Sustentabilidad

El sinuoso árbol genealógico de la caoba

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Scott Paul analiza la embrollada mezcolanza de convenciones de nomenclatura asociadas a una de las maderas más conocidas del mundo

A la caoba se le suele llamar “la Reina de las Maderas”. Este árbol, utilizado por los pueblos nativos de América Central y del Sur desde tiempo inmemorial, fue descubierto por los europeos durante la colonización española del Nuevo Mundo. Y, desde que se introdujo en el comercio internacional en el siglo XVII, no ha dejado de exportarse a Europa, Norteamérica y el resto del mundo. La caoba empezó a emplearse para los mástiles de guitarras de cuerdas de acero a principios del siglo XX, cuando los luthiers norteamericanos supieron que se enviaba a Nueva York para la fabricación de muebles y moldes para fundiciones de hierro. Teniendo en cuenta la alta disponibilidad a nivel local, era lógico que empresas como C. F. Martin recurrieran a ella como alternativa al cedro español, ya que tenía unas características similares. Un siglo después, la caoba sigue siendo la madera más usada para los mástiles de guitarra, y hoy en día es habitual encontrarla también en fondos, aros y tapas armónicas.

Corte cuadrado de troncos de caoba para exportación en la Honduras Británica (posteriormente rebautizada como Belice) en los años 30. (Fuente: Handbook of British Honduras, Monrad Metzgen y Henry Cain).

El otro “nombre de la rosa”

Seguramente, muchos aficionados a la guitarra habrán observado que la palabra “caoba” suele ir precedida de un calificativo, como “de hoja grande”, “hondureña”, “tropical”, “neotropical”, “auténtica”, “fiyiana”, “india”, “africana” o “filipina”. Esto puede crear confusión, sobre todo teniendo en cuenta que algunos de estos términos se refieren a especies que no están relacionadas taxonómicamente, lo cual significa que ni siquiera pertenecen al mismo género (vaya, que no son el mismo árbol). Sin embargo, las llamamos a todas igual. ¿Por qué? Simplemente porque, desde su entrada en el mercado internacional, la caoba ha sido tan popular que prácticamente cualquier madera que se pareciera a ella y que tuviera unas propiedades físicas parecidas se comercializaba con ese nombre.

Aquí va una analogía: yo he comprado botellas de un vino espumoso que se promocionaba como “champán” pero que técnicamente no lo era, porque las uvas no procedían de la región vinícola de la Champaña francesa estipulada en las reglas de la denominación de origen. Yo, en mi ignorancia (y a riesgo de insultar a toda una nación), me quedaba tan ancho: la botella cumplía su función de celebrar el Año Nuevo con un brindis, y con eso me valía. Y, a lo largo de la historia, eso es lo que ha ocurrido con la madera. No perdamos de vista el hecho de que la humanidad no se puso en serio a examinar los grandes ecosistemas o a realizar análisis a nivel de especie (particularmente en los trópicos) hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, hasta hace relativamente poco, casi todo el mundo miraba a las maderas desde una ignorancia parecida a la mía con el champán, y a nadie le quitaba el sueño.

Ahora, el tema está cambiando. De hecho, tiene que ser así necesariamente, ya que no podemos hacer como que no sabemos lo que ya sabemos. La ciencia está nombrando, describiendo y clasificando organismos vivos a un ritmo asombroso, y no dejamos de descubrir variaciones genéticas, bioquímicas y conductuales que explican el funcionamiento de la vida en la Tierra. Esto es crucial, sobre todo en una época en la que 8000 millones de personas están devorando los recursos naturales del planeta a una velocidad cada vez mayor.

Si crees en conceptos como el “desarrollo sostenible”, estarás de acuerdo en que es importante que entendamos qué especies de árboles cortamos, comercializamos y usamos para construir componentes de guitarras, por ejemplo. Debemos desarrollar una comprensión más sofisticada que la que ya nos parecía suficiente hace no tanto tiempo. Y no solo porque es moralmente correcto (ni siquiera porque, en última instancia, nuestra supervivencia puede depender de ello), sino porque cada día que pasa las leyes son más exigentes en este sentido. Sin ir más lejos, los lectores de Wood&Steel quizá recuerden que el número de especies de madera que se incluyen en la lista de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) no deja de aumentar. Y nosotros, como fabricantes de guitarras, tenemos que declarar exactamente qué especie y género de madera estamos importando a los Estados Unidos, porque los estándares de cumplimiento y documentación son cada vez más estrictos a nivel legal.

Tal como dice Bob Taylor: “hoy es el mejor día posible para comprar madera para construir guitarras, porque mañana ya va a ser más difícil”. Bob tiene toda la razón, pero yo matizaría: “…más difícil, pero no inmanejable”. Como empresa, en Taylor Guitars estamos organizando, digitalizando, registrando y supervisando nuestro uso de la madera más que nunca. Y, en ese proceso, hemos decidido omitir descriptores adicionales y hablar simplemente de “caoba” al referirnos a nuestras guitarras terminadas.
Entiendo que esto pueda parecer contradictorio. ¿Lo suyo no sería especificar más en lugar de menos? Voy a intentar explicar nuestro razonamiento.

¿Cuál es la diferencia entre especie y género?

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¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

La primera especie de caoba observada durante la colonización española de América (Swietenia mahagoni) es la que hoy conocemos comúnmente como “caoba cubana”. Es posible que se encontrara por primera vez en Cuba, aunque, como se trata de un árbol originario de la biorregión del Caribe en general, a veces también se le llama “caoba de las Indias Occidentales”. En los años siguientes, los europeos dieron con una segunda especie en la parte continental de Honduras catalogada actualmente como “caoba de hoja grande” (Swietenia macrophylla). Por eso a veces también se le llama “caoba hondureña”, aunque su hábitat nativo se extiende al norte hasta México y al sur hasta la cuenca del Amazonas, lo cual supone un área de distribución realmente considerable. El tema es que, aunque digan que tu guitarra está construida con caoba hondureña, eso no significa que la madera venga realmente de Honduras.

The historical range of Big-leaf mahogany

Área de distribución histórica de la caoba de hoja grande en las Américas

A todo esto, hay una tercera especie de caoba (Swietenia humilis) que crece en la costa del Pacífico en Centroamérica, pero es un árbol pequeño y no tiene una gran utilidad comercial. Todo lo contrario que la caoba cubana y la de hoja grande, cuyo prestigio como “reinas de las maderas” no es obra de una campaña de marketing sino que responde a un largo historial de fantástica estabilidad y excelentes características para trabajos de ebanistería. Es más: estas maderas se consideraron tan valiosas que fueron introducidas como especies de plantación por todo el mundo durante siglos. A día de hoy, la Swietenia (tanto la cubana como sobre todo la de hoja grande) se puede encontrar en lugares tan lejanos como Australia, Fiyi, Guam, Hawái, India, Indonesia, Malasia, Filipinas, las Islas Salomón y Sri Lanka. Los intentos de plantar estos árboles en el África tropical tuvieron menos éxito, debido en parte a su vulnerabilidad ante ciertos insectos a los que les gusta depositar sus huevos en hojas nuevas (lo cual acaba matando a la planta).

Bob Taylor frente a un árbol de caoba plantado por los británicos en Fiyi

Pero, un momento: si a la Swietenia no le fue bien en África Occidental, ¿por qué vemos guitarras construidas con caoba africana? La explicación abreviada es que en África Occidental hay varias especies de árboles que, aunque genéticamente no están relacionadas con la caoba y pertenecen a especies y géneros diferentes, son lo suficientemente similares como para que en su momento se les llamara simplemente “caoba”. La khaya (Khaya ivorensis), el sapele (Entandrophragma cylindricum) y el sipo (Entandrophragma utile) son ejemplos de maderas para guitarras comercializadas como caoba africana, aunque ninguna de ellas es del género Swietenia. Esto no tiene nada que ver con la calidad de la madera como elemento de una guitarra, y tampoco se puede decir que nadie nos engañara, porque durante mucho tiempo todo el mundo llamó “caoba africana” a estos árboles. En la práctica, son maderas muy parecidas en muchos aspectos, aunque los luthiers expertos tienen sus preferencias personales según la parte del instrumento para la que vayan a utilizarlas.

Recapitulemos

Bien, hasta ahora hemos dicho que la “caoba auténtica” (es decir, la del género Swietenia) es nativa de América y que la caoba cubana y la de hoja grande tuvieron tanto éxito que sus semillas se plantaron en muchos países de los trópicos fuera de su área de distribución natural. Actualmente, la madera que solemos utilizar para los mástiles de las guitarras Taylor es caoba auténtica plantada en Fiyi, mientras que nuestros fondos y aros se construyen con árboles de caoba auténtica plantados hace mucho tiempo en la India para adornar las avenidas de las ciudades. Estos árboles crecen mucho, así que lo normal es que se hagan lo bastante grandes como para poder extraerles un fondo de guitarra de dos piezas tradicional. Visto así, Taylor lleva usando madera urbana desde mucho antes de nuestra adopción del fresno de Shamel en el 2020 o del eucalipto de corteza de hierro roja en el 2022… pero nunca se nos había ocurrido mencionarlo.

Un mástil Taylor de caoba

También hemos comentado que otras maderas a las que se les llama “caoba” no son “caoba auténtica” porque pertenecen a otros géneros, como la khaya, el sapele o el sipo. Para complicarlo todo aún más, apuntaré que a finales de los 80 y principios de los 90 se plantó caoba auténtica (Swietenia) en Filipinas, pero también llevamos mucho tiempo importando otras especies procedentes del sudeste asiático (en su mayoría del género Dipterocarpus) que se comercializan como “caoba filipina”.

¿Y dónde radica la importancia de todo esto? A un músico podría darle igual: la cuestión es si la guitarra te gusta o no, independientemente de los tipos de maderas que se hayan utilizado para construirla. Si la tocas y te cautiva, eso es lo que cuenta, y no lo que la maquinaria del marketing te quiera vender. Sin embargo, un fabricante de guitarras o un importador de madera sí deben estar muy bien informados, porque tanto la ética como la legalidad lo exigen cada día más.

Las regulaciones crecen

A finales del siglo XX, el área de distribución natural de la caoba en América Central y del Sur se encontraba en tal estado de tala y degradación que la CITES (la organización multilateral de la que hablábamos antes y que se dedica a proteger a especies de plantas y animales ante niveles insostenibles de comercio internacional) tuvo que tomar cartas en el asunto. Al principio, la idea de que la lista de especies protegidas incluyera a una madera comercializada a tan gran escala generó cierta controversia. Tras varios intentos fallidos, primero Costa Rica y a continuación Bolivia, Brasil y México optaron unilateralmente por añadir sus poblaciones de caoba de hoja grande al Apéndice III de la CITES, que no es tan restrictivo. Para ser sinceros, las consecuencias de aquella decisión no fueron preocupantes para los actores del sector privado. Pero la cosa cambió en el 2002, cuando, después de una campaña de alto nivel emprendida por Greenpeace, la CITES votó a favor de mover las “poblaciones neotropicales de Swietenia macrophylla” al Apéndice II, que ya requería un grado más alto de transparencia y documentación por parte tanto de los gobiernos como del sector privado.

La historia de la caoba y la CITES viene al caso por dos razones: marcó un hito en el refuerzo de la protección de especies de madera de alto valor comercial, y supuso la entrada del término “neotropical” en el diccionario de los constructores de guitarras. En este contexto, neotropical se refiere a una región zoogeográfica de las Américas que queda por debajo del trópico de Cáncer. Y esta distinción es importante, ya que la CITES decidió conscientemente eximir de esos requisitos legales a las poblaciones de Swietenia (incluso si estaban naturalizadas) introducidas en lugares como Fiyi, Bangladesh, India, Indonesia o Filipinas, que en aquel momento eran grandes exportadores de madera cultivada en plantaciones. Y la misma exención se aplicó a las especies que recibían el nombre convencional de “caoba” pero que no pertenecían al género Swietenia, como la khaya y el sapele.

La nueva normalidad

Desde la inclusión de las poblaciones neotropicales de caoba de hoja grande en el Apéndice II de la CITES en el 2002, se han ido añadiendo a la lista varias especies de árboles utilizadas para la creación de instrumentos musicales. En el 2017, todo el género Dalbergia (palosanto) al completo pasó a formar parte del Apéndice II. Y en el 2022 le tocó el turno a la khaya (Khaya ivorensis), una de las llamadas “caobas africanas”. El pernambuco (Paubrasilia echinata), empleado para los arcos de instrumentos de cuerda como violines y violonchelos, se incluyó en el 2007 con una anotación que fue revisada en el 2022. En este momento no se sabe qué especies de árboles comercializadas serán las siguientes en entrar en la lista, pero está claro que eso va a pasar. Y no hay duda de que algunas de ellas serán maderas usadas en la construcción de guitarras.

Taylor Guitars continuará involucrada en los procesos de la CITES y seguirá de cerca los cambios en la legislación tanto en Estados Unidos como en el extranjero. El mundo está cambiando, y nosotros tenemos que cambiar con él. Como decía antes, estamos organizando, digitalizando, registrando y supervisando nuestras actividades como nunca. Y, desde esa filosofía, queremos ser un poco más directos y coherentes en la nomenclatura de las maderas que utilizamos. Por lo tanto, si hablamos de caoba auténtica del género Swietenia, simplemente la llamaremos caoba, independientemente de si procede de su hábitat nativo en las Américas o se plantó en otro lugar hace mucho tiempo. Y seguiremos refiriéndonos al sapele como sapele, aunque, cuando en 1998 lo estrenamos en nuestra Serie 300, durante un tiempo usamos el término “caoba africana”. En cualquier caso, podemos garantizar que, detrás del número de serie de cada una de nuestras guitarras, estamos nosotros pendientes de todo hasta el último detalle.

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El pasado junio, la banda Barenaked Ladies iba a pasar por San Diego con su gira Last Summer on Earth, y yo tenía ganas de ir a verlos. Dio la casualidad de que REVERB, una organización sin ánimo de lucro que colabora con músicos, festivales, recintos y locales para reducir el impacto ambiental de sus eventos e interactuar con los fans, se había puesto en contacto con Tim Godwin, director de relaciones con artistas de Taylor, para hablar de la donación de una guitarra. Aunque yo no lo sabía, resulta que Taylor ha donado una GS Mini para cada una de las últimas giras de Barenaked Ladies. La banda firma la guitarra y luego se sortea para destinar el dinero recibido a apoyar las iniciativas de REVERB.

Conozco las actividades de REVERB desde hace mucho tiempo, pero nunca había tenido la oportunidad de tratar con ellos. Inspirada en parte por la organización Green Highway de Bonnie Raitt (otra entidad sin ánimo de lucro), REVERB fue fundada en el 2004 por la ambientalista Lauren Sullivan y su marido, Adam Gardner, de la banda Guster, con la idea de abordar el problema del impacto ambiental de las giras de artistas. Guster, Barenaked Ladies y la Dave Matthews Band fueron de los primeros en sumarse a la causa. (En este artículo te explicamos cómo empezó todo).

Un día, Tim Godwin me sugirió que entrevistara a Ed Robertson, cantante, guitarrista y compositor de Barenaked Ladies, para charlar sobre «cosas de sostenibilidad». Yo no conocía a Ed personalmente, pero toca instrumentos Taylor desde hace mucho tiempo y es un viejo amigo de la casa. Por otro lado, sí que sabía de la reputación de conciencia medioambiental de la banda. Tim contactó con Ed y lo cuadraron todo en un santiamén. Y, a medida que se acercaba el día del concierto, a mí me iba entrando un cosquilleo de nervios. Yo me siento muy cómodo cuando me entrevistan, pero nunca había tenido la responsabilidad de ser el entrevistador. Por lo tanto, me puse a investigar acerca de Ed y la banda y, en última instancia, sobre cómo los músicos han utilizado su arte y sus plataformas para la reivindicación ecologista.

Incluso antes del “Verano del amor”…

No es sorprendente que los mundos de la música y la defensa del medioambiente empezaran a entrelazarse en la década de los 60. En 1962, Rachel Carson publicó el libro Primavera silenciosa, que documentaba el daño ambiental provocado por el uso indiscriminado de pesticidas y suele citarse como un catalizador del movimiento ecologista moderno. God Bless the Grass, de Pete Seeger (1966), está considerado por muchos como el primer álbum ambientalista. Las ganancias de la canción “My Dirty Stream” sirvieron para financiar los esfuerzos de conservación del río Hudson. Y no es de extrañar que aquellos años dejaran múltiples casos similares, ya que fue una época de notable agitación social que favoreció el auge de la contracultura y marcó un punto de inflexión en la música popular reflejado en el éxito del rock con raíces folk, la Invasión Británica y el universo Motown. En 1970 tuvo lugar en Vancouver el recital Amchitka, con Joni Mitchell, James Taylor y Phil Ochs. Este evento pasó a la historia como el primer concierto benéfico dedicado al medioambiente, y recaudó casi 20 000 dólares para lo que acabaría siendo la primera protesta de acción directa de Greenpeace.

Pete Seeger’s 1966 God Bless the Grass is often cited as being the first environmentalist album.

Estrellas comprometidas

Todo esto me hizo pensar en la música que escuchaba de joven y en los momentos en que los mensajes de determinados artistas conectaron conmigo. Recordé el hit de Midnight Oil, “Beds are Burning” (1987), que habla de los derechos territoriales de los aborígenes australianos. Esa canción (y aquí pongo al descubierto mi edad y referentes culturales) se convirtió en un himno para los activistas medioambientales como yo. En una ocasión, los Midnight Oil actuaron en medio de una zona talada en la isla de Vancouver. Es más: el líder de la banda, Peter Garrett, acabó desempeñando las funciones de presidente de la Fundación Australiana para la Conservación, miembro de la junta de Greenpeace y ministro de Medio Ambiente y Artes de Australia.

Los activistas medioambientales de cierta edad también recordarán el capítulo de Sting y la selva amazónica. En los años 80, la banda de rock británica The Police estaba en la cresta de la ola y la MTV dominaba el mundo de la televisión por cable. Sting, cantante, bajista y compositor de The Police, visitó un buen día la Amazonia brasileña y prometió que ayudaría al pueblo Kayapó a obtener derechos legales sobre sus tierras tradicionales. Para abreviar la historia, Sting cofundó la Rainforest Foundation (posteriormente llamada Rainforest Fund), cuya labor de concienciación y recaudación de fondos culminó en 1992 con el reconocimiento oficial de las tierras de los Kayapó por parte del gobierno brasileño (en una curiosa coincidencia, ese mismo año Brasil fue el país anfitrión de la Cumbre para la Tierra de la ONU). Yo mismo pasé por las tierras de los Kayapó años después, y es imposible no apreciar las consecuencias positivas de todo ello. El Rainforest Fund continúa activo hasta hoy, y ha establecido asociaciones con comunidades indígenas en más de 20 países para unos 300 proyectos de varios años de duración.

Maná

Otro ejemplo que me vino a la mente es el de la legendaria banda mexicana Maná. Yo les descubrí con su disco de 1997 Sueños Líquidos: en aquel momento, trabajaba para Greenpeace en Washington, D. C., y un representante de la banda se puso en contacto con nosotros para que estuviéramos presentes en los recintos de los conciertos de su inminente gira por los Estados Unidos. Maná acababa de crear la Fundación Ecológica Selva Negra, que actualmente sigue consagrada con el mismo tesón a la preservación del medio ambiente y el desarrollo comunitario en México. En varios conciertos de aquella gira tuve la oportunidad de pasar ratos con Fher, el vocalista, y nunca olvidaré la pasión con la que vivía todo lo relacionado con el medioambiente. Vi cómo se metía al público en el bolsillo cuando hablaba de ello desde el escenario. Lo hacía desde el corazón; era muy inspirador. Desde entonces, soy un gran admirador de Fher y de la música de Maná.

Nueva ola

Hay muchísimos artistas, tales como Jack Johnson, Ben Harper o Jewel (por mencionar a algunos intérpretes de Taylor), que llevan a cabo una labor encomiable con los temas en los que creen. Cuanto más profundizaba en el binomio música-ecologismo, más cosas interesantes encontraba en todos los géneros imaginables. Las letras del rapero Xiuhtezcatl Tonatiuh Martínez y el artista de hip-hop Childish Gambino, por ejemplo, se refieren con frecuencia a los peligros del cambio climático. “All the Good Girls Go to Hell”, de Billie Eilish, y “The Greatest”, de Lana Del Rey, hablan de los incendios forestales provocados por el clima que están quemando California. “Despite Repeated Warnings”, del disco Egypt Station de Paul McCartney, y “Green is Blue”, incluida en el Colorado de Neil Young, son manifestaciones recientes de la frustración ante la inacción imperante. Will.I.Am, Miley Cyrus, Imagine Dragons, Lonnie Rashid Lynn (conocido bajo el nombre artístico de Common), Weyes Blood y The Weather Station también han tratado este tema en su música.

Otro tipo de “ecotourismo”

Hace poco me encontré con Ian Tellam, un londinense afincado en Ámsterdam que, tras recorrer Europa como músico nómada, hizo una pausa para formarse en ciencias medioambientales. Ahora, ha unido sus dos amores para dedicarse a la sostenibilidad en la industria musical con su empresa ECOTUNES. Ian y yo habíamos hablado hacía un tiempo y retomamos el contacto con nuestras reflexiones sobre el impacto de la industria musical en el medioambiente. Ian me contó algunas cosas muy remarcables que están pasando en Europa, entre ellas el esfuerzo que hacen bandas como Coldplay y Massive Attack para determinar, supervisar y reducir la huella de carbono de sus giras en colaboración con instituciones como el Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático de la Universidad de Manchester. Por mi parte, le hablé de REVERB, de su campaña Music Climate Revolution, que ha recaudado más de 5 millones de dólares para proyectos que reducen de manera mensurable la contaminación por gases de efecto invernadero, y de su nuevo Music Decarbonization Project, que ayudó a sustituir generadores diésel por baterías solares inteligentes en el Luck Reunion Festival de Willie Nelson.

Fusión sostenible

Actualmente, parece que está emergiendo una fusión más vanguardista de música, arte y conciencia medioambiental. El Climate Music Project de San Francisco ofrece una experiencia musical y visual canalizada a través del conocimiento científico que quiere educar, motivar y conectar al público con la acción climática aprovechando el poder emocional de la música. Y, por supuesto, si hablamos de unir el arte y la ciencia por medio de la música, tenemos que detenernos en la hermosa e inquietante pieza de protesta ambiental “From Green To Red”, de la artista conceptual e innovadora musical Beatie Wolfe, que utiliza la información de 800 000 años de datos climáticos para visualizar el aumento de los niveles de CO₂. En el 2021, la obra de Beatie se exhibió internacionalmente en la Cumbre Mundial de los Premios Nobel, el festival South by Southwest y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Hablemos del medioambiente

Y todo esto me trae de vuelta a Ed Robertson de Barenaked Ladies, que antes de su concierto en San Diego tuvo la amabilidad de sentarse conmigo para comentar su participación en cuestiones ambientales. La conversación fue grabada en vídeo y, mientras veíamos la primera prueba de montaje con Tim Godwin, se nos ocurrió la idea de crear una serie de charlas con otros artistas igualmente comprometidos con causas ecológicas o sociales.

Aunque la perspectiva no dejaba de intimidarme, tengo que reconocer que, como diría cierto personaje de Liam Neeson, “tengo una serie de habilidades concretas…” que podrían ajustarse a este tipo de entrevistas. Antes de llegar a Taylor, había dedicado la mayor parte de mi carrera (incluidos 14 años en Greenpeace) al activismo y las políticas forestales. Soy la primera persona en más de un siglo que ha sido condenada por abordar un barco; el episodio en cuestión formaba parte de una campaña que desembocó en la inclusión de la caoba de hoja grande en la lista de la CITES (la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres). No te engaño: búscalo en Google. He trabajado como guardabosques en Costa Rica y como becario en la Oficina de Política Ambiental de la Casa Blanca. He intervenido ante las Naciones Unidas y actuado como asesor de ONGs en delegaciones estadounidenses en conferencias de la ONU. Me han nombrado miembro de varias juntas directivas y he caminado por bosques de todo el mundo. También he leído unos cuantos libros. Así que, ¿por qué no? La verdad es que, al fin y al cabo, me paso la vida hablando de “cosas de sostenibilidad” con gente.

Espero que disfrutéis de este diálogo con Ed. Ojalá pueda repetir esta fórmula con más músicos en el futuro y compartir esas conversaciones con el público. Y, si sigues a artistas que están haciendo algo significativo relacionado con el medioambiente, nos encantaría que nos lo contaras.

Header image of staff from Taylor Guitars and the Crelicam mill in Cameroon standing around a sign for the Ebony Project in French

Sustentabilidad

Retorno a Camerún: puesta al día del Proyecto Ébano

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Four years after their last trip to Cameroon, Scott Paul and Bob Taylor returned and saw firsthand the promising growth of the Ebony Project.

It had been four years since I last visited Cameroon. As part of my responsibilities under the Taylor Guitars Ebony Project, I used to go regularly to meet with team members at The Congo Basin Institute and to visit project sites where participating villages plant ebony and fruit trees. It was also a chance to get caught up on the latest scientific research being conducted by Dr. Vincent Deblauwe and his team. As readers of Wood&Steel may recall, the Ebony Project was launched in 2016 with the objective of conducting basic ecological research and planting ebony and fruit trees. If you’re interested in the details, annual progress reports can be found at crelicam.com/resources.

After achieving our original goal of planting 15,000 ebony trees in 2021, the project established new goals of planting an additional 30,000 ebony and 25,000 fruit trees by the end of 2026. To date, Bob Taylor has personally paid for almost all of it. Others have contributed, and Taylor Guitars provides a lot of in-kind support.

On March 19, 2020, just as Bob and I were preparing for a spring trip to Cameroon, everyone at the factory here in El Cajon was unexpectedly told to go home. COVID-19 had come to San Diego, and trips to Cameroon — trips anywhere — were off the table. Three years later, this past February, Bob and I finally made the trip back. In the lead-up to going, however, I found it hard to wrap my head around the fact that I hadn’t visited since April 2019. The pandemic really did play with my perception of time. But now that I’m home, having visited and returned, it all makes sense. The project has grown, and seeing the change seemed to put time in context. So, I thought it was a good opportunity to provide a project update.

Joining us on the trip was Cameroonian-American singer-songwriter, guitarist and actress, Andy Allo. Andy, the daughter of a well-respected ecologist, was born and raised in Cameroon but left when she was thirteen years old. She had not returned since. As fate (and talent and hard work) would have it, Andy grew up to play guitar in Prince’s band the New Power Generation. She’s put out several solo records and is currently an actor on the T.V. show Chicago Fire, the Amazon series Upload and Star Wars: The Bad Batch on Disney+. Andy plays a Taylor, and when she wanted to learn more about what we’re doing in Cameroon, our Director of Artist Relations, Tim Godwin, and I drove up to L.A. to have lunch with her. By the time the check arrived, she was fully committed to joining us on our next trip. Yes, she’s awesome.

Fast Forward

I met Andy at the airport in Paris, where we both connected for a flight to Yaoundé, Cameroon’s capital, that would arrive that evening. Bob had traveled a few days earlier to spend some time at the Crelicam mill. He and the mill’s director, Matthew LeBreton, met us coming out of baggage claim. It was midnight by the time Andy and I stepped into the humid tropical air. Andy, having grown up in Cameroon, acclimated with ease, but I was born and raised in Massachusetts, and my body will never get used to it. I began to sweat. I was back in Cameroon. 

In 2022 alone, 6,372 ebony trees were planted across all project sites, bringing our total to 27,810.

A few days later Bob, Andy and I joined Dr. Vincent Deblauwe and his team for the long drive to Somalomo, where the Congo Basin Institute has a research station just steps from the Dja River, the other side of which was the Dja Forest Reserve, a UNESCO World Heritage Site established in 1987. There are now six villages along the road that leads to Somalomo that participate in the Ebony Project. There were only three the last time I visited. Additionally, there are now also another two on the far side of the Dja Reserve, bringing our total to nine (including Ekombite, a village closer to Yaoundé). I would visit these two new villages on a separate trip a week later, but for now, I was focused on where I was, a place I had been several times before. Quite frankly, I was shocked by how much the project had grown.

In 2022 alone, 6,372 ebony trees were planted across all project sites, bringing our total to 27,810. The project also planted 5,402 fruit trees last year. On this day, village nurseries were flush with young ebony and fruit trees ready to be planted in a few months when the rains came. Villagers expertly demonstrated their fruit tree grafting skills, a horticultural technique practiced for centuries to propagate plants but introduced to the project villages only a few years ago. Several of the fruit trees planted at the beginning of the project were now bearing fruit and feeding people. The promise of hundreds more was on the horizon, perhaps only a few years away. Several of the ebony trees that I saw planted years ago were now as tall as I was, some taller. We hear repeatedly from every project participant that the planting of ebony helps clarify local land tenure.

While land ownership in Cameroon is complex, there may be grounds for program participants to have their individual ownership of the trees they plant recognized by the national government. This year, the Ebony Project fully implemented sylvicultural booklets across all of the project sites to help document who planted what, where and when. While these booklets themselves do not provide land tenure, they do contribute evidence for both local/customary ownership and formal recognition.

A Moment of Reflection

Taken in its entirety, our visit to these six villages was extremely rewarding. Four years had indeed passed. It was clear to me. But for me personally, it was most rewarding to see Bob’s reaction. Bob has been to Cameroon countless times over the past 11 years and spent hundreds of hours at the Crelicam mill in Yaoundé. But this was his first opportunity to visit the Ebony Project field sites, and what was once theoretical was now unfolding right in front of us. He had paid the lion’s share to make it happen, and you would have to be made of stone to not be moved by what we were seeing.

Wash, Rinse, Repeat

A few days later, we were all back in Yaoundé. Time for showers and laundry. Bob prepared to return to San Diego. Andy had a few more days that she would spend visiting childhood places and friends, and connecting with the local music and arts scene. Meanwhile, I prepared for a trip to the new project area in and around Zoebefam, southeast of the Dja Reserve. The project wasn’t active in this area the last time I was here, but one village was already in its third year of planting; another was on its second.

Several of the ebony trees that I saw planted years ago were now as tall as I was, some taller.

On this trip, I was joined by Virginia Zaunbrecher from UCLA. Since the Ebony Project’s inception, Virginia and I speak regularly. She and I are the major points of communication between Taylor Guitars and UCLA, who oversees the Congo Basin Institute. Vincent, of course, came along. And so did his three project managers: Jean Michel Takuo, Zach Emanda and Josiane Kwimi, three Cameroonians who each have a degree in agroforestry. They, too, were new to the project since my last visit, but they each now seemed like old hands, and I was looking forward to spending time with them in what promised to be a quieter, more intimate setting than the trip a few days earlier.

Upon arrival to the new project area, I was struck by how different it was. And how much it was the same. It’s hard to explain. The region felt more forested. Fewer people from the outside visit here. Fewer international projects have worked here. But in many ways, it reminded me of being in the Somalomo region five years earlier when the project was first being introduced. It was inspiring, yet felt tenuous. I could only hope that in five years, the project would take root and grow in a similar fashion to the villages around Somalomo. But I knew that each region, each village, presents unique challenges. Some villages are Bantu, and some are Baka. This brings politics that I myself am just beginning to understand but that, thankfully, are understood by the project team. Some villages have active participation from multiple members of the community; others have a small handful of champions doing the work. Each village has varying degrees of challenges with food insecurity, access to fresh water, healthcare and education.

We slept in tents and cooked over the fire. At night and in the car rides to and from the villages, the team and I talked about the Ebony Project — what was working, what was needed, and the pending challenges of expanding to new villages. After several years of negotiations and waiting (and more negotiations and waiting), the first allotment of a $1 million, 5-year project grant from the Global Environmental Facility (GEF) would soon be released, and with it the Ebony Project will expand to three more villages. But which villages? And where? Should we expand along the road near Somalomo on the northwest side of the Dja Reserve, or were there opportunities to consolidate our foothold and grow on the southeast side near Zoebefam? Should we attempt to open a new project cluster on the eastern edge of the Dja Reserve near Lomié? There were pros and cons for each option with financial, logistical and staff capacity considerations. There was a lot to learn. A lot to think about. I was grateful to have such a talented team at the Congo Basin Institute to work with.

When I returned to Yaoundé a few days later, Bob and Andy had left. The house was empty. Vincent, Matthew, Virginia, Jean Michel and I met with representatives of the Cameroonian Government, the GEF and the World Wildlife Fund about the soon-to-be-released funds and our plans to expand the project. Over the next few months, the team will have to figure it out. But I am confident.

The project’s slow, methodical growth has been our secret sauce, a reflection of the flexible and adaptive philosophy of Bob Taylor.

The project’s slow, methodical growth has been our secret sauce, a reflection of the flexible and adaptive philosophy of our primary funder, Bob Taylor, who brought a business-centric start-up mentality that has been critical to our success. It was the same approach he and Kurt Listug used to build Taylor Guitars. Simply put, when something was not working, it was discussed and revised. When something was overly complicated, it was simplified. Despite the considerable strings attached to receiving funds from a large multilateral institution like the GEF, I am confident. Learning this new bureaucratic dance will make us stronger and hopefully prepare us to expand again more dramatically years from now. But for now, our goal is to plant an additional 30,000 ebony and 25,000 fruit trees by the end of 2026, and to expand to three more villages. Vincent will soon release a new peer-reviewed original scientific research paper that I hope to talk about in the months to come. And I have a feeling that we have not seen the last of Andy Allo in connection with the Ebony Project.

In 2021, I wrote an article in Wood&Steel titled “The Ebony Project: Growing Into Phase 2.” In it, I dreamed of a day when the Ebony Project would expand beyond the Dja Reserve, across all of southern Cameroon, and one day, further still into a region referred to as the Tridom, a vast area that includes portions of southern Cameroon, Gabon and a bit of the Central African Republic. I still have this dream, albeit with a slightly more realistic understanding of what it would take. But it can be done. The plan is working. The team is small but excellent. And that, I still hope, will be the subject of a future edition of Wood&Steel.

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A la vuelta de la última conferencia internacional de la CITES en Panamá, Scott Paul explica cómo la creciente atención sobre las especies de árboles puede condicionar el futuro de los instrumentos musicales.

A mediados de noviembre del 2022, Bob Taylor y yo viajamos a la ciudad de Panamá para asistir a la 19.ª Conferencia de las Partes (CoP) de la CITES que se llevó a cabo entre los días 14 y 25 de ese mes. En artículos anteriores ya he escrito sobre la CITES, que es la abreviatura en inglés de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres. Este evento, que se organiza cada tres años desde 1976, se estableció con la idea de proteger a las especies de plantas y animales ante el posible impacto negativo del comercio internacional. Taylor Guitars ha asistido regularmente a las reuniones de la CITES desde 2016, coincidiendo con el momento en que la convención empezó a fijarse con más atención en las especies de árboles.

Salvo algunas (pocas) excepciones, la industria de los instrumentos musicales se queda con una mínima parte del volumen total de especies de madera que se comercializan internacionalmente. Sin embargo, las nuevas políticas y restricciones acordadas por la CITES afectan a todos los usuarios, desde los más grandes hasta los más minoritarios. Además, se da el caso de que no hay ningún producto de madera terminado que cruce fronteras internacionales con más frecuencia que los instrumentos musicales, así que es lícito considerar que las decisiones que se toman en la CITES repercuten sobre los fabricantes de instrumentos y los músicos itinerantes al mismo nivel que sobre cualquier otro sector. La cosa se está poniendo lo bastante seria como para que Bob Taylor decidiera acompañarme a Panamá. Quería entender de primera mano cómo esta convención, que ha vivido fases de cierto hermetismo, puede tener una influencia tan profunda en nuestra industria. (También hablé de este tema en la edición de otoño de 2019 [número 95] de Wood&Steel).

Muchos observadores señalan que la CITES parece centrarse cada vez menos en el comercio y más en la conservación. Aunque no estoy en disposición de juzgar, creo que esta opinión es acertada. Pero los tiempos cambian. Estamos perdiendo bosques vírgenes, el cambio climático es un fenómeno real y, aunque el dato pasó desapercibido, en el segundo día de la conferencia la población humana alcanzó los 8000 millones de personas mientras que el tamaño de nuestro planeta no parece haber aumentado. Vivimos en un mundo muy diferente al que teníamos en 1976, y los gobiernos están utilizando las herramientas a su alcance para abordar una crisis medioambiental global.

La reunión de Panamá contó con representantes de 184 países que tuvieron que lidiar con una ingente cantidad de cuestiones, desde procedimientos parlamentarios tales como el cumplimiento y depuración de las reglas, la ética y las prácticas que rigen la propia convención, hasta el seguimiento y control de una lista de especies animales y vegetales protegidas que no deja de crecer. Incluso se debatió si la CITES debería extender su mandato más allá del nivel de especie y contemplar también el impacto del comercio internacional sobre el ecosistema desde una perspectiva más amplia (por ejemplo, sobre los bosques). A la cita también acudieron delegados de varios organismos de Naciones Unidas y sus agencias especializadas, además de organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales y representantes del sector privado. Y, al fondo de la sala en un rincón, había un cartel que decía «Taylor Guitars».

En la CoP de Panamá se incorporó a la convención una cifra récord de especies arbóreas comercializadas, lo cual significa que hará falta algo más de documentación y supervisión para las transacciones con esas especies. Los lapachos (Handroanthus, Roseodendron y Tabebuia), las afzelias (Afzelia), el cumarú (Dipteryx), el padauk (Pterocarpus) y la caoba africana (Khaya) han quedado enmarcados en el Apéndice II con la anotación 17. Taylor Guitars no utiliza ninguna de estas especies, aunque algunos fabricantes de guitarras sí usan árboles del género Khaya. De acuerdo con la anotación 17, ahora los importadores de Khaya deberán cumplir con el papeleo de la CITES, pero no será necesario registrar documentación para que una guitarra construida con esa madera cruce fronteras internacionales.

El planeta está perdiendo bosques vírgenes, el cambio climático es un fenómeno real y, aunque el dato pasó desapercibido, en el segundo día de la conferencia la población humana alcanzó los 8000 millones de personas.

Taylor Guitars apoya plenamente la política de inclusión de estas especies en la lista. Si la CITES estima que el comercio internacional de una determinada especie requiere más control para garantizar su supervivencia, seremos los primeros en adherirnos a los procedimientos y trámites que sean necesarios para importar legalmente (y éticamente) la madera que usamos para nuestras guitarras. Es más: entendemos y aceptamos que algunas especies pueden llegar a eliminarse totalmente del comercio internacional. Pero también creemos que la Convención está navegando hacia aguas desconocidas en su intención de vigilar más detenidamente el comercio de productos forestales.

Los representantes de la industria de la música deben formar parte de este proceso para ayudar a los responsables de la toma de decisiones a comprender las implicaciones de sus resoluciones, ya que, durante la mayor parte de sus casi 50 años de historia, la CITES se ha centrado sobre todo en los animales. Hasta hace poco, las conversaciones sobre plantas han estado bastante apartadas de los focos del escenario principal. Pero todo esto está cambiando, y a gran velocidad. Tal como dijo un delegado hace unos años, «el palosanto es el nuevo elefante». Y está claro que se incluirán más especies de árboles en la CoP20 de la CITES dentro de tres años, y aún más otros tres años después en la CoP21. Por lo tanto, es lógico pensar que algunas de esas especies sean maderas que hoy utilizamos para fabricar instrumentos musicales. Nos estamos preparando para un mundo que cambia a marchas forzadas, y la asistencia a este tipo de reuniones ayudará a separar los hechos de las opiniones. En palabras de Mark Twain: «lo que te mete en problemas no es lo que no sabes, sino lo que sabes con certeza pero no es como tú crees que es».

Tal como dijo un delegado hace unos años, «el palosanto es el nuevo elefante».

El pernambuco, en el punto de mira

Con mucha diferencia, el gran tema en torno a los instrumentos musicales en la CoP19 fue el pernambuco (Paubrasilia echinata), una especie que no suele utilizarse para guitarras pero que es reconocida desde hace mucho tiempo como la madera perfecta para los arcos de instrumentos de cuerda. Este árbol es endémico de la Mata Atlántica de Brasil, una región ecológica que se extiende a lo largo de la costa sureste de Sudamérica. Allí también crece el palosanto de Brasil (Dalbergia nigra), la única especie de árbol incluida actualmente en el Apéndice I de la CITES que permite el comercio solo en circunstancias excepcionales. La propuesta que se planteó en la CoP fue que el pernambuco también quedara enmarcado en el Apéndice I.

Una historia de colonización y tala

Los portugueses desembarcaron por primera vez frente a las costas de Brasil en el año 1500, cuando una flota comandada por Pedro Álvares Cabral echó anclas en el actual Porto Seguro. En aquel momento, se pensaba que la Mata Atlántica tenía entre 1 y 1,5 millones de kilómetros cuadrados de superficie con una extensión hacia el interior desconocida. Los europeos se establecieron en la costa, y varios siglos de tala y conversión de tierras para agricultura, ganadería y asentamientos pasan factura hasta a la jungla más imponente. Hoy en día, se calcula que solo queda el 7 % del bosque original. Y esto, desde luego, no ocurre solo en Brasil. Esta es la historia de la civilización occidental: colonizar, someter, arrasar tierras y utilizar los recursos forestales para satisfacer las necesidades de vivienda, alimentación, comercio y defensa. En su día, Islandia estuvo repleta de bosques de secuoya, magnolia y sasafrás, pero todo empezó a desaparecer cuando los vikingos arribaron hace más de 1000 años. Y, ahora mismo, Islandia no es célebre por sus bosques.

En Inglaterra, el archidiácono y geógrafo Richard Hakluyt iba detrás de una cédula real para establecer colonias británicas en Norteamérica, y fundamentó su candidatura en la enorme riqueza arbórea que encontrarían y la posibilidad de que los colonos empezaran a trabajar nada más llegar. Siglos atrás, la propia isla británica había estado densamente cubierta de coníferas en el norte y robles y árboles de madera dura en el sur. Pero, en tiempos de Hakluyt, gran parte de aquellos bosques ya se había convertido en pastizales y granjas, o bien se había talado para operar forjas de hierro, fundir cobre o elaborar sal (y ya ni hablemos de la madera destinada a la construcción de barcos). Hakluyt argumentó que las tierras al otro lado del océano, que ya estaban siendo explotadas por España y Portugal hacia el sur, prometían un suministro inagotable de árboles. Casi 300 años después de que el rey Jacobo I aceptara la propuesta de Hakluyt, el gobierno de los Estados Unidos de finales del siglo XIX ya estaba cada vez más preocupado por la pérdida de los bosques de la zona este provocada por los asentamientos, la conversión agrícola, la tala y la aparición de la industria de la pulpa y el papel.

Lo que quiero decir con todo esto es que, desde el punto de vista histórico, lo que le sucedió a la Mata Atlántica de Brasil es más bien la regla que la excepción. La desaparición de los bosques no fue obra de los fabricantes de arcos que adquirían pernambuco ni de los constructores de guitarras que usaban palosanto. Sin embargo, es una realidad que durante unos 100 años se hicieron guitarras con palosanto de Brasil, y los músicos profesionales e intérpretes avanzados de instrumentos de cuerda han utilizado arcos de pernambuco por más de 200 años. Estos arcos duran generaciones y pueden tener múltiples propietarios a lo largo de varias vidas. Muchas veces, los artistas los sustituyen por versiones mejores a medida que avanza su carrera. Y, en consecuencia, los arcos cambian de manos bastante a menudo. Hoy en día circulan cientos de miles de arcos (nadie sabe exactamente cuántos), y solo un ojo muy entrenado puede distinguir en qué período se hicieron. También es importante remarcar que nunca se han aplicado controles a los arcos terminados; al menos, no en un marco regulatorio como la CITES. Durante cientos de años, simplemente existieron y pasaron de un intérprete a otro. La documentación es muy escasa y su procedencia suele basarse en la tradición oral, ya que a nadie se le ocurrió solicitar registros oficiales y muy pocos propietarios de arcos se molestaron en mantenerlos.

Hace no tanto tiempo, y en una galaxia nada, nada lejana…

Es indiscutible que lo que queda de la Mata Atlántica es uno de los bosques con mayor riqueza y diversidad biológica del mundo. En esa zona habita un número sorprendentemente alto de especies que no se encuentran en ningún otro lugar de la Tierra. Pero la antigua región ecológica se ha convertido en territorio de la gran mayoría de la población, la industria y la economía de Brasil. Los principales motivos de la pérdida de bosques están vinculados a la agricultura (sobre todo a la caña de azúcar y el café), la expansión urbana, la ganadería y las plantaciones de eucalipto.

La preocupación por el destino de la Mata Atlántica no es nueva. En 1967, el gobierno brasileño prohibió las exportaciones de troncos de palosanto de Brasil (Dalbergia nigra), pero siguió permitiendo que la madera ya aserrada saliera del país. El palosanto de Brasil da una madera hermosa y aromática que se hizo popular en los mercados europeos a principios del siglo XIX y se usó en todo tipo de productos, mayoritariamente muebles y ebanistería. En la CoP8 de la CITES de 1992, celebrada en Kioto (Japón) pocos meses antes de que Brasil acogiera la Cumbre para la Tierra de la ONU en Río de Janeiro, el gobierno brasileño propuso añadir esta especie al Apéndice I para retirarla por completo del comercio internacional. Hasta aquel momento, ninguna especie de madera con un nivel de comercialización significativo se había incluido en la lista, y mucho menos en el Apéndice I. Fue un movimiento muy hábil por parte del país anfitrión en vísperas de lo que iba a ser la conferencia medioambiental más grande de la historia.

No fue hasta 1997 que la ONU reconoció por primera vez la mera existencia de la tala ilegal.

Esa decisión supuso un verdadero hito para la conservación en general y para la CITES en particular. Sin embargo, la cruda realidad fue que, por H o por B, hubo un lapso de tiempo (meses, años, hasta una década según a quién se le pregunte) en el que la aplicación de la normativa fue laxa. Al parecer, tanto las industrias como las agencias gubernamentales más relevantes hicieron poco o ningún caso a la regulación. Y, durante un cierto período, el comercio continuó en gran medida igual que antes. Este estado de cosas se podría llegar a entender inmediatamente después de la actualización de la lista de especies. Estamos hablando de la era pre-Internet, y la noticia de la nueva norma se difundió de manera desigual. Por otro lado, varios gobiernos cuestionaron la competencia de la CITES para abordar el asunto en toda su dimensión. Y no había ningún precedente comparable. Los agentes de aduanas no estaban capacitados para identificar especies de madera concretas. Las facturas rara vez incluían nombres científicos, y nunca nadie había solicitado la presentación de documentos CITES para la madera. Para bien o para mal, eran otros tiempos.

Tanto en la CoP8 (cuando se incluyó el palosanto de Brasil) como en la CoP9 de tres años más tarde se planteó la incorporación a la lista de otras especies de madera comercializadas, aunque la mayoría de las propuestas fueron retiradas o rechazadas tras encendidas disputas. En particular, hubo mucha controversia en torno la caoba y el ramin, una familia de árboles de madera dura que crecen en los pantanos del sudeste asiático. El debate se desplazó hacia la idoneidad de la CITES como foro de toma de decisiones sobre especies de madera a escala comercial. En aquel contexto, varios gobiernos defendían que sería mejor tratar estos temas a nivel nacional.

Willem Wijnstekers, secretario general de la CITES entre 1999 y 2010, habla en su libro «La evolución de la CITES» (The Evolution of CITES, 2011) de una «ausencia de motivación» y «falta generalizada de interés en la conservación de plantas» en aquella época. Esta visión caló ampliamente justo antes de la CoP12 de Santiago de Chile, cuando el tema empezó a ganar impulso a raíz de una campaña de Greenpeace que exponía ilegalidades en el comercio de caoba y denunciaba malas prácticas corroboradas por el gobierno brasileño. Yo lo recuerdo muy bien, puesto que formaba parte de un equipo de Greenpeace dedicado a documentar aquellas actividades en Brasil. En la CoP12 del 2002 se votó la entrada de la caoba de hoja grande en el Apéndice II: fue la decisión más drástica sobre una especie de madera desde la inclusión del palosanto de Brasil diez años antes.

En su día, Islandia estuvo repleta de bosques de secuoya, magnolia y sasafrás, pero todo empezó a desaparecer cuando los vikingos arribaron hace más de 1000 años. Y, ahora mismo, Islandia no es célebre por sus bosques.

Para verlo todo desde una perspectiva más amplia, hay que tener en cuenta que los primeros esfuerzos conjuntos por mejorar la transparencia en el comercio de productos forestales han empezado en serio solo en las últimas décadas. No fue hasta 1997 que la ONU reconoció por primera vez la mera existencia de la tala ilegal, y hubo que esperar a la enmienda de la ley Lacey en el 2008 para que los Estados Unidos declararan delito la importación de madera talada ilegalmente. (Pronto siguieron legislaciones similares en Australia, la Unión Europea, Japón y China). Recuerdo como si fuera ayer una conferencia internacional sobre delitos medioambientales a la que asistí en el 2010 en la sede principal de la Interpol en Lyon (Francia). El lema de la reunión, «los crímenes medioambientales son crímenes», puede parecer un poco triste en retrospectiva. Pero, en aquel entonces, los delitos relacionados con los recursos naturales casi nunca se tomaban en serio entre la comunidad política y legislativa.

Y, de vuelta a Panamá…

En la CoP19, las conversaciones en torno al pernambuco fueron intensas. Actualmente, se está llevando a cabo una candente investigación en la que participan organismos de aplicación de las leyes en Brasil y Estados Unidos y que puede sacar a la luz actividades ilegales en el comercio del pernambuco. Por supuesto, todavía no se puede hablar de ello abiertamente, pero el runrún estaba en la sala a todas horas.

El clima general en Panamá fue de frustración. Aunque el pernambuco figura en el Apéndice II de la lista CITES desde el 2007, en este tiempo la Mata Atlántica ha seguido degradándose igual que los bosques de todo el mundo. Finalmente, la CITES acordó mantener al pernambuco en el Apéndice II, pero revisó su anotación normativa, la número 10. Ahora, la regla estipula la necesidad de permisos CITES para cualquier artículo de pernambuco que salga de Brasil (incluidos arcos terminados), pero también especifica que, después de esa primera salida del país, los instrumentos musicales, componentes y accesorios hechos de pernambuco ya estarán exentos de documentación CITES.

Por otro lado, se consensuó un nuevo conjunto de puntos de acción asociados para que las Partes y los Comités de la CITES puedan dialogar, supervisar y, en algunos casos, legislar voluntariamente durante los tres años que quedan para la próxima CoP, en la que el tema volverá a ponerse sobre la mesa. Las recomendaciones incluyen actuaciones para considerar sistemas de documentación de la legalidad de los arcos y las reservas de pernambuco, certificar la madera cultivada en plantaciones y apoyar el desarrollo de capacidades para la aplicación de leyes y la conservación dentro de Brasil y entre las Partes. Todas estas resoluciones son de justicia y cuentan con el respaldo de los representantes de fabricantes de violines y arcos y de orquestas itinerantes que asistieron a la reunión.

La decisión supone un compromiso que dará tiempo a los gobiernos para entender mejor todas las consecuencias que comportarían las nuevas y bienintencionadas restricciones de la CITES. Es posible que los negociadores gubernamentales tuvieran en la cabeza las repercusiones de la anotación del palosanto redactada apresuradamente en la CoP17 del 2016, que provocó un auténtico caos en el sector de los instrumentos musicales y tuvo que ser enmendada tres años después en la CoP18. O quizá algunos pensaran como Mark Twain… En fin, yo solo puedo especular. Pero sí parece claro que, en el ámbito político, las cuestiones relacionadas con las plantas ya se tratan con la misma importancia que los asuntos animales dentro de la CITES. (No olvidemos las palabras de mi colega: «el palosanto es el nuevo elefante»). Y esto es bueno.

Con todo, si pensamos en los viajes internacionales cotidianos y el movimiento transfronterizo de especies incluidas en la lista de la CITES, un instrumento musical no es un elefante. Nunca he visto a nadie cargando un elefante en el control de aduana de un aeropuerto. Y la frecuencia con que los instrumentos musicales cruzarán fronteras solo puede aumentar teniendo en cuenta la relativa facilidad de viajar, la portabilidad y popularidad de los instrumentos y el hecho de que enviar una guitarra a cualquier parte del mundo ya es tan sencillo como venderla al otro lado de la calle. En definitiva, parece que el futuro de los instrumentos musicales estará ligado para siempre a la CITES, y es importante que ambas partes se entiendan mejor entre ellas.

Scott Paul es el director de sostenibilidad de recursos naturales de Taylor.

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El pasado marzo, la revista Fast Company destacó a Taylor Guitars como una de las empresas más innovadoras del mundo en el sector de la fabricación. Con una mención a nuestras iniciativas relacionadas con la sostenibilidad y el medio ambiente en todo el mundo, nos han honrado situándonos en el noveno lugar de la lista de las 10 compañías más sobresalientes. En el momento en que el nombramiento se hizo oficial, yo me encontraba en la 74.ª asamblea del Comité Permanente de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) celebrada en Lyon, Francia. La coincidencia de recibir esta noticia en plena reunión de la CITES me pareció apropiada, ya que, en muchos sentidos, este reconocimiento responde al panorama cambiante al que nos enfrentamos los fabricantes de instrumentos musicales (que era la razón principal de mi presencia en el evento). Ahí, sentado en la parte de atrás de un gran auditorio con mi identificación de Taylor Guitars, pensaba en ese escenario en evolución y rememoraba cómo yo mismo, un antiguo activista forestal de Greenpeace que en su día fue arrestado por abordar un barco, había acabado representando a una empresa de guitarras en las negociaciones de tratados multilaterales destinados a garantizar que el comercio internacional no suponga una amenaza para plantas y animales.

La última vez que había asistido a una reunión de la CITES fue en la Conferencia de las Partes del 2019 en Ginebra, Suiza. Allí, un grupo informal de entidades con intereses en el mundo de los instrumentos musicales logró que se enmendara la inclusión del palosanto en la lista de materiales restringidos para eximir a los componentes, accesorios e instrumentos musicales terminados de la obligatoriedad de obtener permisos CITES. (Para más información sobre este asunto y la resolución de la CITES sobre el palosanto, lee el artículo «Los instrumentos musicales de palosanto ya no necesitan permisos CITES», publicado en el número 95 de Wood&Steel, edición de otoño del 2019).

Dentro de 10 años, la compra de madera para instrumentos musicales será algo muy diferente de lo que era hace otros 10.

En circunstancias normales, se habrían convocado varias reuniones presenciales entre sesiones después de la Conferencia de las Partes de Ginebra. Pero los tiempos que estamos viviendo desde la aparición de la pandemia no son muy normales, que digamos. De hecho, esta asamblea de Lyon ha sido la primera de la CITES desde entonces, y será la última antes de la próxima Conferencia de las Partes que se organizará en Panamá este año. Solo una Conferencia de las Partes tiene autoridad para modificar decisiones de la Convención. Y, debido en parte a la falta de consultas relevantes durante los últimos dos años, no sabemos si se adoptarán cambios significativos sobre esas decisiones, como la inclusión de nuevas especies en la lista de restricciones. Independientemente de lo que ocurra en Panamá, en el futuro la CITES ampliará la lista de árboles, y es inevitable que algunos de ellos sean especies que se utilizan como madera para instrumentos musicales. Efectivamente, el panorama está cambiando.

Taylor Guitars apoya plenamente a la CITES. No nos oponemos a la ampliación de la lista de la CITES ni a ninguna medida legislativa orientada a proteger los bosques y reforzar la transparencia del comercio de productos forestales. Igual que todo el mundo, solo queremos que las políticas se fundamenten en argumentaciones científicas y que el lenguaje se formule a partir de consultas con expertos y partes afectadas. Para ello, el sector de los instrumentos musicales tiene que estar donde se corta el bacalao, porque se avecinan cambios, y se producirán, estemos al tanto de ellos o no.

De lo que ha sido siempre a lo que tiene que ser

Durante unos 200 años, la industria de la música ha tenido acceso a un suministro fiable de madera antigua. Sin embargo, en comparación con otros ámbitos, los fabricantes de instrumentos han consumido un porcentaje muy pequeño de esas especies. De hecho, visto desde una perspectiva amplia, el sector siempre ha sido demasiado pequeño como para influir en los patrones del comercio internacional. Incluso ahora, yo calculo que la industria de la guitarra a nivel mundial adquiere menos de un 0,1 % del comercio global de las especies que utilizamos, con las únicas excepciones de la koa y el ébano. En cualquier caso, nuestro historial de consumo es irrelevante para el tema que nos ocupa en este artículo. Lo que realmente importa es que el patrimonio forestal se está reduciendo y fragmentando en todo el mundo, y que, dentro de 10 años, la compra de madera para instrumentos musicales será algo muy diferente de lo que era hace otros 10.

En este sentido, tengo muy presentes las palabras de Bob Taylor. Él dice que, durante el transcurso de su carrera, siente que ha cruzado el umbral entre «lo que ha sido siempre y lo que tiene que ser».

Y es que, en los últimos años, Taylor Guitars ha sido pionera en el empleo de diapasones de ébano jaspeado y ha incorporado la madera urbana del sur de California a varias líneas de producto. Hemos aumentado el uso de especies tanto domésticas como cultivadas en plantaciones, seguimos ampliando nuestra paleta de maderas para tapas de guitarra, y nos estamos preparando para un futuro en el que las tapas de pícea de cuatro piezas serán mucho más habituales.

¿Y por qué tapas de cuatro piezas? Para explicarlo en pocas palabras, con la forma de distribución actual no habrá suficiente suministro comercial de troncos de pícea de diámetro grande para que todas las guitarras que se fabriquen en el futuro tengan tapas de dos piezas. Bien, en teoría sí lo habría, pero solo una pequeña parte de esos troncos de pícea es apta para la construcción de instrumentos. La mayoría de la pícea que se recolecta acaba en el sector de la construcción o en forma de conglomerado o pellets para combustible. Por supuesto, aún quedan impresionantes extensiones de pícea en zonas protegidas (en realidad, una fracción de lo que existió en su día), pero esperemos que se mantengan intactas.

El uso de tapas de guitarra de dos piezas se convirtió en tradición por dos razones. Una es que la pícea de diámetro grande siempre había estado muy a mano, y la otra es que las tapas de dos piezas requerían menos trabajo (menos piezas para serrar y menos juntas para encolar). Si a los fabricantes de guitarras empiezan a llegarnos menos troncos de diámetro grande y alta calidad, simplemente tendremos que adaptarnos y asumir que la construcción de una tapa de guitarra de primer nivel nos costará más esfuerzo (como les pasa a los fabricantes de pianos, que utilizan numerosas tablas de pícea para la caja de resonancia). 

Contaremos más cosas sobre las tapas de pícea de cuatro piezas en breve, pero ahora mismo la clave es que toda esta innovación (diapasones de ébano jaspeado, madera urbana, madera de plantación, más especies locales, cambios en el diseño y la construcción, etcétera) está sucediendo en el mismo momento histórico y por la misma razón. Los recursos forestales tradicionales de los que siempre hemos echado mano (con poca visión de futuro) están cambiando. Y, en algunos casos, estamos llegando al final del suministro disponible comercialmente, al menos con los volúmenes y niveles de calidad a los que nos hemos acostumbrado desde hace bastante tiempo.

Los tres jinetes del declive forestal

Durante más de 150 años, los luthiers utilizaron pequeñas cantidades de madera antigua procedente de distintas zonas del mundo. Esa madera llegaba al mercado principalmente de la mano de otras industrias más grandes que adquirían material de construcción para barcos, aviones, edificios y muebles, por ejemplo. Los luthiers siempre han podido contar con generosos suministros de madera de regiones templadas y tropicales, y han ido eligiendo especies determinadas en función de sus características acústicas y físicas y de la facilidad para manipularlas. Con los años, la población humana creció, las tecnologías avanzaron, el mercado se globalizó y la cubierta forestal disminuyó, de manera que muchas de las industrias que movían el comercio de productos forestales reorientaron su estrategia. Algunas de ellas sustituyeron unas maderas por otras o se adaptaron a especies de plantación que crecían más rápido. Otras cambiaron los materiales por completo, y pasaron de la madera a metales, hormigón, plásticos o compuestos. Pero esa transformación no es tan sencilla para los fabricantes de instrumentos musicales. La tradición se valora mucho, y las especificaciones técnicas son estrictas.

Aun así, los luthiers siguieron trabajando sin grandes contratiempos tal como habían hecho hasta entonces. Pero, hace solo unas décadas, algunos de ellos empezaron a ver jinetes (metafóricos) cabalgando en la distancia. En el contexto de la compra de productos forestales de madera antigua, los indicadores de complicaciones son los cambios en el precio, la calidad y la geografía: yo les llamo «los tres jinetes del declive forestal». Si ves solo a uno de ellos, probablemente no haya de qué preocuparse. Pero, si se te acercan los tres, tienes un problema. Lógicamente, tu capacidad para detectar esos signos puede depender de la cantidad de madera que adquieras y de la regularidad con la que la compres. Por ejemplo: si construyes cinco guitarras al día, será mucho más difícil que seas consciente de todo ello que si haces 500 o incluso 1000.

En una industria tan sujeta a los exigentes estándares de calidad de la madera, cuando ves venir a los jinetes tienes dos opciones: cerrar los ojos y rezar, o ponerte a innovar. En el caso de un luthier, esto podría implicar una ruptura con los planteamientos de construcción tradicionales con consecuencias como la adopción de ébano jaspeado, el uso de madera urbana y de plantación, la ampliación de la paleta de especies para la tapa y el diseño de tapas de cuatro piezas, por ejemplo. El mundo está cambiando y, tal como dice Andy Powers, diseñador jefe de Taylor: «no sabes lo que puedes hacer hasta que sabes con qué lo puedes hacer». Me parece un comentario interesante viniendo de alguien que desarrollará la mayor parte de su carrera al otro lado del umbral que Bob Taylor ha cruzado.

Invertir en lo inevitable

Taylor Guitars siempre se ha caracterizado por la innovación y la adaptación a los cambios. La calidad de nuestras guitarras no deja de mejorar, y sé positivamente que seguirá así. Es innegable que cada vez es más difícil conseguir buenos materiales para construir guitarras. En el futuro, el suministro de madera será un factor cada vez más determinante que requerirá aún más adaptación por nuestra parte. Pero, aparte de la innovación en la fabricación, la industria debe pensar en la gestión forestal a largo plazo y contemplarla desde una perspectiva a 30, 60, 100 años o más.

El mundo está cambiando y, tal como dice Andy Powers, diseñador jefe de Taylor: «no sabes lo que puedes hacer hasta que sabes con qué lo puedes hacer».

Nosotros estamos dando pasos en esa dirección, como el Proyecto Ébano en Camerún, nuestra iniciativa con la koa en Hawái con Pacific Rim Tonewoods (PRT), el trabajo pionero de PRT con el arce en la región del Pacífico Noroeste o la asociación de Taylor con West Coast Arborists en la esfera de los árboles urbanos. Sin embargo, tenemos que ir a más. También existen otros fabricantes y organizaciones que avanzan por ese camino. A mi lado, en la asamblea de la CITES, había representantes de la Liga de Orquestas Estadounidenses, la Asociación Internacional de Fabricantes de Violines y Arcos y la Confederación de Industrias Musicales Europeas.

Otros constructores muy conocidos han asistido a reuniones en años anteriores. Como colectivo, nuestra industria debe continuar participando en estos debates internacionales y buscando formas innovadoras de contribuir a ampliar la cubierta forestal, diversificar los ecosistemas, cultivar árboles con características genéticas superiores y utilizar nuestra influencia para impulsar un concepto de silvicultura que se centre en la máxima calidad y en la reconstrucción de los extraordinarios recursos que han dado vida a nuestro sector.

Scott Paul es el director de sostenibilidad de recursos naturales de Taylor.

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El pasado marzo, la revista Fast Company destacó a Taylor Guitars como una de las empresas más innovadoras del mundo en el sector de la fabricación. Con una mención a nuestras iniciativas relacionadas con la sostenibilidad y el medio ambiente en todo el mundo, nos han honrado situándonos en el noveno lugar de la lista de las 10 compañías más sobresalientes. En el momento en que el nombramiento se hizo oficial, yo me encontraba en la 74.ª asamblea del Comité Permanente de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) celebrada en Lyon, Francia. La coincidencia de recibir esta noticia en plena reunión de la CITES me pareció apropiada, ya que, en muchos sentidos, este reconocimiento responde al panorama cambiante al que nos enfrentamos los fabricantes de instrumentos musicales (que era la razón principal de mi presencia en el evento). Ahí, sentado en la parte de atrás de un gran auditorio con mi identificación de Taylor Guitars, pensaba en ese escenario en evolución y rememoraba cómo yo mismo, un antiguo activista forestal de Greenpeace que en su día fue arrestado por abordar un barco, había acabado representando a una empresa de guitarras en las negociaciones de tratados multilaterales destinados a garantizar que el comercio internacional no suponga una amenaza para plantas y animales.

Todo empezó el año pasado cuando Bob Thorp, de nuestro equipo de instalaciones, se enteró de que las balas de envoltorio elástico usado que generábamos ya no se reciclaban como nosotros suponíamos, sino que se enviaban a vertederos. Por «envoltorio elástico» me refiero al film transparente que utilizamos para asegurar las guitarras apiladas (dentro de sus estuches) en plataformas de carga o para envolver la madera que transportamos por la fábrica en palés. En prácticamente todos los almacenes de cualquier parte del mundo se usan envoltorios elásticos para asegurar los palés. Si te compras un sofá nuevo, probablemente estará envuelto en plástico. Si alquilas un camión de mudanzas, vendrá con cajas y mantas para proteger tus pertenencias.

Bien, a lo que íbamos: un día, Bob Thorp, Bob Taylor y yo fuimos hasta la esquina del campus de Taylor en la que dejamos nuestros residuos antes de que vengan a llevárselos. Estábamos contemplando varias balas de envoltorio elástico que, tal como acabábamos de saber, iban a terminar en un vertedero. Pasados unos minutos, Bob Taylor dio la orden de cancelar la recogida y eliminación hasta que encontráramos una solución más responsable. Acordamos que, mientras ese momento no llegara, Bob Thorp iría apilando las balas en el lugar más visible del campus: justo en medio del aparcamiento. La idea me encantó. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y yo veía desde la ventana de mi despacho cómo iba creciendo la pila de plástico, confieso que comencé a preocuparme. La cuestión era que, cuanto más nos esforzábamos por comprender el problema y encontrar soluciones, más confusa (y deprimente) parecía la situación.

El atolladero global del plástico

En la película clásica El graduado, el señor McGuire daba un consejo muy claro para Benjamin Braddock (Dustin Hoffman), un recién graduado en la universidad que no sabía muy bien hacia dónde dirigir su vida. «Plásticos», le sugería. «Los plásticos tienen mucho futuro. Piénsatelo». Ciertamente, en 1967 el futuro de los plásticos parecía muy prometedor: aquel material liviano sintético o semisintético podía moldearse en muchos productos útiles. Hoy, poco más de 50 años después de que Benjamin hiciera caso omiso de la recomendación del señor McGuire, la contaminación por plásticos está asfixiando al planeta.

Según datos de la ONU, en los años 90 los residuos plásticos triplicaron con creces el volumen de las décadas de los 70 y 80. Y, a principios de los 2000, la generación mundial de residuos plásticos había superado el nivel de los 40 años anteriores. La gran mayoría de nuestros residuos plásticos no tiene ningún valor ni mercado, así que alrededor del 90 % se quema, se desecha en vertederos o se envía a otros países. En última instancia, una enorme cantidad de ese plástico termina en el mar, formando lo que comúnmente se conoce como islas de basura que se acumulan en uno de los cinco giros oceánicos del planeta. Y ahí se queda el plástico, flotando y degradándose en esos gigantescos sistemas circulares de corrientes marinas.

El mito del reciclaje

Hasta hace muy poco, muchos ignorábamos la magnitud de nuestro problema con el plástico. Dormíamos en paz pensando que los programas de reciclaje convertían nuestros residuos plásticos en productos reciclables útiles que comprábamos, usábamos por muy poco tiempo y reciclábamos nuevamente en un sistema tan eficiente como el que sugiere el descriptivo símbolo de la cinta de Moebius. Si no le dabas muchas vueltas, tenía sentido. En realidad, Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Japón, por nombrar solo algunos territorios, no reciclan la mayoría de sus residuos plásticos, sino que los envían a otro sitio. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Sin embargo, en 2017, el gobierno de China hizo saltar las alarmas cuando comunicó a la Organización Mundial del Comercio que ya no importaría gran parte de los residuos plásticos generados en todo el mundo. El impacto pasó desapercibido para el público general, pero la realidad es que no sabemos qué hacer con los desorbitados volúmenes de plástico que consumimos en la actualidad. Como compradores, se nos hace sorprendentemente difícil prescindir del plástico, ya que está presente en muchas de las cosas que utilizamos en el día a día.

Según el Foro Económico Mundial, el 32 % de los envases de plástico acaba contaminando el medioambiente en algún lugar del mundo.

En la práctica, casi todo el plástico que consumimos y desechamos tiene un valor económico negativo: cuesta más clasificarlo y procesarlo que fabricar nuevos productos con plástico virgen. En Estados Unidos, por ejemplo, solo se recicla un pequeño porcentaje de productos de plástico con más valor, como las botellas y garrafas de PET o HDPE. La inmensa mayoría del plástico que consumimos tiene un valor negativo y nunca llega a las plantas de reciclaje.

Jan Dell, ingeniera química independiente y fundadora de The Last Beach Cleanup (una ONG que combate la contaminación por plásticos), afirma que solo alrededor del 9 % de los residuos plásticos se recolecta para reciclaje. Y, hasta el 2017, aproximadamente la mitad de ese volumen se enviaba a China para ser clasificado, en muchos casos a mano. Aun así, gran parte del plástico transportado a China terminaba quemado o volcado en vertederos, lejos de la vista de las personas que lo habían comprado, usado y tirado. Según el Foro Económico Mundial, el 32 % de los envases de plástico acaba contaminando el medio ambiente en algún lugar del mundo, y mucho de ese plástico llega a nuestros océanos, ríos y costas, o bien se queda flotando en el aire. Otro 40 % se deposita en vertederos, y un 14 % se incinera.

Para simplificar: durante décadas, el consumo mundial de plásticos fue aumentando de manera desmesurada y exponencial, pero el sistema funcionaba porque los países occidentales importaban contenedores llenos de productos de China y, a su vez, exportaban poco volumen. En consecuencia, el precio [RF1] de los envíos a China era mucho más bajo que el de los envíos desde China. Una vez allí, y gracias en parte al bajo coste de la mano de obra, a algunas empresas chinas les resultaba rentable clasificar una fracción del material y convertirla en pellets para revenderla. El porcentaje que no generaba ninguna ganancia se volcaba en vertederos o se incineraba. Así estuvo operando la infraestructura global del «reciclaje» durante muchos años… hasta que el gobierno chino tomó conciencia de los costes externos asociados a esas prácticas, como la salud humana y la contaminación. Y, en 2017, China notificó a la Organización Mundial del Comercio que el juego había terminado. Por supuesto, todavía se siguen enviando residuos plásticos con regularidad a lugares como Tailandia, Indonesia, Vietnam o la India, en los que el material se clasifica y se limpia (en gran parte a mano) de cara al reciclaje. El plástico que se considera que tiene valor negativo se tira o se quema allí mismo. Los consumidores de todos los países adquieren y desechan productos de plástico a un ritmo alarmante, pero la mayoría de ellos compra lo que quiere/necesita/puede pagar, y no suele haber muchas opciones para evitar esos artículos o envases de plástico que el propio mercado comercializa de forma tan agresiva. Por su parte, a los productores y fabricantes raramente se les responsabiliza del tratamiento o la eliminación de sus artículos una vez que han pasado a las manos del consumidor.

Mientras tanto, en Taylor Guitars…

Durante varios meses, al mirar por la ventana de mi despacho veía cómo iba creciendo nuestro cubo de envoltorio de plástico. Publicamos una imagen en las redes sociales, escribimos sobre ello en el boletín interno de Taylor, leímos informes, nos pusimos en contacto con otras empresas y consultamos con expertos en medio ambiente, como John Hocevar de Greenpeace y Jan Dell de The Last Beach Cleanup. También empezamos a investigar otros casos de uso de plástico en fábricas. Mientras tratábamos de separar el trigo de la paja y desenmarañar diversas contradicciones, sucedió algo curioso. Al parecer, el cubo gigante de plástico, esa piedra en el zapato de la que no se libraba nadie que buscara una plaza para aparcar, espoleó muchas conversaciones a lo largo y ancho del campus de Taylor, y acabó conduciendo a la implementación de diversas soluciones y alternativas para usar menos plástico. Por ejemplo: los palés de mástiles de guitarra que desplazamos en montacargas de un edificio a otro aquí en El Cajón, o que enviamos desde El Cajón hacia nuestra fábrica de Tecate (México), ya no se aseguran con envoltorios de plástico, sino que ahora se transportan en recipientes de cartón con bordes metálicos. Lo mismo hemos hecho con los contenedores llenos de piezas de guitarra que movemos de aquí para allá. También estamos explorando nuevos diseños para evitar el plástico en los envases de nuestros slides de ébano, y queremos recurrir al papel para la protección de los envíos de nuestros artículos TaylorWare (camisetas, gorras, tazas de café, etcétera). Aun así, podrías estar pensando que todo eso ya lo deberíamos haber pensado hace años… y tendrías toda la razón.

¿Y qué pasó con el gran cubo de plástico?

Cuando hablábamos con otras empresas para encontrar la forma más responsable de deshacernos de nuestros envoltorios elásticos (unas decían que tendríamos que pagar para que se los llevaran; otras, que nos pagarían por ello), siempre hacíamos lasmismas preguntas. ¿Qué haréis con ese plástico? ¿Vais a venderlo, tirarlo a un vertedero, quemarlo, reciclarlo? Si se recicla, ¿en qué se convertirá? ¿A qué distancia se transportará? ¿Lo exportaréis? No queríamos que nos dieran respuestas específicas y predeterminadas, sino entender la situación desde la premisa básica de que el reciclaje es obviamente mejor que el vertido y que el transporte a pocos kilómetros es más conveniente que a lugares lejanos. El hecho de pagar o que nos pagaran no era algo que tuviéramos en cuenta, ya que de todas formas no era mucho dinero.

De todo el plástico que ha existido en la historia, más de la mitad se ha producido en los últimos 15 años.

Actualmente, Taylor está trabajando con una empresa llamada PreZero que tiene una planta de reciclaje en Jurupa Valley (California), a poco más de 150 kilómetros de nuestra fábrica. PreZero recicla nuestro envoltorio plástico en forma de pellets que se envían a sus instalaciones de Oroville, también en California. Allí, los pellets se utilizan para producir bolsas de polietileno que se venden a tiendas de marca en centros comerciales. La planta de PreZero en Oroville es una de las pocas que hemos encontrado en las que se hacen bolsas de polietileno con material reciclado (nosotros las usamos para los envíos de guitarras, como explicaré enseguida).

Muchos de los expertos con los que hemos hablado de nuestro problema con los envoltorios elásticos nos han animado a comprar plásticos con contenido reciclado, porque entre todos tenemos que estimular el mercado del reciclaje. Pero la cruda realidad es que el plástico virgen es más barato que el reciclado y, por lo tanto, la infraestructura del reciclaje de plástico es ridículamente exigua.

La verdad sobre las bolsas de polietileno en Taylor

Como hemos explicado muchas veces en Wood&Steel, creemos que la principal amenaza para las guitarras acústicas de madera maciza es un ambiente demasiado seco o demasiado húmedo. Somos tan estrictos con el control de la humedad que no solo todas las guitarras y estuches de madera que producimos están construidos en un entorno regulado, sino que, antes de empaquetar las guitarras en nuestro almacén de envíos, colocamos los estuches o fundas que las contienen en bolsas de polietileno para proteger aún más al instrumento en su recorrido por Estados Unidos o hacia otras regiones del mundo.

Las guitarras salen de nuestra fábrica en condiciones óptimas, pero su periplo hasta llegar a su destino puede ser ajetreado. Es probable que el instrumento viaje en un camión semirremolque, o que lo carguen dentro de un contenedor de metal en un buque de carga. Antes de que la guitarra llegue a ti, es probable que haya estado guardada en un almacén y, según la época del año, puede haber viajado a través de zonas con climas y niveles de humedad muy diferentes. La exposición a cambios significativos de temperatura y humedad, especialmente cuando es baja, puede hacer que la madera se contraiga (o se hinche si la humedad es alta), lo cual tendrá un impacto negativo sobre el sonido y la sensación e incluso puede dañar al instrumento. Dicho esto, una guitarra de buena calidad que esté bien cuidada durará generaciones.

Hasta hace poco, nuestras bolsas de polietileno estaban hechas con resina 100 % virgen. Pero, gracias a esa montaña de plástico que me acechaba por la ventana de mi despacho, ya hemos completado la transición a las bolsas fabricadas por PreZero con un 60 % de contenido reciclado (que esperamos que pronto aumente a un 80 %).

Resumiendo: ahora, nuestros residuos de envoltorios de plástico (que ya estamos usando menos) se reciclan en pellets en Jurupa Valley y se envían a Oroville, donde se convierten en bolsas de polietileno sin salir de California. Y nosotros compramos esas bolsas para proteger nuestras guitarras en lugar de las unidades de fibra de polietileno virgen que utilizábamos anteriormente. No es una solución ideal, pero es mejor que lo que teníamos hasta el momento. Esta es una de las razones por las que en Taylor evitamos proclamar que somos una empresa sostenible o que nuestras guitarras son sostenibles, porque (a) si analizamos todo el proceso de fabricación, nosotros no lo somos y nuestros instrumentos tampoco, y (b) la sostenibilidad debe ser entendida como un viaje sin final.

Y, solo para dejarlo claro: nuestra intención al comentar todo esto no es ganarnos una palmadita en la espalda. Tenemos otros problemas relacionados con el plástico que debemos abordar. Con toda sinceridad, hace muy poco que hemos empezado a adentrarnos en todo esto, y a mí me corresponde disculparme por ello. Sencillamente, queremos ser transparentes y explicar dónde estamos y qué estamos haciendo. Sabemos que el camino es muy largo; de hecho, hemos tenido suerte de habernos cruzado con PreZero para reciclar nuestro film transparente a un nivel razonablemente «local». También nos ayuda el hecho de que nuestros residuos plásticos son de una sola clase industrial relativamente limpia y tienen suficiente calidad y volumen como para recolectarlos en balas. (Nota: no coloques este tipo de residuos plásticos blandos en los contenedores de reciclaje de tu casa, ya que las infraestructuras municipales no tienen capacidad para clasificarlos, limpiarlos y procesarlos).

Así que aquí estamos. De todo el plástico que ha existido en la historia, más de la mitad se ha producido en los últimos 15 años. Como ciudadanos individuales, podemos fijarnos el objetivo de reducir la generación de residuos plásticos y consumir menos y con más discreción. Pero la verdad es que lo mejor que podemos hacer es responsabilizar a las empresas, votar, aprobar leyes y denunciar la falacia del greenwashing allá donde la veamos. Y eso incluye a Taylor Guitars; por lo tanto, si hay algo que te preocupe en este sentido, puedes trasmitírmelo directamente a mí. Ya tenemos una lista de temas a tratar. Está claro que los pasos que hemos dado en Taylor con los envoltorios plásticos y las bolsas de polietileno tienen un efecto positivo, pero ahora mismo son más una atenuación de daños que una solución. Todos podemos hacer mucho más para limpiar nuestra casa. Que no se nos olvide: la sostenibilidad es una travesía que no acaba nunca, y no podemos bajar el ritmo.

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Proyecto Ébano: Fase 2

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Diez años después de la compra de un aserradero de ébano en Camerún, nuestros esfuerzos por garantizar una cadena de suministro ética han dado lugar a nuevos descubrimientos científicos y a un programa de plantación comunitaria escalable que está a punto de duplicar su alcance.

El pasado marzo, la revista Fast Company destacó a Taylor Guitars como una de las empresas más innovadoras del mundo en el sector de la fabricación. Con una mención a nuestras iniciativas relacionadas con la sostenibilidad y el medio ambiente en todo el mundo, nos han honrado situándonos en el noveno lugar de la lista de las 10 compañías más sobresalientes. En el momento en que el nombramiento se hizo oficial, yo me encontraba en la 74.ª asamblea del Comité Permanente de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés) celebrada en Lyon, Francia. La coincidencia de recibir esta noticia en plena reunión de la CITES me pareció apropiada, ya que, en muchos sentidos, este reconocimiento responde al panorama cambiante al que nos enfrentamos los fabricantes de instrumentos musicales (que era la razón principal de mi presencia en el evento). Ahí, sentado en la parte de atrás de un gran auditorio con mi identificación de Taylor Guitars, pensaba en ese escenario en evolución y rememoraba cómo yo mismo, un antiguo activista forestal de Greenpeace que en su día fue arrestado por abordar un barco, había acabado representando a una empresa de guitarras en las negociaciones de tratados multilaterales destinados a garantizar que el comercio internacional no suponga una amenaza para plantas y animales.

En el 2011, Taylor Guitars y la empresa española Madinter (proveedora de madera para Taylor) adquirieron el aserradero de ébano Crelicam en Yaundé, Camerún. La idea era crear una cadena de valor socialmente responsable para los componentes de ébano de los instrumentos musicales. Durante los primeros años nos adaptamos a las realidades de operar en Camerún, reconstruimos el aserradero, formamos a los empleados en el uso de nuevas máquinas y herramientas, y modificamos nuestras especificaciones de abastecimiento para reducir los residuos y optimizar el rendimiento (por ejemplo, utilizando ébano con abigarramiento y no solo piezas de color negro puro). Después de esa primera etapa, centramos nuestra atención en otro aspecto de la gestión del suministro responsable: el desarrollo de un esquema de plantación de ébano escalable.

Ese plan se lanzó oficialmente en el año 2016 con el nombre de Proyecto Ébano. Nos asociamos con el Congo Basin Institute (CBI) de Yaundé con el propósito inicial de realizar una investigación ecológica básica sobre la propagación del ébano (sorprendentemente, había poca bibliografía sobre ello) y aprovechar todo lo que fuéramos descubriendo para establecer viveros y definir un programa de plantación comunitaria que se pudiera ampliar. El primer objetivo fue la plantación de 15 000 árboles de ébano junto con un número indeterminado de árboles frutales como fuente de alimento e ingresos para las aldeas que participaban en el programa.

Durante estos cinco años, el Proyecto Ébano ha avanzado lento pero seguro, y hemos aprendido mucho. En el 2020 superamos la meta de los 15 000 árboles de ébano plantados, y el investigador principal del proyecto, el doctor Vincent Deblauwe, publicó artículos científicos que se están convirtiendo rápidamente en la literatura de referencia sobre esta especie.

Cada año, el equipo del proyecto redacta un informe de los progresos para documentar los éxitos y dificultades del año anterior y articular nuevos objetivos y oportunidades para el futuro. Estos informes, disponibles públicamente, quieren ser una evaluación honesta del estado del proyecto en cada momento. Si tienes interés en el tema, encontrarás el informe más reciente en crelicam.com/resources.

Como consecuencia de la evolución del proyecto en los últimos años, firmamos una asociación público-privada con el gobierno de Camerún, y tanto la Fundación Franklinia como la Universidad de California aportaron algo de dinero a la causa. Pero, en términos generales, hasta ahora toda la iniciativa ha sido financiada personalmente por Bob Taylor.

Expansión con capital externo

Cuando logramos establecer una prueba de concepto a través de nuestro paradigma de plantación comunitaria, el Proyecto Ébano empezó a captar la atención y, en última instancia, más financiación. El Proyecto Ébano quedará enmarcado en una iniciativa de conservación forestal en Camerún con un presupuesto total de 9,6 millones de dólares aportados por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial. (El FMAM, o GEF por sus siglas en inglés, es un fondo fiduciario multilateral cuyos recursos financieros están destinados a ayudar a los países en desarrollo a invertir en la naturaleza y a apoyar la implementación de grandes acuerdos internacionales relacionados con aspectos como la biodiversidad, la degradación de la tierra y el cambio climático. El Gobierno de Camerún y el Fondo Mundial para la Naturaleza administrarán los fondos del FMAM en Camerún).

El Proyecto Ébano recibirá aproximadamente 1,4 millones de dólares de la subvención del FMAM que nos permitirán aprovechar nuestra experiencia de los cinco años anteriores y ampliar el radio de plantación de seis aldeas a doce. Esta inversión también impulsará nuestra ya revolucionaria investigación científica sobre la ecología del ébano de África Occidental y la selva tropical de la cuenca del Congo. Es un momento muy emocionante para el proyecto… ¡pero aún hay más!

Increasing Fruit Tree Production

El programa Partnerships For Forests (P4F), financiado por el gobierno del Reino Unido, se ha asociado con el CBI para comprender mejor las posibilidades de expansión de la producción de árboles frutales del Proyecto Ébano y explorar formas de acceder a los mercados locales y regionales. La idea es presentar un incentivo económico para mantener la biodiversidad intacta y, al mismo tiempo, combatir la inseguridad alimentaria. Aunque nuestra iniciativa fue bautizada como «Proyecto Ébano», la plantación de árboles frutales adecuados a la zona siempre estuvo en la ecuación. Y, si bien hay que reconocer que la faceta «frutal» del proyecto ha quedado por detrás de la plantación de ébano y la investigación científica, ha ido creciendo año tras año y esperamos que la aportación del P4F pueda llevarla a otro nivel. Dependiendo de los resultados del análisis, el proyecto P4F contempla la ampliación de la inversión para dinamizar la creación de viveros de árboles frutales y estimular el comercio.

Entretanto, el doctor Deblauwe y su equipo continúan realizando descubrimientos científicos de importancia crucial que amplían nuestro conocimiento de los bosques de la cuenca del Congo. De hecho, esa investigación independiente fue fundamental para la reevaluación en la Lista Roja del 2017 de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) del ébano de África Occidental, clasificado como «en peligro» hacía 20 años, pero ya recolocado en la categoría más optimista de «vulnerable». (Para más información sobre esta reevaluación, puedes leer mi artículo en la sección «Sostenibilidad» del número 94 de Wood&Steel publicado en verano del 2019). El proyecto ha mejorado nuestra comprensión del ciclo de fructificación en varios años del ébano, y las innovadoras cámaras de visión nocturna activadas por movimiento han identificado por primera vez a los insectos que polinizan la flor del ébano y a los mamíferos que se comen la fruta, transportan las semillas en su tracto digestivo y las dispersan a través de la defecación, lo cual ayuda al árbol a reproducirse.

Desarrollo de una herramienta de análisis de datos

En todo este proceso, el responsable de inteligencia empresarial de Taylor Steve Theriault ha estado trabajando con el doctor Deblauwe para introducir los datos del proyecto recopilados a mano o en ordenadores portátiles en Tableau, una plataforma software de visualización de datos interactiva. Tableau se creó para ayudar a las empresas a supervisar sus operaciones mediante análisis de datos y vistas históricas, actuales y predictivas, incluidas visualizaciones de datos en forma de gráficos. ¡Está muy bien! Y Steve es el equivalente a un triple cinturón negro en Tableau. Lo que él y Vincent han creado es increíble. Con unos pocos clics, tenemos la posibilidad de compartir información de forma fácil y comprensible en un panel de control altamente intuitivo. Podemos saber, por ejemplo, cuántos árboles de ébano y frutales hay en un vivero determinado y en qué año esperamos que estén listos para el trasplante, o rastrear el registro anual de semillas y averiguar quién plantó qué y dónde. La herramienta también permite realizar consultas macro para todo el proyecto o delimitar el foco y analizar datos a nivel de aldea. Nos va a resultar muy útil, y creo que es algo único dentro del movimiento de la restauración a escala mundial.

Entramos en la Fase 2

Yo llamo a los primeros cinco años del Proyecto Ébano «Fase 1: el despegue», que salió en su mayor parte del bolsillo de Bob Taylor. Tuvimos nuestros éxitos y fracasos, ampliamos nuestras asociaciones de plantación comunitaria a seis aldeas y logramos alcanzar la meta de 15 000 árboles plantados. Aprendimos mucho sobre la ecología básica de la especie y conocimos a las comunidades que viven en la zona de amortiguamiento de la Reserva Forestal del Dja en la que trabajamos, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Bob y el fundador del CBI, el profesor Tom Smith de la UCLA, establecieron una dotación presupuestaria para garantizar la supervivencia del proyecto en el futuro independientemente de la financiación externa.

Para el 2025, nuestra meta es plantar 30 000 árboles de ébano y 25 000 frutales.

Ahora, con los fondos del FMAM, el proyecto P4F, la Fundación Franklinia y la Universidad de California, hemos entrado en la Fase 2, en la que duplicaremos el número de aldeas participantes. Y tenemos un nuevo plan a cinco años vista. Para el 2025, nuestra meta es plantar otros 30 000 árboles de ébano. Es más; por primera vez, también nos hemos marcado un objetivo de plantación de árboles frutales: 25 000 en los próximos cinco años. Si todo sale bien, mejoraremos la integridad biológica de la zona contigua a la Reserva del Dja, ayudaremos a las comunidades locales a solucionar problemas de inseguridad alimentaria y quizá algún día, mucho después de que todos hayamos desaparecido, alguien pueda comprar uno de los árboles de ébano que nosotros plantamos para construir una guitarra.

¿Fase 3?

Para terminar, vamos a soñar un poco. No podemos evitar mirar más allá del ámbito del proyecto actual (la zona del Dja que es Patrimonio Mundial de la UNESCO) y pensar en todo el sur de Camerún y en una vasta región conocida como Tridom que incluye partes del sur de Camerún, Gabón y la República Centroafricana. Se dice que es la masa forestal más intacta que queda en la cuenca del Congo. El Tridom engloba doce áreas protegidas de gran extensión y, por supuesto, aquí vive gente, tanto colonos recientes como pueblos tradicionales que lo han habitado desde mucho antes de la historia documentada. Hay carreteras y aldeas, agricultura y tala de árboles. Pero nos da que pensar. Si en los próximos cinco años el Proyecto Ébano tiene éxito en la zona del Dja en Camerún, sería interesante replicar el modelo en áreas protegidas similares dentro del Tridom. Pero esto quedará (espero) para otros números de Wood&Steel en el futuro.

Avances en la reforestación en Hawái: plantación de koa

Queríamos informaros sobre las últimas novedades de nuestros proyectos de protección forestal en Hawái. Para poneros en situación: en el 2015, el aserradero y proveedor de madera Pacific Rim Tonewoods y Taylor Guitars se unieron en una empresa llamada Paniolo Tonewoods. Nuestro objetivo común consistía en preservar un suministro de koa saludable para su uso futuro en instrumentos musicales mediante la regeneración de bosques nativos, incluidos árboles de koa.

Los primeros proyectos de Paniolo en Hawái partían de un acuerdo implementado en su día por el Servicio Forestal de los Estados Unidos, en virtud del cual se intercambiaba madera por ciertos servicios prestados. En lugar de pagar directamente al propietario de las tierras por troncos de koa o por derechos de cosecha, Paniolo podía cortar un número determinado de árboles de koa asignados a condición de que financiara una serie de acciones de desarrollo forestal en la zona. Algunos de esos proyectos, cuyo valor debía igualar al de la madera recolectada, fueron la instalación de nuevos cercados para mantener alejadas a ovejas y ganado salvaje, la eliminación de plantas invasoras, la mejora de los cortafuegos y la plantación y cuidado de plántulas de koa cultivadas en viveros.

Otra iniciativa importante se materializó en el 2018, cuando Bob Taylor compró unas 230 hectáreas de pastizales en el extremo norte de la isla de Hawái en régimen de fideicomiso permanente. Hace unos 150 años, estas tierras fueron taladas para convertirlas en pastos. Actualmente están gestionadas por Paniolo, que asumió la tarea de recuperarlas como bosque nativo hawaiano. El plan era que Paniolo plantara árboles de koa y otras especies de cara a la producción de madera a unos 30 años vista desde la siembra, que es el momento en que el bosque estará maduro y preparado para perpetuarse. En principio, la tala selectiva y la replantación de árboles deberían generar más del doble del volumen de koa que Taylor Guitars utiliza actualmente.

El pasado junio, Paniolo Tonewoods dio el pistoletazo de salida con la plantación de más de 3000 árboles de koa y unos 800 árboles y arbustos nativos de otras especies en 4 hectáreas de este terreno. El jefe de proyecto de Paniolo Nick Koch aporta una valiosa información sobre estas tierras, los trabajos de plantación y los planes de la empresa para el futuro.

«La pintoresca zona de Kapoaula está situada entre las comunidades ganaderas históricas de Waimea y Honoka’a, muy significativas para la cultura de los paniolos. Aquí, el pastoreo de ganado ha sido una forma de vida desde mediados del siglo XIX. Esta tradición continúa hasta el día de hoy, y una de sus consecuencias ha sido la desaparición de bosques nativos no solo en esta área, sino en todo Hawái.

«Desde este lugar, las vistas a los valles y montañas de los alrededores son espectaculares. En días claros, hasta se puede ver la lejana isla de Maui entre la bruma. El crecimiento de los árboles en los próximos 10 o 15 años echará a perder esta postal, pero creemos que es un precio que vale la pena pagar por unas tierras que garantizarán la disponibilidad de koa para la fabricación de guitarras Taylor. Esas espléndidas vistas serán sustituidas por un frondoso bosque nativo con una gran abundancia de árboles de koa sanos y bien mantenidos que constituirán un hábitat ideal para las aves autóctonas. Al fin y al cabo, la madera es el recurso renovable por excelencia. Y, a través de proyectos como este, estamos aportando nuestro granito de arena para regenerar los bosques y asegurar su salud en el futuro.

«En los próximos 10 años, Paniolo Tonewoods plantará 150 000 árboles de koa en este terreno. Solo el año pasado, Paniolo sembró el triple de los árboles que ha cosechado desde el nacimiento de la empresa en el 2015. Y no hemos hecho más que empezar».

Intenta usar menos plástico. Nosotros también lo estamos haciendo.

En el último número de Wood&Steel, Jim Kirlin escribió una pieza acerca del esfuerzo que estamos haciendo para autoconcienciarnos sobre el uso de plásticos en nuestro proceso de fabricación. En ese artículo, titulado «El plástico: un problema que nos envuelve», tratábamos aspectos relacionados con nuestro uso de envoltorios elásticos de plástico para asegurar el transporte o el almacenamiento de palés.

Cuando empezamos a profundizar en este asunto, entendimos que nuestra forma de deshacernos de los envoltorios usados había dejado de ser tan responsable como pensábamos en su momento. Por lo tanto, Bob Taylor y yo decidimos empezar a apilar esos residuos en el centro de la zona de aparcamiento principal a la vista de todos los empleados. Bob dijo: «hasta que se nos ocurra una solución, lo dejaremos ahí para que todos podamos ver cómo va creciendo». Así lo hicimos, y vaya si creció. Entretanto, creamos un grupo de trabajo dedicado a esta cuestión. Investigamos más en profundidad y hablamos del problema en nuestro boletín interno, y pronto empezaron a llegar relatos de pequeñas innovaciones y disminuciones del uso de plástico en todo el campus. Cuando publicamos la historia en las redes sociales, recibimos un respaldo (prácticamente) unánime y también varias sugerencias útiles. ¡Gracias por el apoyo!

Esperamos poder contaros en breve algo que creemos que será un gran paso adelante en la reducción de nuestra huella de plástico. Hemos contactado con una empresa que podría ofrecer una alternativa viable, así que ahora mismo somos optimistas dentro de la cautela. Será solo un principio, pero el primer paso siempre es el más importante. Los plásticos son un problema enorme en todo el planeta con unas estadísticas realmente alarmantes. Nos espera un camino largo y difícil, pero todos estamos llamados a transitarlo. ¡Tendréis más noticias en nuestro próximo número!

Sustentabilidad

Esto no ha acabado

Bajar

Nuestra búsqueda continua de acabados para guitarra más ecológicos y de mejor calidad es la prueba de que la protección del medio ambiente es un esfuerzo que no acaba nunca.

En Taylor Guitars nos gusta decir que la sostenibilidad es un viaje, no un destino. Esta filosofía evita que caigamos en la complacencia y nos permite centrarnos en una serie de cuestiones que van más allá del tema obvio del consumo de madera para abarcar aspectos como el uso de energía, los plásticos, los productos desechables de un solo uso e incluso las camisetas que vendemos. El objetivo es encontrar estrategias para actuar de forma más responsable sin comprometer los estándares en los que se fundamenta la empresa. Por supuesto, no hemos llegado a la perfección, pero vamos avanzando. Como decía, esto es un viaje.

Un elemento importante en una compañía que quiere ser responsable es la transparencia. Por lo tanto, he querido centrar este artículo en los acabados de las guitarras para explicar de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos llegar.

Para empezar, señalemos que los entusiastas de la guitarra se toman el tema del acabado de una forma sorprendentemente visceral. Creedme: si queréis azuzar un encendido debate entre luthiers e intérpretes testarudos, simplemente tenéis que sacar el tema de los acabados. En parte, esto se debe a la larga historia de los acabados para instrumentos de cuerda, pero también a la variedad de opiniones sobre cómo los distintos acabados afectan al sonido, la sensación y el aspecto de una guitarra.

Mucho más que un revestimiento

Las guitarras que llegan al departamento de acabados de nuestra fábrica de El Cajón (California) pasan por una serie de procesos que incluyen el lijado, el tinte, el tapado de poros y la aplicación de la capa superior. Un buen acabado no es un simple revestimiento protector, sino un sistema refinado que suele incluir diferentes tecnologías y materiales aplicados en una sucesión de capas integradas con funciones individuales específicas. Por ejemplo, el tapaporos penetra en la madera para estabilizarla, lo cual es particularmente importante en especies de poro abierto como la caoba. La aplicación de otra capa de acabado protegerá la madera y proporcionará el nivel de amortiguación adecuado. (En el recuadro encontrarás más información acerca de la relación entre el acabado y la amortiguación). Otra de las capas de un sistema de acabado es el revestimiento superior, que normalmente se aplica pensando en el aspecto estético y con la idea de resaltar los patrones de veteado o de uniformizar el color.

Breve historia de los materiales para el acabado

Durante siglos, se han utilizado muchos materiales diferentes para el acabado de instrumentos musicales de madera, como aceites (por ejemplo, de linaza o de tung), ceras, goma laca (una resina secretada por una especie de gusano nativa de la India y Tailandia), barnices y varios tipos de lacas. En esencia, la mayoría de los acabados tienen tres componentes: una base sólida (como la resina), un aglutinante (para que el acabado se adhiera a la madera y los elementos sólidos se peguen entre sí) y un vehículo (disolvente, aceite, etcétera) que ayuda a disolver la resina para que se pueda extender sobre una superficie.

Para comprender mejor la evolución de los acabados para guitarra, incluido el nuestro, echemos la vista atrás y fijémonos en los instrumentos que influyeron en su desarrollo, como el oud y el laúd. Hace siglos, la madera de estos instrumentos se protegía con ingredientes naturales disponibles a nivel local, como un material resultante de una mezcla de azúcar (utilizada como resina para alargar la durabilidad), clara de huevo (el agente aglutinante) y miel (el vehículo de aplicación, que también le da a la superficie un cierto grado de flexibilidad). A veces también se añadía savia endurecida extraída de árboles del género acacia.

finish spraying machine applying finish mist to an acoustic guitar inside the Taylor factory

El espesor del acabado y la amortiguación

Existe una relación comprobada entre el espesor del acabado y la amortiguación. En Taylor ya hemos hablado de este tema a medida que hemos ido presentando nuestros acabados más finos, que en última instancia mejoran el tono de la guitarra. Un acabado demasiado grueso ahogará la resonancia y la musicalidad del instrumento. Sin embargo, también hay que pensar que un acabado demasiado sutil (o incluso inexistente) no permitirá controlar correctamente la amortiguación, lo cual puede provocar conflictos de armónicos y, en ocasiones, producir una voz acústica estridente. Moraleja: la amortiguación no es algo intrínsecamente malo en el mundo del sonido.

El pulido francés

Los acabados de los instrumentos de madera alcanzaron la mayoría de edad a partir del siglo XVII, y fue el violín quien marcó el tono (en sentido tanto literal como figurado) de los acabados que se irían desarrollando. Durante los siglos XIX y XX, una técnica de acabado muy brillante llamada «pulido francés» pasó del mundo del violín al de las guitarras clásicas y de salón. Se le dio este nombre porque los fabricantes de muebles franceses lo utilizaron mucho en la época victoriana. El proceso es extremadamente laborioso e implica el uso de muchas capas finas de goma laca natural secretada por el gusano de la laca, disuelta en alcohol desnaturalizado y frotada con una almohadilla lubricada con aceite. El alcohol se evapora rápidamente, de manera que el tiempo de secado entre cada aplicación es muy corto. El inconveniente es que cada revestimiento es tan fino que hay que aplicar cientos de capas (sin exagerar) para lograr esa superficie altamente pulida que al público le encanta.

Laca de nitrocelulosa

En 1921, la empresa de químicos Dupont inventó la laca de nitrocelulosa para su uso en la industria del automóvil. Fue el primer acabado sintético moderno: era duradero, se secaba al tacto en cuestión de minutos y se podía aplicar con una pistola pulverizadora, así que resultaba ideal para los albores de la producción en masa. El proceso pronto fue adoptado por los artesanos de la madera, incluidos los constructores de guitarras.

Sin embargo, la laca de nitrocelulosa también tenía sus inconvenientes. En primer lugar, la eficiencia de transferencia de los métodos de pulverización convencionales (es decir, la cantidad de acabado que realmente llega a la superficie tratada en lugar de quedarse flotando en el aire) era solo de aproximadamente el 10 %. En el caso de una guitarra de madera, los disolventes necesarios para aplicar esta laca requerían más de dos semanas de curado al aire. De hecho, esos disolventes pueden continuar emitiendo gases durante meses e incluso años, de manera que el acabado queda más fino pero más denso. Además, los acabados de nitrocelulosa tienden a amarillear con el tiempo, y la exposición a fluctuaciones de temperatura drásticas puede provocar unas pequeñas grietas conocidas como «craquelado». Para algunos coleccionistas de guitarras vintage, estas características realzan el encanto estético.

Disolventes y COV

En los inicios de la laca de nitrocelulosa, aún no se tenía un conocimiento claro de la parte negativa de los disolventes utilizados. La nitrocelulosa libera niveles significativos de compuestos orgánicos volátiles (COV) que son perjudiciales tanto para la salud humana como para el medio ambiente, sobre todo si se aplica con una pistola pulverizadora en un entorno industrial abierto. Sí, los COV son omnipresentes y también se producen de forma natural. Al abrir una botella de vino, por ejemplo, se liberan COV. Se trata simplemente de gas, pero hay gases inofensivos y otros que no lo son. Los COV que se liberan al aplicar laca de nitrocelulosa con una pistola pulverizadora pueden ser venenosos y provocar efectos adversos para la salud humana, como irritación transitoria de ojos, nariz y garganta, dificultad para respirar, dolor de cabeza, náuseas, mareos y problemas en la piel. Las consecuencias a largo plazo pueden incluir daños en los pulmones, el hígado, los riñones o el sistema nervioso central. Hoy en día todavía se usan habitualmente acabados de laca de nitrocelulosa en varios sectores (incluida la industria de la fabricación de guitarras), aunque se hace en un entorno de aplicación mucho más seguro para proteger a los trabajadores.

La evolución de los acabados en Taylor

A lo largo de los años, los avances científicos en el mundo de los plásticos y los polímeros han dado lugar a nuevos tipos de acabados. La industria de la guitarra ha adoptado varios de ellos, como el barniz de conversión, los uretanos, el poliuretano, el poliéster y el acrílico. En realidad, se trata de diversas resinas que emiten distintos niveles de COV. Cuando Taylor Guitars inició sus operaciones en 1974, la incipiente empresa recurrió a diferentes acabados y métodos de aplicación habituales en aquel momento, desde laca de nitrocelulosa hasta barnices de conversión y, más tarde, poliuretano. Cada uno de ellos traía consigo sus propios problemas ambientales, y todos tenían como denominador común un tiempo de curado muy prolongado.

Hacia 1985, Taylor prescindió por completo de los acabados de laca de nitrocelulosa. Desde entonces, el equipo de acabados de Taylor ha ido transformando radicalmente los procesos de la empresa, pasando de un tratamiento altamente manual y laborioso a un enfoque científico impulsado por tecnología sofisticada.

La crisis es la madre del ingenio

Bob Taylor siempre ha tenido un espíritu muy emprendedor, pero a veces la motivación para innovar puede venir de fuentes externas. Por ejemplo, del día de 1991 en que Bob recibió una carta del Estado de California informándole de que Taylor Guitars pronto dejaría de tener autorización para utilizar muchos de los acabados comunes en la industria. Esta prohibición no iba a aplicarse a otros fabricantes de guitarras; solo a los residentes en California. Para una empresa joven con una plantilla en crecimiento, eso tuvo que ser un trago difícil de digerir.

Bob ve la luz

Poco después, Bob asistió a un seminario sobre el uso de luz ultravioleta (UV) para acelerar el curado del acabado. Al volver a la fábrica, declaró: «ese es el camino que vamos a seguir. Haremos lo que sea necesario para desarrollar un acabado más limpio y curado con luz UV». El único problema era que el curado UV aún no existía para objetos tridimensionales como una guitarra, y los fabricantes de acabados no estaban precisamente haciendo cola para ayudar a una pequeña empresa de un sector tan «esotérico». Taylor contrató a un químico para trabajar con Bob y Steve Baldwin, el responsable del departamento de acabados de Taylor en aquel momento. El objetivo era formular un nuevo acabado y desarrollar un proceso para obtener una masilla para rellenado y un revestimiento superior con la posibilidad de curado UV. Mientras tanto, el diseñador de maquinaria y herramientas de Taylor, Matt Guzzetta, proyectó y construyó a medida un horno UV que permitía curar el acabado en 30 segundos (frente a los 12 días de curado al aire que necesitaba la laca de nitrocelulosa).

El nuevo acabado tenía una base de poliéster y contenía menos disolventes, con lo cual reducía las emisiones nocivas. A diferencia de la laca de nitrocelulosa, el acabado resultante era mucho menos propenso a amarillear con el paso del tiempo y no se craquelaba ante fluctuaciones de temperatura. En 1995, la aplicación de acabados con curado UV pasó a formar parte del proceso de producción. Así fue como Taylor se convirtió en la primera empresa de guitarras que adoptaba los acabados con luz ultravioleta, que demostraron ser más duraderos y además permitían utilizar revestimientos más finos (lo cual también contribuía a mejorar el sonido). El extraordinario recorte del tiempo de secado estimuló la eficiencia de la fabricación y dio como resultado una drástica reducción de las emisiones de COV.

Antes hablábamos de los tres componentes fundamentales de los acabados convencionales: un sólido, un aglutinante y un disolvente o vehículo. Tal como dice Andy Powers, diseñador jefe de Taylor, la tecnología de curado UV cambió las reglas del juego porque básicamente evitaba la necesidad de usar disolventes.

«El acabado UV solo utiliza un sólido y un aglutinante», explica. «Los dos componentes quedan catalizados y cambian de líquido a sólido. No hace falta un disolvente para poder extenderlos sobre una superficie. En otras palabras, el sólido y el aglutinante empiezan siendo extensibles y cambian de estado una vez que se han aplicado sobre la superficie gracias a la luz UV. Por lo tanto, si utilizan menos disolventes es porque en gran parte los eliminan. Esta también es la razón por la que no se pulverizan diez capas con un 85 % de material evaporado: solo pulverizamos dos capas y, excepto la pequeña parte que se pierde durante el lijado o el pulido, todo el material queda fijado».

Bueno para la empresa. Más seguro para los empleados. Y mejor para el medio ambiente.

«Buffy, la cazaguitarras» y la atracción electrostática

El siguiente gran avance de Taylor fue impulsado por el deseo de aliviar el estrés físico del proceso de pulido manual («buffing» en inglés) y mejorar la homogeneidad entre guitarras. La implementación de la nueva tecnología fue todo un desafío. Los primeros intentos de programar un sistema de pulido robotizado le valieron a la máquina implicada el apodo de «Buffy, la cazaguitarras». Pero, con el tiempo, el equipo le pilló el truco al asunto.

Unos años más tarde, se volvió a aplicar tecnología robotizada, pero en este caso a la pulverización del acabado. El resultado fue una transferencia más eficiente, lo cual redujo tanto el exceso de pulverización como los residuos de material. La eficiencia de la transferencia mejoró aún más con la adopción de la tecnología de atracción electrostática entre el acabado y la guitarra, que utiliza un atomizador giratorio en un entorno climatizado para optimizar la atracción del acabado. Con todo ello, la eficiencia de la transferencia aumentó del 15 % de la pulverización manual a aproximadamente un 85 % con el método robotizado/electrostático. También en ese caso había menos emisiones de COV, menos residuos, más homogeneidad y un ambiente de trabajo más seguro.

Y, para que conste en acta, esas nuevas tecnologías robotizadas no supusieron la pérdida de ningún puesto de trabajo. Todo el equipo se quedó. Solo le hicimos la vida un poco más fácil y redujimos muchísimo la huella medioambiental de la empresa.

Nuestro sistema de pulido robotizado favorece la homogeneidad y elimina la exigencia física del proceso manual.

Y más refinamiento

La llegada de Andy Powers en el 2011 marcó el inicio de una era de desarrollo de acabados aún más finos que fueron posibles gracias a las tecnologías que ya habíamos adoptado. Ese esfuerzo por seguir rompiendo barreras exigía un proceso de fabricación aún más disciplinado: cuanto más fino es el acabado, menos margen de error hay en el taller. Al trabajar con un acabado, no se trata de «acumular» material a través de múltiples capas, sino de ir lijando hasta llegar al nivel deseado. Andy quería un acabado más fino para mejorar el tono, así que el equipo de Chris Carter, el sucesor de Steve Baldwin, se puso manos a la obra para reducir el espesor de nuestro acabado brillante de 6 milésimas de pulgada a solo 3,5 milésimas de pulgada en algunos modelos. Para que nos hagamos una idea, una hoja de papel de oficina tiene un grosor de 3 milésimas de pulgada. Y, por si alguien se lo está preguntando: sí, podemos medir con precisión el espesor del acabado de una guitarra con un calibrador ultrasónico.

Acabados a base de agua

En el 2019, Taylor empezó a usar un acabado precatalizado a base de agua en algunos modelos. Estos acabados ofrecen una fuerte adhesión tras la aplicación y generan incluso menos COV dañinos. Es más: no solo son más ecológicos, sino que muchos guitarristas los encuentran más agradables al tacto.

El origen del uso de acabados a base de agua en Taylor Guitars es consecuencia de un trayecto en coche y una pandemia mundial. Un día, Bob Taylor llevaba a Chris Carter en su nuevo Tesla. Durante el viaje, los dos iban elogiando el salpicadero de madera. Chris conjeturó que había sido tratado con un acabado a base de agua y prometió investigar el tema. Poco después, empezó a experimentar y a hacer pruebas con cajas de guitarra desechables. Al cabo de unos seis meses, ya estaba seguro de que había encontrado un acabado satinado alternativo que era más seguro y más fácil de trabajar que el barniz de conversión. Chris le habló de ello a Andy Powers, que unas semanas después empezó a utilizarlo en un prototipo aún inédito en el que estaba trabajando. Los resultados de las pruebas fueron excelentes.

Pero, el 19 de marzo del 2020, la pandemia de COVID-19 desencadenó el cierre inesperado de la fábrica, seguido unos días después por la clausura de la planta de Tecate. Igual que al resto del mundo, nos dijeron que nos fuéramos a casa y allí nos quedáramos. Y sucedió algo curioso: la gente se aburría, y muchas personas desempolvaron sus viejas guitarras o decidieron comprarse una nueva.

Ese fue el contexto en el que nació nuestra serie American Dream, una reacción pragmática a la realidad de la vuelta al trabajo de construcción de guitarras durante una pandemia que había interrumpido las cadenas de suministro y las había hecho impredecibles. Para resumir, Bob y Andy echaron un vistazo rápido a nuestro inventario de madera disponible y se propusieron «cocinar con lo que había en la despensa». La idea era construir una guitarra utilitaria de madera maciza y con el varetaje V-Class de Taylor que pudiera producirse íntegramente en los Estados Unidos y venderse a un precio más asequible. Las guitarras American Dream han tenido un éxito enorme, pero no se ha hablado tanto del gran salto que en aquel momento dio Taylor con los acabados a base de agua.

Cuando se permitió que pequeños equipos esenciales regresaran a la fábrica bajo las nuevas normas de seguridad y distancia social, todos estábamos bajo presión. Teníamos que sobrevivir como empresa y nos veíamos obligados a hacer más con menos. En aquellas circunstancias, un proceso de acabado más rápido y menos laborioso era lo que necesitábamos. Y ahí estaban Chris y su equipo con un nuevo acabado a base de agua que se utilizó en varios de los nuevos modelos American Dream y también para la guitarra GT Urban Ash. Ese acabado nos convenció inmediatamente, ya que es más duradero que un barniz de conversión y el proceso de aplicación también es más ecológico.

Menos es más

En anteriores artículos de Wood&Steel he comentado que el aspecto más prioritario, importante y que muchas veces se pasa por alto de la sostenibilidad es la eficiencia. Algo tan simple como «usar menos de todo». Y las constantes innovaciones de Taylor en el acabado para guitarras son un buen ejemplo de ello. Las regulaciones ambientales de California, cada vez más estrictas, espolearon el desarrollo de un acabado de poliéster curado con UV que resultaba más limpio y fino. Nuestra iniciativa para reducir el estrés físico del proceso de pulido manual (y para hacerlo más homogéneo) condujo a una nueva era de robotización del pulido y la pulverización que mejoró la eficiencia de la transferencia. Un trayecto en el Tesla de Bob seguido de una pandemia aceleró la adopción de acabados a base de agua. Todas estas circunstancias desembocaron en un uso de materiales más seguros y en menor cantidad. Mejor para Taylor Guitars. Mejor para la gente que trabaja con nosotros. Mejor para el medio ambiente. Y mejor para los guitarristas.

women working at tree nursery

Sustainability

Semillas de cambio para un mundo en transformación

Bajar

En una era de cambio climático, cultivar el árbol correcto en el lugar adecuado es más importante que nunca.

En los últimos diez años, la reforestación se ha convertido en un movimiento global. Podríamos hacer una analogía con el mayor (y más largo) festival de música del mundo, con actuaciones en directo en escenarios de todo el planeta. Los cabezas de cartel serían el Desafío de Bonn, que tiene el objetivo de restaurar 350 millones de hectáreas de paisajes degradados y deforestados de cara al 2030; el Acuerdo de París, establecido para luchar contra el cambio climático, y la Declaración de Nueva York sobre los Bosques, un esfuerzo internacional para detener la deforestación mundial impulsado por 200 instituciones, incluidos gobiernos nacionales, empresas multinacionales, grupos representantes de comunidades indígenas y organizaciones no gubernamentales.

Como teloneros, estarían los proyectos de restauración a nivel regional como la Iniciativa 20×20 en Latinoamérica o el plan AFR100 (Iniciativa para la Restauración del Paisaje Forestal Africano). En los escenarios secundarios encontraríamos programas locales y de próxima implantación que suelen estar arraigados más profundamente en las comunidades. Entre ellos estaría el trabajo de Taylor Guitars a través del Proyecto Ébano en Camerún, Paniolo Tonewoods en Hawái y nuestras incipientes actividades con árboles urbanos en California, nuestro estado. A la vez, habría innumerables músicos de todo el mundo tocando espontáneamente en carpas laterales del festival e incluso en la zona de aparcamiento.

Vista en conjunto, la escala de las iniciativas de restauración forestal actualmente en curso o en fase de conversaciones no tiene precedentes. Y hemos pensado que sería un buen momento para comentar desde nuestra perspectiva este tema cada vez más candente. Antes de entrar en materia, vale la pena señalar que en la Tierra hay múltiples ecosistemas importantes y no todos ellos están dominados por masas arbóreas, como es el caso de los bosques de dosel abierto, las turberas, las praderas, los chaparrales, la tundra y los desiertos. Por lo tanto, hablaremos de reforestación aplicada únicamente a las zonas en las que sería indicada.

Bosques y agricultura

Plantar árboles parece algo muy fácil. Pero igual que ocurre con tantas otras cosas, decidir qué árboles cultivar y dónde hacerlo no es tan sencillo. Sin ir más lejos, las necesidades de una población mundial de 7800 millones de personas (y subiendo) con una demanda creciente de alimentos, fibra y combustible hacen que la tierra apta para el arado sea un bien escaso. Las extensiones planas son las más eficientes económicamente de cara a cultivos o prados temporales dedicados a la siega o al pastoreo. La competencia por este tipo de tierras es una de las razones por las que en las regiones templadas aún se pueden ver bosques nativos en laderas o barrancos en los que la agricultura sería costosa. Este factor también está detrás de la importante expansión agrícola que se está produciendo en los trópicos, donde hay zonas muy vastas de tierra plana con pocas rocas y mucho sol. Más del 70 % de la pérdida de bosques tropicales se debe a la conversión de tierras para la producción a gran escala.

Más del 70 % de la pérdida de bosques tropicales se debe a la conversión de tierras para la producción a gran escala.

La necesidad de satisfacer la creciente demanda mundial de alimentos, fibra y combustible en una época de cambio climático ayuda a explicar por qué la mayoría de los principales proyectos de plantación de árboles de las últimas décadas han dado prioridad a unas pocas especies rentables y muchas veces exóticas. Esta circunstancia también está relacionada con la coexistencia de dos estadísticas aparentemente contradictorias, según las cuales, en algunos países se está dando al mismo tiempo un aumento general de la cubierta forestal y una reducción de los bosques nativos. No existe un consenso universal para una definición del concepto de bosque y, mucho menos, del de reforestación. Probablemente, no tendrá la misma visión del asunto una empresa del sector del aceite de palma que un silvicultor, un ecologista, un sociólogo, un activista medioambiental y un funcionario del gobierno.

Desde el punto de vista económico, las especies exóticas suelen garantizar años (o incluso décadas) de rápido crecimiento, porque están separadas de los depredadores naturales de su entorno nativo. Los árboles en crecimiento absorben carbono, y la madera se considera cada vez más un material de construcción ecológico por encima del acero y el hormigón. El cultivo de nuevos árboles también puede reducir la tasa de deforestación de los bosques nativos cercanos, ya que los habitantes de la zona no tendrían tanta necesidad de recurrir a esos bosques nativos para buscar madera o leña. Visto así, el cultivo de árboles de crecimiento rápido y rotación corta tiene sentido, pero hay que equilibrar el repertorio. Para que nuestro planeta (y nuestro festival metafórico) pueda sobrevivir, debemos tomar decisiones informadas e intencionadas, y para favorecer la resiliencia necesitamos diversidad.

Desde una óptica ecológica, el cultivo de árboles nativos ofrece los mayores beneficios, ya que las especies autóctonas han evolucionado para competir y sobrevivir en una relación simbiótica con la flora y fauna del entorno. Estas especies de árboles también tienden a atraer más insectos, lo cual supone una importante fuente de alimento para las aves nativas que a su vez esparcen semillas y contribuyen a la reproducción de una gran variedad de plantas. Por su parte, los insectos intervienen como predadores sobre esas plantas y mantienen sus poblaciones controladas. Nunca se insistirá lo bastante en la importancia de proteger y ampliar las zonas de bosque nativo, una necesidad que se hace más evidente a medida que vamos entendiendo mejor los sistemas ecológicos que sustentan la vida en la Tierra.

El clima ya no es lo que era

Los debates sobre qué plantar y dónde hacerlo no son ninguna novedad. Independientemente de lo que cada persona opine sobre el tema, el cambio climático está afectando a todo. De hecho, está en el epicentro de muchos planes de reforestación con financiación internacional impulsados por legisladores que están movilizando fondos y buscando incentivos para frenar, reducir y con el tiempo revertir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero el cambio climático también está influyendo en el propio acto de cultivar árboles. Para entenderlo mejor, fijémonos en Islandia, en la región del Atlántico Norte.

Aunque la primera imagen que te pueda venir a la cabeza sea la de una isla volcánica caracterizada por montañas, glaciares y campos de arena y lava, Islandia tuvo en su día una importantísima masa forestal. Hace unos 1000 años, los colonizadores despejaron la tierra e introdujeron ganado, exponiendo zonas de suelo en una isla azotada por fuertes vientos y creando unas condiciones que obstaculizaban la regeneración forestal.

En un intento por recuperar los bosques, los islandeses empezaron a plantar especies nativas. Sin embargo, unas décadas después se dieron cuenta de que la nueva masa forestal estaba desapareciendo. Las condiciones habían cambiado (los inviernos eran más suaves y los veranos más largos), y muchos de los árboles nativos no podían sobrevivir.

Los árboles están cambiando gradualmente de latitud o moviéndose hacia lugares con más elevación. Sí: con el tiempo, los árboles también migran.

Cuando se trajeron al país especies exóticas mejor adaptadas a ese nuevo medio, el bosque empezó a afianzarse. Conclusión: en algunos lugares, el cambio climático está superando en velocidad a la evolución de nuevos rasgos de los árboles que ayudan a determinar cuánto calor necesitan en verano, hasta qué punto toleran la sequía o cuándo empieza o se detiene su crecimiento estacional, por ejemplo. En todo el mundo estamos viendo cómo plantas y animales abandonan sus territorios históricos y se trasladan a zonas más adecuadas para ellos o, en el peor de los casos, acaban muriendo. Los peces tropicales están migrando desde el ecuador hacia el norte o el sur para encontrar aguas más frías. Los árboles están cambiando gradualmente de latitud o moviéndose hacia lugares con más elevación. Sí: con el tiempo, los árboles también migran.

Más cerca de Taylor Guitars tenemos otro ejemplo de cómo el cambio climático está alterando las reglas del juego. Actualmente, el gobierno de los Estados Unidos aboga por la plantación de «árboles preparados para el clima» en las ciudades de California. Estos árboles se adaptan fácilmente a condiciones ambientales variables, como una mayor probabilidad de sequías. Muchas de las especies sugeridas proceden de lugares como Australia, India, México o Brasil.

Que no paren los bosques

El cambio climático es una cuestión tremendamente complicada. Las investigaciones científicas indican que lo mejor que podemos hacer para paliar su impacto es reducir nuestro consumo de combustibles fósiles. El cultivo de árboles no es una panacea, pero es una muy buena idea. Ahora mismo, estamos intentando restaurar sistemas naturales mientras nos hacemos cargo de una población mundial en constante crecimiento. Y, a veces, esto se parece a tener a los Sex Pistols en un escenario y a la Filarmónica de Nueva York en otro al mismo tiempo.

El 1 de marzo del 2019, la Asamblea General de la ONU adoptó oficialmente una resolución que declara el período 2021–2030 como la Década de las Naciones Unidas para la Restauración de Ecosistemas. Y en el 2020, el Foro Económico Mundial de Davos lanzó la plataforma Trillion Trees para apoyar esta iniciativa. Con proyectos como TerraMatch, una especie de web de citas[h1]  orientada a la plantación de árboles, se están financiando grupos locales experimentados para que lleven a cabo la reforestación de forma adecuada. Los investigadores también están aprendiendo a sacar más partido a los satélites para entender mejor dónde crecen los árboles, lo cual ayuda a hacer un seguimiento de los progresos hacia esos ambiciosos objetivos. Parece que, miremos donde miremos, algo se está moviendo.

Al afrontar los desafíos y complejidades de la reforestación en todo el mundo, no está de más tener en cuenta que las pruebas arqueológicas y etnobotánicas demuestran que la humanidad ha sobrevivido y prosperado manipulando el entorno y desplazando plantas y animales de un sitio a otro. Ahora, la plantación de árboles puede adaptarse a nuestras necesidades para mejorar, y no empobrecer, el mundo que nos rodea. Como dice el dicho: «el mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora».

Con los socios y recursos adecuados, el conocimiento local y el empoderamiento de las comunidades implicadas, podemos lograr que nuestro festival de restauración global sea un evento que no acabe nunca.

Taylor Guitars staff at a lumber yard

Sostenibilidad

Potencial de crecimiento

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Con dos proyectos de plantación en proceso, la colaboración de Taylor con socios como West Coast Arborists arroja luz sobre los desafíos y ventajas de crear una economía circular en torno a los árboles urbanos.

En esta edición de Wood&Steel encontrarás artículos sobre dos nuevas guitarras construidas con la madera Urban Ash: la GT Urban Ash y la 326ce, una Grand Symphony con nuestro cutaway en formato de abertura. Estos modelos se unen a la 324ce Builder’s Edition que presentamos en la feria NAMM de invierno para estrenar el 2020. La especie que nosotros hemos bautizado como Urban Ash también se conoce como fresno de Shamel o fresno silvestre mexicano, y nos llega por vía de nuestro socio arborista local West Coast Arborists, Inc. WCA ofrece servicios profesionales de mantenimiento y gestión de árboles para unas 300 agencias públicas, incluidos municipios y condados de California y Arizona.

Las propiedades de la Urban Ash nos encantan; es más, Bob Taylor ha llegado a llamarla “la caoba del sur de California”. Sin embargo, antes de que nos decidiéramos a trabajar con ella, no existía la infraestructura necesaria para traer la madera a nuestra fábrica de forma rentable y con los requisitos de calidad, cantidad y previsibilidad necesarios para que la cosa funcionara. Estos fresnos se encuentran dispersos por todo el vasto paisaje del sur de California, tanto en tierras públicas como privadas regidas por un mosaico de municipios. Cada una de esas jurisdicciones aplica su propio subconjunto de normativas: cuando una ciudad tiene que quitar un árbol, encarga a una empresa arborista que lo derribe de forma segura, deje el lugar limpio y plante otro árbol si es necesario. En última instancia, el sistema está diseñado para eliminar los restos de la manera más rápida y barata posible, lo cual tiene toda la lógica… a menos que quieras aprovechar la madera para algo.

Por supuesto, algunos pequeños talleres y artesanos llevan mucho tiempo adquiriendo madera urbana a través de redes informales y contactos personales, pero estos procedimientos son muy impredecibles y la gran mayoría de la madera útil se desecha antes de que nadie sepa siquiera de su existencia. Desde una perspectiva amplia, comprar madera urbana para construir un modelo de guitarra exclusivo es como buscar una aguja en un pajar.

¿Por qué? En pocas palabras, la evolución de las prácticas e infraestructuras de eliminación de árboles de ciudad no ha tomado en consideración la necesidad de identificar la madera utilizable o de ponerla a disposición de carpinteros y fabricantes. Teniendo en cuenta la cantidad de instituciones, jurisdicciones y letrados que intervienen en el proceso, sencillamente es más fácil deshacerse de ella.

Hace unos años, se estaba quitando un hermoso árbol de acacia negra de Tasmania de una escuela a una manzana de la casa de Andy Powers en Carlsbad, California. Andy (ya le conocemos) se acercó y observó una sección “muy especial” de la parte inferior del tronco que tenía un color muy bonito y presentaba un veteado rizado allá donde la corteza había saltado. Mientras el equipo de trabajo cortaba las ramas y serraba el árbol en secciones más pequeñas y manejables para llevárselo, Andy preguntó si podía quedarse con la pieza que había visto, señalando su taller y ofreciéndose a llevársela él mismo con su pequeño tractor Kubota. Como era de esperar, le dijeron que no con toda cortesía. Y la madera acabó convertida en abono. He escuchado esa historia unas cuantas veces contada por Andy y, en su voz, siempre hay una ligera punzada de dolor al pensar en las guitarras que podría haber construido.

El cómplice ideal

Para un fabricante como Taylor Guitars, las complicaciones que rodean al abastecimiento de madera urbana han sido durante mucho tiempo un pequeño obstáculo. Bob Taylor lleva toda la vida haciendo guitarras, y más de una vez le he oído decir sobre los árboles de ciudad que ya han sido talados: “si se dan cuenta de que lo quieres, no te lo dan”.

Pero resultó que había una empresa, WCA, que podía tener la llave para que Taylor construyera una línea de guitarras con madera urbana. Y, para más inri, la teníamos justo al lado de la fábrica. De hecho, hay días en que, al mirar por la ventana de mi despacho, veo pasar sus camiones. WCA no solo es el arborista local en El Cajón, sino que opera en volúmenes grandes (se ocupa de más de 6 millones de árboles en todo el estado), tiene infraestructura y utiliza un software de inventario que muestra las especies y los registros de mantenimiento de cada uno de los árboles con los que trabaja. WCA también cuenta con una planta de clasificación de troncos bastante singular en Ontario (California), a menos de 200 kilómetros de la fábrica de Taylor. Y, lo más importante: sus responsables estaban dispuestos a romper moldes.

Hasta más o menos el año 2000, la mayor parte de la madera que llegaba a sus instalaciones de Ontario se vendía para leña o acababa en vertederos. Pero, con la idea de anticiparse a las regulaciones estatales y compensar los costes de eliminación de árboles, en WCA se pusieron a separar la madera por especies a medida que les llegaba. Desde luego, en Ontario no andaban cortos de espacio. Con el tiempo, empezaron a sellar los extremos de troncos grandes y de calidad para evitar que se agrietaran y compraron un aserradero portátil Wood-Mizer. Todo ello fructificó en una iniciativa de reciclaje de madera urbana llamada Street Tree Revival, que se centraba en la venta de bloques tanto con su forma natural como cortados en dimensiones estándar.

Aun así, la primera vez que alguien de Taylor Guitars puso el pie en la planta de WCA, allí no había más que pequeños fragmentos de lo que debería ser una cadena de suministro con capacidad para convertir árboles urbanos descartados en una guitarra Taylor. WCA disponía de medios sofisticados para la plantación, el cuidado y la retirada segura de árboles cuando se les llamaba para ello, pero en sus instalaciones solo tenían recursos para serrar a nivel básico y lidiar con las particularidades de la madera urbana, como los clavos o trozos de valla metálica que en ocasiones quedan incrustados en los troncos de ciudad. Y, aunque habían desarrollado un software para hacer el seguimiento de todos los árboles de su red, solo se llevaban a Ontario los troncos que quedaban en un radio de 40 a 80 kilómetros. Simplemente, no les salía a cuenta traer árboles desde más lejos solo para convertirlos en leña, y ya tenían más bloques de madera en bruto de los que podían vender.

¿Podría servir esta infraestructura para producir una línea especializada de guitarras Taylor? ¿Sería sostenible? Seguramente, un inversor de riesgo habría salido de allí por piernas, pero nosotros lo teníamos claro: si la idea no funcionaba con WCA, no funcionaría en ninguna parte.

Para ser claros, muchas personas han sacado adelante negocios basados en la madera urbana desde hace un montón de años, pero creo que es justo describirlos como emprendimientos locales: perseverantes, pero de pequeña escala y relativamente aislados unos de otros. Lo que nosotros proponíamos era otra cosa. Había varias cuestiones que ir resolviendo sobre la marcha, pero en la vida las cosas tienden a suceder porque alguien decide hacer que sucedan. Y, en este caso, fueron Bob Taylor, el fundador de WCA Pat Mahoney y Steve McMinn de Pacific Rim Tonewoods.

Se puede trazar una línea entre las guitarras hechas con madera urbana y los primeros días de los paneles solares. Durante décadas, los paneles solares fueron un despropósito desde el punto de vista económico, pero aun así la gente los compraba porque creía que era lo correcto. Gran parte de la primera ola de producción fue impulsada por subsidios y subvenciones. Con el tiempo, la tecnología mejoró, la innovación encontró soluciones a los problemas, las cadenas de suministro evolucionaron y se creó una infraestructura de fabricación viable. Hoy en día, en los tejados del sur de California se ven muchísimos paneles solares que están ayudando a la gente a ahorrar dinero y a reducir el consumo de combustibles fósiles. Y es que ha llovido mucho desde que en 1973 la Universidad de Delaware diseñó el Solar One, uno de los primeros edificios solares. Nosotros no estamos pidiendo ningún subsidio ni subvención para construir guitarras, porque no los necesitamos. Pero en los Estados Unidos están pasando cosas estimulantes relacionadas con la plantación de árboles urbanos, la creación de empleo y los servicios medioambientales.

Subvenciones para la plantación de árboles urbanos

Cuando presentamos la 324ce Builder’s Edition en la NAMM de invierno del 2020 en Anaheim, escribí un artículo en Wood&Steel sobre la importancia de los árboles urbanos y la necesidad de plantar más. También manifesté nuestro interés en servir como experimento para ayudar a crear una economía circular que genere empleo y apoye la plantación, el mantenimiento, la retirada y el aprovechamiento de los árboles de ciudad. Obviamente, todavía estamos dando los primeros pasos, pero el lanzamiento de la 326ce y la GT Urban Ash refleja ciertos progresos que queremos compartir.

En California, el Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios (CAL FIRE) promueve un programa de silvicultura urbana y comunitaria que ofrece asistencia técnica y gestiona subvenciones a gobiernos locales y organizaciones sin ánimo de lucro de todo el estado para optimizar los beneficios de los bosques urbanos. Los proyectos financiados están pensados para crear sinergias con la Ley de Soluciones al Calentamiento Global de California de 2006. Se orientan a aspectos como la captura de carbono, servicios medioambientales (como la provisión de aire y agua limpios), gestión de aguas pluviales, reducción del uso de energía, salud pública e iniciativas de revitalización urbana y generación de productos útiles tales como una energía más limpia o madera de calidad. Si algo de esto te parece interesante, planta árboles urbanos y cuida de ellos.

Gracias a Mike Palat, el gerente regional de WCA en San Diego, ahora Taylor Guitars forma parte de dos de esos programas CAL FIRE. Mike fue una de las primeras personas con quienes me reuní cuando Bob me pidió que empezara a investigar el tema de los árboles urbanos. Me ayudó a ponerme al día sobre todas las complicaciones del asunto, incluido el laberinto kafkiano de políticas que lo enmarañan. Actualmente, Mike y yo formamos parte de la junta de Tree San Diego, una organización sin ánimo de lucro dedicada a mejorar la calidad y densidad del bosque urbano de San Diego. Existen otras entidades similares en los Estados Unidos, y están aumentando en todo el mundo.

Este año, Tree San Diego recibió una subvención de CAL FIRE para plantar en 2021 más de 1500 árboles en áreas residenciales privadas en comunidades desfavorecidas del condado de San Diego, incluidas las tierras de reserva de nativos americanos en la zona de East County. El proyecto, llamado Branch Out San Diego, utiliza datos de imágenes aéreas proporcionados por FireWatch, una empresa con sede en San Diego, que está sacando mucho partido a ese tipo de información visual para cuantificar y examinar los beneficios de los árboles y bosques urbanos. Los socios locales Mundo Gardens y One San Diego ayudarán a concienciar y educar a las comunidades, organizarán plantaciones y garantizarán el riego, el abono y la supervisión de los árboles plantados. El equipo de Taylor se unirá a las actividades y contribuirá a correr la voz. Seguiremos informando sobre todo ello cuando llegue el momento.

Taylor Guitars también participa de una segunda subvención CAL FIRE que se otorgó al Consejo de Bosques Urbanos de California, un grupo con el que WCA colabora desde hace mucho tiempo. El proyecto AMPlifying California’s Urban Forestry Movement quiere mejorar y diversificar los bosques urbanos en comunidades desfavorecidas y de bajos ingresos con la plantación de unos 2000 árboles en ciudades de todo el estado de California en 2021. El nombre, “AMPlifying”, se inspiró en el compromiso de Taylor como uno de los pilares del proyecto. También os contaremos más sobre esta iniciativa a medida que se vayan conociendo detalles; por ahora, las ciudades confirmadas son Chino, Concord, Glendora, Livermore, Orange, Palm Springs, Pico Rivera, Paramount, Santee, Tracy y Woodland. Si estas dos subvenciones ponen el foco en la plantación y el cuidado de árboles en comunidades desfavorecidas y de bajos ingresos, es porque está comprobado que las zonas acomodadas suelen tener más árboles (con todos sus beneficios asociados) que los barrios con menos recursos.

Como decíamos en un artículo de una edición anterior de Wood&Steel, es importante comprender que, cuantos más árboles haya, más rendimiento obtendremos de ellos y más llegarán al final de su ciclo de vida en el futuro. Esto es matemática pura. Por otro lado, muchos arboristas e instituciones municipales están pasando un mal rato con los costes de eliminación de los árboles. En consecuencia, cada vez será más apremiante modelar una economía circular que cree empleo y apoye la plantación, el mantenimiento, la retirada y el aprovechamiento de árboles urbanos. Taylor Guitars también tendrá algo que decir sobre ello en próximas ediciones de Wood&Steel. En palabras de Bob: “invirtamos en lo inevitable”.

Scott Paul es el director de sostenibilidad de recursos naturales de Taylor.

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En esta edición de Wood&Steel encontrarás artículos sobre dos nuevas guitarras construidas con la madera Urban Ash: la GT Urban Ash y la 326ce, una Grand Symphony con nuestro cutaway en formato de abertura. Estos modelos se unen a la 324ce Builder’s Edition que presentamos en la feria NAMM de invierno para estrenar el 2020. La especie que nosotros hemos bautizado como Urban Ash también se conoce como fresno de Shamel o fresno silvestre mexicano, y nos llega por vía de nuestro socio arborista local West Coast Arborists, Inc. WCA ofrece servicios profesionales de mantenimiento y gestión de árboles para unas 300 agencias públicas, incluidos municipios y condados de California y Arizona.

Todos están conectados, sin embargo, por el compromiso subyacente de retribuir a las personas y a los lugares de los que nos abastecemos, mientras intentamos crear un mejor futuro para los diferentes tipos de madera que usamos en nuestra compañía para construir guitarras.

Una de las razones por las que queremos enfocarnos en estos proyectos, más allá de nuestro deseo de operar con transparencia, es para demostrar lo que es posible hacer y así inspirar a otros. Nosotros podemos “solo” ser una compañía de guitarras, pero con nuestro pensamiento innovador, nuestra mentalidad colaborativa y con nuestra voluntad de perseverar, creemos que podemos lograr grandes cosas.

Entretanto, mientras continuamos dando forma a nuestra nueva plataforma digital para Wood&Steel, esperamos proporcionar una gama de contenido más profundo sobre estos tres proyectos para así enriquecer su perspectiva sobre estos. De muchas maneras, el tipo de contenido que esperamos traerle se basó en la experiencia del sitio web del Proyecto Ébano que lanzamos en el año 2018. Con el tiempo, planeamos crear más de estas experiencias por medio de este nuevo formato de Wood&Steel.

Camerún: el proyecto ébano

El viaje del Ébano: desde el bosque hasta el diapasón
Sigue el circulo de vida de un árbol de ébano, desde el vivero en Camerún hasta el bosque donde crecerá alto por muchas décadas. Síguelo también cuando llega al aserradero de Crelicam en la ciudad de Yaounde y luego a las manos de nuestros expertos en nuestras fábricas de El Cajón, California y Tecate, México

Si aún no está relacionado con El Proyecto Ébano, permítame recapitular. Todo comenzó en el año 2011, cuando Taylor y su abastecedor español “Madinter” compraron el aserradero de ébano Crelicam en Yaoundé, Camerún. Lo compramos por varias razones, pero primero y principalmente, porque nos permitió tomar responsabilidad directa de nuestros recursos de ébano, una madera importante que nuestra industria ha utilizado tradicionalmente (cada una de las guitarras Taylor presenta un diapasón y un puente de ébano). En resumen, una vez que compramos Crelicam, las practicas éticas empezaron con nosotros.

Los primeros años fueron difíciles, pero lentamente hicimos mejoras físicas muy necesarias en la fábrica, avanzamos en las condiciones de trabajo e incrementamos las eficiencias. En el 2013, nuestros esfuerzos fueron reconocidos con el Premio a la Excelencia Corporativa de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, el cual reconoce a la compañía estadounidense que sostiene los más altos estándares de negocios y que, además, agrega valor a las comunidades en donde hace negocios en el extranjero.

Aproximadamente al mismo tiempo, también nos interesamos en sembrar ébano para el futuro. Establecimos un vivero de ébano en Crelicam, pero los resultados iniciales fueron diversos. Mientras Bob Taylor y otros intentaban investigar sobre la propagación del ébano, aprendieron que había una sorprendente falta de información disponible pertinente a la especie en sí (Diospyros crassiflora Hiern). Bob comisionó que se hiciera una revisión de literatura independiente que confirmó la escasez de información básica sobre la ecología del ébano, como por ejemplo cómo se reproduce el árbol. Esta revisión concluyó que la silvicultura del ébano africano estaba en gran medida incompleta.

Por esta razón, en el 2016 lanzamos el “Proyecto Ébano” en conjunto con el Instituto Basin del Congo (CBI por sus siglas en inglés). La idea era llevar a cabo una investigación básica sobre la ecología del ébano y, además, sembrar 15,000 árboles de ébano en varias de las pequeñas comunidades que nutren la “Reserva Forestal Dja”, localizada en el sudeste de Camerún, y denominada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Dado que la seguridad alimentaria es un tema delicado en esta región, las plantaciones también incluyen árboles frutales para proporcionar una fuente recurrente de alimento para las comunidades. Bob y su esposa Cindy financiaron personalmente todo el proyecto (para más información, consulte el sitio web del Proyecto Ébano junto con algunos números anteriores de Wood&Steel, incluyendo el Vol. 91 / Verano 2018 y el Vol. 94 / Verano 2019).

Desde entonces, el Dr. Vincent Deblauwe del CBI y su equipo de investigación han realizado varios descubrimientos científicos significativos, entre ellos la primera documentación de los insectos que polinizan la flor del ébano y de los mamíferos que dispersan sus semillas. Además, han tenido gran éxito produciendo y sembrando plantas de ébano. Este año superaremos nuestra meta inicial de sembrar 15,000 árboles de ébano y varios cientos de árboles frutales también han sido sembrados.

En el 2019, según la Lista Roja de Especies Amenazadas del IUCN, el pronóstico de conservación de ébano del África occidental, mejoró. Esto se debe, en parte, a que el trabajo del Dr. Deblauwe proporcionó un mayor entendimiento de la especie. Ese mismo año, se llevó a cabo un estudio de factibilidad para el Proyecto Ébano, según lo estipulado en el Acuerdo de Asociación Público-Privada entre Taylor Guitars y el Ministerio de Ambiente de Camerún, el cual fue firmado en las negociaciones de la Convención Climática de las Naciones Unidas realizado en Bonn, Alemania, en el 2017. Piense en el estudio como un mapa para expandir el proyecto más allá de lo que Bob y Cindy pueden financiar solos. Este año le dimos la bienvenida al apoyo de la fundación Franklinia y a la Universidad de California, cuyas contribuciones apoyarán aún más la investigación científica en curso y permitirán que el proyecto aumente de un total planificado de seis aldeas a ocho para finales de este año. En el 2020, las aldeas participantes en el proyecto sembrarán hasta 9,000 árboles de ébano y 2,800 árboles frutales.

California del sur: cenizo urbano

La Iniciativa de Taylor con la madera urbana
Scott Paul nos explica la visión de Taylor detrás de la iniciativa del programa de madera urbana en colaboración con West Coast Arborists

En el NAMM show de invierno llevado a cabo el pasado enero, Taylor presentó una nueva guitarra: la Builder’s Edition 324ce, y con ella también introdujo un nuevo y prometedor tipo de madera para el mundo de la guitarra acústica: el cenizo urbano, también conocido como Shamel o Cenizo Inmarcesible (Fraxinus udhei). El cenizo urbano es nativo a las regiones semi-áridas de Méjico y a algunas regiones de Centroamérica, pero fue introducido en California por Archie Shamel a principios de 1950. Shamel trabajaba para el Departamento de Agricultura de EE. UU y pensó que esta especie de cenizo, este árbol de sombra de rápido crecimiento, sería atractivo en el sur de California en medio del auge de construcción de viviendas que se dio en la posguerra. La especie se cultivó en viveros locales y fue sembrada alrededor de la región y hoy es común desde el norte hasta el sur de California. Aunque sigue siendo sembrada hoy en día, algunos de los árboles más antiguos están llegando al final de su vida y están siendo removidos.

Los desafíos de mantener un bosque urbano
En terrenos públicos, la ciudad o pueblo decide qué sembrar, cuándo sembrar y si cuidar o remover un árbol. Desafortunadamente, la siembra, mantenimiento y remoción de árboles son, por lo general, uno de los puntos para los que hay menos financiación en el presupuesto de cualquier ciudad. A menudo compiten por recibir dicha financiación con otros servicios públicos vitales como la policía o el departamento de bomberos. Como resultado, en los Estados Unidos, la vida promedio de un árbol urbano es de sólo ocho años. Los árboles son descuidados (no se riegan adecuadamente) y algunas veces se ven desarraigados dado el entorno urbano que está en constante cambio. Dicho esto, muchos árboles sí sobreviven, crecen y prosperan con el tiempo.

Existen muchas razones legítimas por las que un árbol urbano tenga que ser removido eventualmente, como por ejemplo la vejez del árbol, la seguridad pública (si el árbol está debilitado por enfermedad o plagas), si hay tormentas que amenacen con tumbarlo y en algunos casos para hacer espacio para nuevos desarrollos. Esto da lugar a tensiones sociales. En pocas palabras, todos queremos que se siembren más árboles – después de todo, los árboles son buenos- pero existen árboles urbanos que tienen una vida limitada a pesar de los muchos beneficios que brindan. Cuando una ciudad decide derribar un árbol, muchos ciudadanos se molestan y en ocasiones, pueden intentar salvarlo sin entender del todo la necesidad de removerlo. Para complicar aún más las cosas, históricamente no ha habido un alto valor en el mercado para la madera de los árboles que son extraídos y el costo para deshacerse de ellos, en cambio, es cada vez mayor.

Una segunda vida para los árboles urbanos
Con el lanzamiento de la Builder’s Edition 324ce, Taylor ha abierto una nueva iniciativa de sostenibilidad que está explorando maneras de convertir los árboles urbanos que se encuentran al final de su vida en productos de alto valor que, con suerte, apoyen la reforestación de la infraestructura urbana y tal vez, con el tiempo, alivien la presión sobre los bosques en otros lugares. Al hacerlo, reconocemos la disminución de la cobertura de árboles urbanos en todo el mundo. Comprendemos que los arboristas y funcionarios de las ciudades están luchando contra la escalada de los costos de eliminación. También somos conscientes de la agitación política que puede acompañar la remoción de un árbol urbano.

Como hacemos con todo, Taylor Guitars intentará utilizar los negocios para impulsar un cambio positivo. Como describí en mi columna para Wood&SteelViendo el bosque urbano para los árboles” (Vol. 96, edición 2020, pg. 8), encontrar una economía circular que cree empleos y apoye la siembra, mantenimiento, eliminación y reutilización de los árboles urbanos es cada vez más importante. Nuestro objetivo es asegurarnos de que todos los beneficios que podemos obtener de los árboles, tales como la mejoría en la calidad aire y del agua, el ahorro de energía y el bienestar mental y emocional, sean para el disfrute de toda la sociedad. Obviamente, no podemos hacer esto solos y por eso, nos asociamos con los arboristas locales de El cajón (California): la West Coast Arborists, Inc. (WCA). Esta es una compañía municipal de mantenimiento de árboles bien establecida que trabaja en todo el estado de California. Juntos podemos liderar por medio del ejemplo. Con el tiempo, esperamos expandir nuestros esfuerzos a todos los lugares a los que llegamos con nuestra marca. Pronto espero poder actualizarlo en varias de las iniciativas de siembra de árboles urbanos en las que Taylor y la WCA estarán involucrados.

Para más información sobre la Builder’s Edition 324ce y nuestra nueva asociación con la West Coast Arborists, por favor consulte Wood&Steel Vol. 96 Edición 2020.

Hear the Builder’s Edition 324ce
Taylor’s Andy Powers plays a Builder’s Edition 324ce featuring Urban Ash back and sides.

Hawái: restauración del bosque nativo

Muchos lectores de Wood&Steel reconocerán el nombre Paniolo Tonewoods: una empresa conjunta entre el aserradero/proveedor de madera Pacific Rim Tonewoods y Taylor Guitars. La compañía fue establecida en el 2015 con el propósito de cortar árboles de koa para hacer guitarras y al mismo tiempo, contribuir a la vitalidad a largo plazo de los bosques nativos de Hawái. Me doy cuenta de que puede sonar contradictorio el cortar árboles en nombre de la recuperación del bosque, pero debido en parte a la naturaleza de la ecología de la isla y de la koa Hawaiana en particular, con el tiempo Paniolo mejorará la calidad de los bosques en los que opera en Hawái. Déjeme explicarle cómo.

Los ecosistemas de las islas tales como Hawái son especialmente vulnerables a especies invasoras. Después de todo, Hawái es uno de los archipiélagos más aislados del mundo, lo cual resulta en especies vegetales y animales únicas que se desarrollaron en este aislamiento y por lo tanto no están adecuadas para la competencia y la interrupción. La mayoría de los ecosistemas forestales de Hawái han estado disminuyendo lentamente debido a las especies invasoras de maleza, a los incendios y la depredación producto de la introducción al ecosistema de animales de pastoreo tales como ovejas y ganado. El jengibre Kahili, por ejemplo, se forma en colonias vastas y densas que ahogan la vegetación del sotobosque, razón por la cual fue incluido en la lista de las 100 especies más invasoras del mundo del Grupo De Especialistas En Especies Invasoras. Dichas especies de plantas invasoras “transformadoras”, tienen la capacidad de modificar o desplazar ecosistemas enteros. Varias especies de pasto, que han evolucionado con el fuego, han sido introducidas en Hawái para mejorar la calidad del pastoreo. Estas, además, proporcionan los combustibles ligeros para llevar incendios devastadores a los bosques nativos, los cuales no están en absoluto adaptados al fuego. Agravando todo esto, cuando venados no nativos, ovejas ferales y ganado pastan en el sotobosque, se da la masticación, pisoteo y destrucción de árboles jóvenes que aún no tienen defensas. La koa que germina naturalmente es como una ensalada tipo “todo lo que puedas comer” para estos rumiadores ambulantes. He ahí la importancia del uso de cercas, del control de maleza y de los apagafuegos. Las áreas de los bosques nativos Hawaianos en las que opera Paniolo Tonewoods necesitan un manejo apropiado para recuperarse, pero dicho manejo no es para nada barato.

Paniolo Tonewoods se creó para asegurar un suministro futuro de madera de koa mediante la regeneración de la misma dentro de los bosques nativos. Para ello instalamos cercas, proporcionamos protección contra incendios y removimos maleza invasiva. Esto se complementa con la germinación natural de semillas de koa que se mantienen enterradas en la tierra o con la siembra de cientos de plántulas de koa cultivadas en viveros. A pesar de estos ambiciosos objetivos, durante sus primeros dos años, Paniolo obtuvo koa de la misma manera en que lo hemos hecho siempre: comprando troncos selectos de tierras privadas a medida que se hacen disponibles. Esto cambió en el 2016, cuando Paniolo empezó a trabajar con un rancho privado localizado en Maui.

Este rancho tenía más de 20 acres de koa sembrada hacía 30 años, en dos arboledas que habían empezado a decrecer y a mostrar signos de putrefacción (la madera de koa es muy susceptible a podrirse y los encargados del rancho sabían que estos árboles sólo iban a ponerse peor). Estas arboledas únicas habían sido establecidas originalmente en un lugar remoto de la propiedad y, desafortunadamente, venados salvajes encontraron la manera de evadir la cerca y empezaron a comerse las plántulas de koa, atrofiando y desfigurando su crecimiento. En el 2016, la sabiduría convencional sugería que la koa con 30 años de antigüedad, aún bajo las mejores condiciones, no representaba ningún valor económico. Sin embargo, Paniolo trabajó con Taylor para implementar estándares de calidad y encontró madera para guitarras en estos árboles. Los ingresos de esta venta le permitieron al rancho construir nuevas cercas a prueba de venados y expandir la siembra y mantenimiento de koa en su propiedad. De hecho, el rancho continúa sembrando koa en su propiedad en una cantidad de 10-15 acres por año.

Honaunau
El próximo proyecto para Paniolo Tonewoods fue en Honaunau, en un bosque cuyo dueño era el mayor terrateniente privado en Hawái. De nuevo, Paniolo Tonewoods utilizó un enfoque innovador promovido por el Servicio Forestal de EE.UU. En lugar de pagar por troncos o por los derechos de cosecha directamente al propietario, como es la norma, a Paniolo se le permitió cortar un número selecto de árboles designados y, a cambio, fue responsable de pagar dólar por dólar una serie de proyectos para la mejora forestal. Estos incluyen nuevas cercas para mantener fuera ovejas ferales y ganado potencialmente dañinos, apagafuegos mejorados y estudios ambientales y arqueológicos. A la fecha, esto ha resultado en la reinversión de más de $500,000 en los bosques de koa de Honaunau. Este proyecto también continúa en curso y se prevé que reinvierta otros $500,000 adicionales en los próximos años – todo esto en tierra que, de otra manera, el terrateniente no habría planeado regenerar y proteger. Por lo tanto, otros 1,600 acres de bosque nativo Hawaiano están siendo mejorados y protegidos.

El futuro bosque de koa de Paniolo
El 9 de marzo de 2018, Bob Taylor compró 564 acres de pastizales en el extremo norte de la isla de Hawái. Esta tierra es ahora administrada por Paniolo Tonewoods, que, con el tiempo, volverá a crear un bosque nativo Hawaiano en tierras que han sido taladas para el uso de pastos desde hace por lo menos 100 años. El plan es que Paniolo siembre las áreas de pendientes pronunciadas con especies mixtas del bosque nativo y, en las áreas de pendiente más suaves, siembre koa para la producción de madera. Aparte de una simple red de carreteras y un pequeño aserradero, cuando el bosque esté maduro (comenzando aproximadamente 30 años después de la siembra y continuando para la posteridad), se mantendrá en un dosel forestal relativamente cerrado y se prevé que produzca más del doble de volumen de madera de koa que Taylor Guitars utiliza hoy en día vía la tala seleccionada de árboles.

Es importante entender que, a la fecha, Paniolo en sí tiene sólo unos pocos árboles sembrados. Nuestro trabajo hasta ahora ha permitido que otros siembren y ha protegido 1,600 acres de bosque nativo en Honaunau (un logro no poco significativo), pero habiendo existido por sólo cuatro años, Paniolo apenas está comenzando. En el 2020, empezaremos a sembrar la propiedad de Bob, pero hacerlo bien lleva tiempo. A medida que avanzamos, Paniolo continuará su investigación sobre el cultivo de árboles de calidad superior y, con suerte, contribuirá a los esfuerzos de mejora de semillas y plantas a lo largo del estado.

Scott Paul es el Director de Sostenibilidad de Recursos Naturales de Taylor.