ozzy buscaba artistas con ese aire característicamente «indígena» en su manera de entender la música.

«Ozzy siempre decía que le encantaba trabajar con indígenas e hispanos. Sentía una conexión especial con ellos», dice Trujillo. «Le parecía que tenían mejor ritmo. Siempre consideró a Randy como un portador de esa energía indígena y del ritmo que tanto le gustaba».

Ante todo, Salas quería hacer una película que ilustrara los nexos entre los músicos nativos americanos y la comprensión universal del rock como género. Por otro lado, no quería que RUMBLE fuera una «película racial», sino una historia de héroes: aquellos que llevaban esos sonidos en sus genes y los entregaron generosamente a través de generaciones musicales.

En una reciente entrevista de Taylor Primetime presentada por el equipo de contenidos de Taylor, Salas expuso su visión personal de la película.

«RUMBLE va sobre gente que cambió el mundo», sentencia. «Habla de todo lo que las personas que nos enseñaron lo que era el rock ‘n’ roll aprendieron de los nativos americanos. Si yo te digo que Jesse Ed Davis fue uno de los mejores guitarristas de los 70, podrías contestar: “bueno, vale, no estaba mal”. Pero si el que te lo dice es Eric Clapton, pensarás: “pues igual sí que era mejor de lo que yo creía”».

Aunque RUMBLE también pone sobre la mesa las sombras de la barbarie histórica y las calamidades a las que tuvieron que enfrentarse los antepasados de Salas, es incuestionable que está a la altura de los mejores documentales sobre el mundo del rock. Trenzando los variopintos hilos de la historia y la cultura en una secuencia temporal tan densa como conmovedora, RUMBLE rescata del olvido esas líneas de influencia que hasta ahora solo conocían los musicólogos y los artistas que trabajaron de primera mano con aquellos ases del rock de origen nativo americano. En definitiva, RUMBLE es mucho más que un documental para iniciados, y ningún músico o aficionado que quiera entender cómo el rock llegó a ser lo que es debería perdérselo.

Taboo, miembro de la banda de pop Black Eyed Peas y perteneciente a la comunidad shoshone, resume el mensaje hacia el final de la película.

«Cuando estás rodeado de personas increíbles que vienen de las naciones indígenas y se sienten orgullosas de su legado, es imposible que eso no te inspire, seas quien seas».

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