Las guitarras me apasionan en todas sus formas: clásicas, de tapa plana, de tapa curvada, con resonador, eléctricas y de cualquier otra especie. La primera guitarra con la que tuve contacto fue la acústica apoyada en un rincón de nuestra casa, que fue el germen de un amor para toda la vida. Sin embargo, el primer instrumento que pude considerar mío fue una guitarra eléctrica, ¡y vaya si me divertí con ella! Ya entonces me interesaban la electricidad, los imanes y cómo funcionaban las cosas, pero incluso eso se quedaba pequeño ante el puro carisma y la magia de las guitarras eléctricas. Sus formas, sonidos y expresiones parecen tener una fuerza de atracción propia e irresistible. Y la música creada con esos sonidos añade otra capa de encanto a una fascinación que nunca me ha abandonado. Durante mis años de formación, pasé mucho tiempo tocando la guitarra eléctrica en bandas con amigos.
Me crie en el sur de California, de manera que crecí rodeado de las culturas del surf, el skate, el tuneado de coches, la música, el arte y la arquitectura, así como de las personas relacionadas con ellas. Como todo eso formaba parte de mi entorno habitual, de joven no me daba cuenta de su verdadera importancia. Pensaba que aquellas experiencias eran lo normal y asumí que la vida sería igual en todas partes. Para enfocar más nítidamente lo especial que era aquel medio, tuve que hacerme mayor y conocer otros lugares. En mi opinión, las imágenes, los sonidos y las influencias del sur de California son únicas, y sin duda moldearon la creatividad y los diseños de la comunidad local. Y, tal como yo lo veo, hay pocos instrumentos que puedan fusionar todo eso con tanta naturalidad como la guitarra eléctrica.
Me entusiasman las curvas fluidas y orgánicas y la riquísima expresión sonora que descubrí en mis primeras experiencias con guitarras eléctricas.
Un hilo común a muchas de esas culturas del sur de California es que están impregnadas de subjetividad. En los deportes, por ejemplo, es fácil medir las cosas con parámetros indiscutibles, como cuánto tiempo transcurrió en una carrera o qué competidor cruzó la línea de meta en primer lugar. En cambio, una actividad como el surf o la música no se puede calibrar con tanta claridad, ya que el acto se basa en el valor estético. Aparte de las consideraciones técnicas, la interpretación de un músico generará cuestiones como la emoción que ha transmitido, la forma en que ha conmovido al oyente, la experiencia física o la sensación de impostura. Como juego mental, es divertido inventar medidas cuantificables aplicadas a la música. Imagínate a todos los miembros de una orquesta sinfónica compitiendo para ver quién llega primero a la última nota. O darle un premio a una pieza musical porque es la que tiene más notas. Sin entrar en la cacofonía que resultaría, me parece evidente que muchas de las actividades y creaciones entre las que he vivido no deben evaluarse con criterios objetivos.
La certeza de que en esas situaciones el valor se basa en la estética y no en los números nos da libertad para elegir lo que nos conmueve y nos hace disfrutar. Creo que ese es uno de los aspectos de construir y tocar guitarras que más me motiva: somos libres de escoger lo que nos gusta por la sencilla razón de que nos gusta. Tal vez un músico prefiera el color de ese instrumento, o la forma de aquel otro, o su sensación en las manos, o su sonido. O quizá lo que le atrae es que uno de sus héroes musicales tocaba algún instrumento parecido.
Me encanta que cada intérprete pueda elegir lo que mejor le suene.
En mi caso, me entusiasman las curvas fluidas y orgánicas y la riquísima expresión sonora que descubrí en mis primeras experiencias con guitarras eléctricas. Tengo claro que esa es una de las razones por las que empecé a tallar madera con mis herramientas y a crear cutaways como el que acabó convirtiéndose en el contorno compuesto de algunas guitarras Builder’s Edition, entre ellas nuestra nueva 814ce. Esas curvas suaves y ergonómicas tienen un toque de inspiración en la guitarra eléctrica unido a un guiño a la tradición del violín clásico, todo ello en el contexto de una guitarra acústica abiertamente moderna. Sea cual sea el catalizador, a mí me encanta que cada intérprete pueda elegir lo que mejor le suene.
Esa música e inspiraciones culturales personales son el motor que ha impulsado el desarrollo de las últimas guitarras eléctricas que han salido de mi taller y que verán la luz bajo una nueva marca e identidad: Powers Electric. Estos instrumentos están firmemente arraigados en el mundo del sur de California en el que crecí, y creo que reflejan esas influencias. Para mí, este trabajo ha sido una forma de cerrar el círculo, ya que representa la culminación de muchísimos años de aprendizaje y de una serie de ideas canalizadas en un instrumento como el que yo habría querido tener de niño. Estas guitarras van en serio, lo cual promete diversión y experimentación igualmente en serio.
Esta temporada estará marcada por nuevos instrumentos en los que hemos estado trabajando, tanto acústicos como ahora eléctricos. Ojalá nuestras propuestas te inspiren a crear música y te enciendan la chispa que te hizo querer empezar a tocar. Ya sea con una guitarra acústica o eléctrica, grande o pequeña, de seis cuerdas, de doce o de cualquier otro número, diviértete con la música. Tocar siempre es una buena cosa.